La música es un mecanismo de relojería que puede admirarse como algo que puntualmente da la hora, no definida sino misteriosa, puede ser una hora futura, puede ser la recuperación de una hora pretérita o puede ser todos los tiempos en un solo tiempo, expresó Juan Villoro, durante la charla previa al concierto Música y poder. El sonido y la furia”, que ofreció la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX).
El evento se llevó a cabo la noche del viernes 27 de abril, en la Sala Tlaqná, Centro Cultural, como parte de las actividades de la XXV Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2018.
Rodolfo Mendoza Rosendo, director general de Difusión Cultural de la Universidad Veracruzana (UV) y coordinador de la FILU, recordó que en noviembre del año pasado el escritor mexicano fue invitado a realizar un programa musical para la OSX: “Lo primero que me dijo es que era una idea temeraria y después empezó a entusiasmarse”.
Al respecto, Villoro compartió. “Es una idea un tanto temeraria pedirle a un escritor que programe sin conocer realmente las capacidades y los intereses de la orquesta, pero Lanfranco Marcelletti (director de la OSX) me abrió el camino para crear un programa más o menos asequible, que pudiera funcionar y fuera equilibrado”.
Antes de iniciar formalmente la plática, Villoro dijo que estaba dedicada a la memoria de su querido maestro y amigo Sergio Pitol, quien siempre trató de asociar la música con la palabra.
“Como maestro me abrió muchos caminos y me enseñó muchas cosas en este sentido.”
Comentó que la idea de conjuntar la música y el poder surgió (quizás) durante su estancia en Alemania Oriental, donde vivió tres años como agregado cultural. En una ocasión, narró, atendió a un director de orquesta mexicano, quien le sorprendió porque habló de política, de la relación que tenía con gente que le dan presupuestos y de cómo muchos políticos mexicanos lo admiraban.
“A partir de este momento empecé a fijarme en la relación que muchas orquestas y directores han tenido con los representantes del poder. De alguna manera el político encuentra en el director de orquesta una especie de figura perfecta, es alguien que levanta la batuta y todos le hacen caso, es lo que quisieran muchísimos políticos, ser el centro total de atención y esta capacidad de control que tienen muchos directores.”
A lo largo de una hora, habló detalladamente de cada uno de los compositores y de las piezas que integraron el programa musical interpretado por la OSX, bajo la dirección de Lanfranco Marcelletti: Obertura Egmont, de Ludwig van Beethoven; Sinfonía de Cámara No. 1 Op. 9, de Arnold Schönberg; Esquinas, de Silvestre Revueltas, y Sinfonía No. 6 Op. 54, de Dmitri Shostakóvich.
Comentó que la música puede ser admirada solamente como un mecanismo que da la hora o como algo que puntualmente nos dice cuál es la hora.
Lo anterior, al citar al compositor Irwin Thompson, quien alguna vez dijo: “La música es exclusivamente un instrumento de relojería que podemos admirar, o la música es un instrumento de relojería que también da la hora”.
Destacó que la gran música da la hora, pero lo interesante es que no da una hora definida sino misteriosa, ya que puede ser una hora futura, puede ser la recuperación de una hora pretérita o puede ser todos los tiempos en un solo tiempo.
“Esto es lo que ha permitido a todos los músicos, a Silvestre Revueltas ser reivindicador de ideas de izquierda, apropiándose de lo popular; a Beethoven, preconizar la libertad del hombre; a Shostakóvich, discutir con el tirano, y a Schönberg, preconizar un sistema sonoro más igualitario, distinto para hombres y mujeres todavía futuros. Esto ha dado el reloj de la música.”
Concluyó la charla con una frase de Jorge Luis Borges que expresa el insondable enigma del hecho sonoro: “La música, misteriosa forma del tiempo”.