Pese a que en el año 2001 el doctor Sean Spence, miembro del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, atribuyó el nacimiento del jazz a la esquizofrenia de Buddy Bolden, según se explica en el artículo Mental illness ‘at the root of jazz’ publicado en el portal de la BBC: «[Spencer] explicó que la enfermedad mental de Bolden le generaba dificultades motoras. Es decir, no podía leer música, de modo que su única forma de interpretar la corneta era improvisando (…) Si él no hubiese tocado con libertad, la música se habría quedado en el ragtime».

Pese a que Jelly Roll Morton, en una carta -menos producto de la realidad que de su dilatado ego- dirigida en 1938 al director de la revista DownBeat se haya atribuido la paternidad del género: «es manifiestamente sabido, sin ningún lugar a dudas, que Nueva Orleans es la cuna del jazz y resulta que yo fui su creador, en el año 1902».

La verdad es que el jazz no tiene un acta de nacimiento en la que se indique con precisión su progenie ni la fecha exacta de su alumbramiento, pero sí está identificado, en eso coincido con Morton, el lugar preciso en el que surgió: Nueva Orleans.

En su texto Aires del jazz, Antonio Muñoz Molina afirma categórico: «El jazz no nació, como quiere la leyenda, en los prostíbulos de Nueva Orleans, aunque durante unos años sonara jovialmente en ellos», aduciendo que : «Antes de que la misma palabra jazz existiera, Dvorak estaba bebiendo de algunas de las fuentes que iban a confluir en su nacimiento, y agregaba a su música melodías y ritmos de espirituales y de blues primitivos, lamentos tan solitarios como los del flamenco o acompasados para facilitar el esfuerzo colectivo del trabajo o la expresión de una religiosidad de invocaciones bíblicas.

«La primera grabación calificada explícitamente de jazz es de 1917 (de la Original Dixieland Jazz Band), pero el primer libro de preludios de Claude Debussy, completado en 1910, termina con un Cat-Walk en el que hay primitivos ecos jazzísticos de music hall y de ragtime, y también anticipaciones del estilo sincopado y festivo que cultivó muchos años después Fats Waller».

Cuando afirma que «Dvorak estaba bebiendo de algunas de las fuentes que iban a confluir en su nacimiento», asume que el jazz no había nacido, lo mismo sucede cuando sostiene que en los preludios de Debussy «hay primitivos ecos jazzísticos».

Va más lejos, sostiene que el jazz no es una música negra, que «aplicar a la música estereotipos raciales es una grosería: Anita O’Day no cantaba con menos desgarro o menos swing por no tener la piel oscura, y a Ella Fitzgerald el color de la suya no le estorbó para ser una de las cantantes más sofisticadas que han existido».

No es un estereotipo, es una realidad, el jazz, efectivamente, es producto de una mezcla de ritmos y estilos que confluían en Nueva Orleans, la mayoría provenientes de África y de Europa y algunos autóctonos, pero quienes los amalgamaron, aunque de manera involuntaria, para crear un género nuevo, fueron los afroamericanos. Tampoco es hijo de la esclavitud, para concebirlo, difundirlo y desarrollarlo, los músicos tuvieron que ser libres.

Más adelante, Muñoz Molina niega, incluso, que el jazz sea americano: «nadie ha tocado la guitarra con el swing que tenía el gitano Django Reinhardt, que además era francés (…) nuestro Tete Montoliu era tan ciudadano de ella (la música jazz) como sus maestros Tatum y Monk, y como ya lo era el cubano Paquito d’Rivera antes de emigrar a Nueva York, o como lo son Chano Domínguez, andaluz, y Nils Oster Pedersen [sic], danés, por citar los primeros nombres que se me vienen a la cabeza».

Efectivamente, el jazz se ha difundido por todo el mundo y dada su apertura y capacidad de adaptación, se ha convertido en música universal, pero su origen es estadounidense.

El crítico e historiador del jazz James Lincoln Collier, sostiene:

«Las orquestas de ragtime y de marchas eran omnipresentes en todo Estados Unidos. Los blues se cantaban por todo el sur. Los elementos se hallaban en su sitio en una decena de ciudades (…) Existe la posibilidad de que, quizás, el ragtime hubiese atravesado la línea del jazz aun sin el ejemplo de Nueva Orleans. Pero los músicos de Nueva Orleans llegaron primero.

«La única pieza del rompecabezas que solo existía en Nueva Orleans era la subcultura criolla negra. No caben dudas de que los criollos negros jugaron un papel fundamental en la formación del jazz (…) después de la generación de Bolden, que estuvo conformada principalmente por músicos de ragtime, muchos de los jazzistas más importantes fueron criollos negros: el trompetista Buddie Petit, el trombonista Kid Ory, el pianista Morton, el clarinetista Sidney Bechet. Todos ellos tocaban el rag con ‹swing›, al igual que los negros puros de su generación».

Coincido con Muñoz Molina en que «casi no hay una música que no haya sido rozada o contaminada por el jazz, o de la que el jazz no haya tomado algo, transformándose, transformándola en un camaleonismo mutuo». Precisamente esa apertura y esa flexibilidad fueron las que llevaron a Herbie Hancock a grabar en álbum The Imagine Project en el año 2010, un proyecto que pretendía, como lo soñó el Beatle legendario, abolir las fronteras mediante un sonido plural, capaz de promover la unidad y la paz del mundo. En él incluyó piezas, además de la de Lenon que le da nombre al álbum, de Bob Dylan, Baden Powel, Vinicius de Moraes, Juanes y varios más, y para grabarlo convocó a músicos diversos de 11 países: Dave Matthews, Anoushka Shankar, Jeff Beck, The Chieftains, John Legend, India, Arie, Seal, Pink, Juanes, Derek Trucks, Susan Tedeschi, Chaka Khan, Wayne Shorter, James Morrison, Tinariwen, Los Lobos, Tal Wilkenfeld, Marcus Miller, Céu y Lisa Hannigan, son algunos de ellos.

El álbum fue grabado en siete países pues Hancock necesitaba conocer cada cultura a través de los cinco sentidos; requería «oler el aire, probar la comida, estar por ahí con la gente».

Tan ambicioso proyecto le valió ser nombrado el año siguiente, 2011, Embajador de Buena Voluntad de la UNESCO. Con tal envergadura, propuso al organismo que se dedicara un día para celebrar al jazz en todo el mundo, la propuesta fue aceptada y en noviembre de ese mismo año, la Conferencia General de la UNESCO proclamó el 30 de abril como Día Internacional del Jazz, y se celebró por primera vez en 2012.

Más allá de sus orígenes, estemos donde estemos, seamos de donde seamos, comamos lo que comamos, pensemos lo que pensemos, soñemos lo que soñemos, el jazz nos pertenece por las sencillas razones que enumera la UNESCO:

  • El jazz rompe barreras y crea oportunidades para la comprensión mutua y la tolerancia
  • El jazz es una forma de libertad de expresión
  • El jazz simboliza la unidad y la paz
  • El jazz reduce las tensiones entre los individuos, los grupos y las comunidades
  • El jazz fomenta la igualdad de género
  • El jazz refuerza el papel que juega la juventud en el cambio social
  • El jazz promueve la innovación artística, la improvisación y la integración de músicas tradicionales en las formas musicales modernas
  • El jazz estimula el diálogo intercultural y facilita la integración de jóvenes marginados

Es 30 de abril, celebremos, pues, en todo el mundo el Día Internacional del Jazz


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