En un libro sobre la vida en Xalapa en los siglos XVIII y XIX que leí cuando era niño, venía un bello pasaje sobre el río Sedeño “Un río de aguas cristalinas y rodeado de vegetación, donde las familias pasan los fines de semana en alegre verbena y en contacto con la naturaleza” decía una parte del texto. Y me enamoré del Sedeño.
De niño nunca tuve oportunidad de conocerlo. Pero una de las primeras cosas que hice cuando me vine a vivir a esta ciudad fue visitarlo y… ¡Cristo de los desamparados! El río que imaginé, ese que leí en aquel libro ya no existía; se evaporó en medio de un charco de aguas negras, pestilentes y nauseabundas.
Una nota de la reportera Cynthia Sánchez publicada en el Diario de Xalapa, dice que las aguas del Sedeño que antes abastecían a Xalapa, Banderilla, Emiliano Zapata y Tlalnelhuayocan, hoy no sólo son nocivas para consumo humano, sino que incluso nadar en ellas es un riesgo grave para la salud.
Lástima, pero no todo el río está así. Tuve la oportunidad de recorrerlo desde el inicio de su cauce en la región de Acajete donde nace puro y cristalino. Pero conforme avanza hacia Banderilla y Xalapa, va transformando su fisonomía hasta convertirse en un basurero de escasa corriente y espuma blanca que se contamina todos los días con las descargas residuales de miles personas y la basura que ahí se tira.
El río continúa su cauce hacia el municipio de Actopan donde se une al río de mismo nombre (que también está hecho una desgracia por la contaminación) y termina su recorrido al fundirse con el Golfo de México a la altura de Chachalacas.
El Consejo de Coordinación Intermunicipal para el Rescate y Sustentabilidad de la Cuenca del Río Sedeño, creado hace 13 años y conformado por cinco municipios entre los que se encuentra Xalapa, no ha servido absolutamente para nada. Y es que no es posible que después de ese tiempo el río luzca más contaminado.
La reportera entrevistó al regidor de ayuntamiento xalapeño, Eric Juárez Balladares, que lamentó que uno de los afluentes que cruza la ciudad padezca una situación tan desastrosa. Pero nada dijo el señor sobre las medidas que tomará la regiduría a su cargo para solucionar el problema.
Con todo lo contaminado que está, el Sedeño tiene remedio; el problema es que falta voluntad y sobra corrupción.
En el 2015 me tocó ver en Tuxpan la rehabilitación de la Laguna El Ensueño enclavada en la comunidad de El Higueral y sobre la que se podía caminar debido a la cantidad de algas y basura que la cubrían. Unos cuantos cientos de miles de pesos y buena voluntad, devolvieron a los habitantes de esa comunidad un cuerpo de agua que hoy cuidan y presumen porque se ha convertido en criadero de peces y atractivo turístico.
Reitero, el Sedeño tiene remedio según me han dicho expertos en el tema e investigadores de la fauna y flora marina. Pero para mala fortuna del propio río y de quienes desean salvarlo, el dinero destinado a su rehabilitación y limpieza se ha ocupado en otros menesteres.
Debido a la contaminación, el Sedeño se ha convertido en un río de muerte para la fauna marina y los seres humanos. Pero como cruel paradoja, es un río al que están matando la grosera desidia y la corrupción de los politicastros.
Santa Anna y el Sedeño
Un ejemplo de que el Sedeño era un río caudaloso, lo da Antonio López de Santa Anna (nuestro mejor vendedor) en una carta enviada el 22 de mayo de 1874 a su hijo Manuel, radicado en La Habana.
Antonio no quería a su hermano menor, que también se llamaba Manuel, porque el pobre chamaco cometió el error de nacer con el pelo azafranado y los ojos azules, como la mamá de ambos, y no prieto y de cabello negro como él.
“Un día fuimos al bosque de Pacho, en los alrededores de Jalapa. Después de la cabalgata nos tiramos un chapuzón el en rio Sedeño y con el frío del agua se me acalambró la pierna derecha. Manuel se zambulló en el agua, me agarró del cuello y nadó hasta la orilla contraria a pesar de que la corriente era brava y podía llevárselo conmigo hasta una cascada de treinta varas de altura…”
Y uno piensa, caray, si Manuelito se hubiera hecho pendejo y hubiera volteado hacia otro lado, sin duda otro gallo nos estaría cantando como nación. Pero ya ni llorar el bueno.
Perdona lector, estoy desvariando. Aquí lo importante es apuntar lo caudaloso que era el río Sedeño a menos de diez kilómetros de la ciudad de Xalapa.