Durante los años que ha encabezado su movimiento, Andrés Manuel López Obrador siempre se ha definido a sí mismo como un juarista; su máxima aspiración es pasar a la historia como Benito Juárez, impulsando una gran revolución social y política. Sin embargo, en la bolsa derecha carga la imagen de la Virgen de Guadalupe, lo que lo ha vuelto contradictorio no sólo ante su feligresía sino ante él mismo, respecto de temas que no pueden estar simultáneamente en las dos nubes ideológicas.
Por la salud de la nación, es necesario que López Obrador vuelva a ilustrarse en la doctrina juarista. Hoy la mayoría de los países occidentes conviven naturalmente en una franca independencia entre el gobierno y la libertad de culto de sus ciudadanos.
Este sábado estuvo en Tejupilco, acá en el estado de México. Las circunstancias y la casualidad me permitieron escuchar de viva voz su planteamiento sobre lo que él ha llamado la instauración de la constitución moral, lo que implicaría de inicio, que los mexicanos nos tendríamos que dar nuevas normas de convivencia y de orden jurídico, que lo mismo podrían balancearse entre el liberalismo histórico de nuestro país y el conservadurismo que mueve la conciencia del candidato presidencial.
Esta es la segunda vez que López Obrador lo plantea de manera pública. La primera ocasión fue en febrero pasado cuando tomó protesta como candidato presidencial del Partido Encuentro Social (PES), con lo que formalizó una alianza con la formación evangélica, que defiende la familia como el pilar de la sociedad. “El país necesita una revolución moral y una suerte de nueva constitución para fortalecer una convivencia futura sustentada en el amor para alcanzar la verdadera felicidad, dijo entonces.
En Tejupilco retomó su propuesta de generar una Constitución moral y recalcó que la verdadera felicidad no está en los bienes materiales. Pero resulta que el Estado y su gobierno no administran la moral ni imparten la fe; su función es hacer la mejor distribución posible de los recursos económicos y materiales disponibles para el desarrollo de la sociedad.
A partir de propuesta por una constitución moral, especialistas en Derecho Constitucional señalan que el planteamiento del candidato es ambiguo y parece mezclar dos conceptos utilizados en la creación de leyes: la ética y la moral. “Parece ser una ocurrencia del candidato de Morena, ya que moral es una idea latina y la ética viene de la antigua Grecia”, dice Juan Federico Arriola, investigador de la Universidad Iberoamericana.
Khemvirg Puente, investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, dice que lo que propone el candidato de Morena obligaría a los ciudadanos a conducirse en la forma que él cree que es la correcta: su concepto personal de moralidad. “No existe una moral, sino muchas. Al no existir un concepto homogéneo, absoluto y universal, no queda claro cuál es la moralidad de la que él habla y se entiende que es la suya”, dice el experto vía telefónica.
Otro problema que supone la creación de una Carta Magna bajo los preceptos de moralidad y no éticos es que su propuesta se basa en conceptos de la religión cristiana. “Es lo que podemos suponer de su discurso, aunque no queda del todo claro”, dice el investigador de la UNAM. Durante su mensaje, el aspirante presidencial citó también el Nuevo Testamento, donde, dijo “se señala que Jesús manifestó con sus palabras y sus obras su preferencia por los pobres y los niños. Y para muchos, Cristo es amor”.
Y hay algo que AMLO parece pasar por alto: redactar una nueva Constitución no es un proceso sencillo. En México existe un Constituyente permanente conformado por el Congreso de la Unión y las legislaturas locales, quienes en conjunto tienen la capacidad de modificar las leyes que rigen en el Estado mexicano. Además, explica, los propios Estados tendrían que cambiar sus legislaciones locales porque no podrían contravenir la Constitución.
¿Y quiénes serían los Constituyentes? López Obrador ha dicho que para redactar la Constitución moral convocará a especialistas como filósofos, psicólogos, sociólogos, antropólogos, así como todos aquellos que tengan algo que aportar al respecto. También se refirió en específico a los “ancianos venerables de las comunidades indígenas, maestros, maestras, padres, madres de familia, jóvenes, escritores, poetas, mujeres, empresarios, defensores de la diversidad y de los derechos humanos, practicantes de las distintas religiones”. Al parecer, ¡todos menos los diputados y senadores!
En el frenesí por ganar de cualquier forma, hoy López Obrador quiere hacer del Estado y la Iglesia la misma cosa. No sólo desea regresar al priismo de los setenta, con un presidencialismo unipersonal, sino ir más allá, al México conservador del siglo XIX.
Las del estribo…
- Comparar la amnistía a campesinos encarcelados por razones políticas con la que se quiere otorgar a delincuentes de alta peligrosidad es como querer ponerle zapatillas a un elefante. Es una lástima que para justificar su posición frente a AMLO, la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero ande arrastrando el prestigio.
- Luego de que candidatos y actores políticos se han dicho lo inimaginable, ahora las autoridades electorales y el candidato de Morena censuran las declaraciones y mensajes de los empresarios. ¿cuál es el límite de la libertad de expresión de unos y otros? ¿los empresarios son unos ángeles? No, pero tienen el mismo derecho de expresarse que cualquier otro diablillo que anda suelto.