Por Eduardo Vázquez Reyes
De Revista Cronopios y Divergencias
Ha pasado más de un día desde que por segunda vez los científicos y divulgadores salimos a las calles para manifestar nuestra inconformidad con las decisiones políticas que están afectando a la investigación en México y, por supuesto, a su repercusión y aplicación social. En específico, nos referimos a la poca inversión y el nulo apoyo a los institutos y centros académicos. Como ya muchos saben, estamos muy lejos de ver que en el caso nacional se destine el 1% del Producto Interno Bruto (PIB) a la ciencia y tecnología, compromiso de campaña del actual ejecutivo federal. Estamos viviendo, por tanto, lo que con justa razón podemos denominar “la crisis de la ciencia y del pensamiento crítico”.
Esta crisis se refleja no solo por el problema presupuestal actual relacionado con el PIB−que es punto central de las protestas− sino también debido al desinterés de gran parte de la misma comunidad académica y la evidente apatía de muchos medios de comunicación. Lamentablemente− como lo pudimos constatar la tarde del sábado− el panorama científico contemporáneo y sus problemas políticos en el contexto nacional y estatal no son de relevancia para la mayoría de los integrantes del cuarto poder. La ciencia no es noticia y, en el peor de los casos, quizá “no vende”.
Con todo, el pasado 14 de abril se marchó por ella. Pero esto solo fue un primer paso. No podemos pensar que la movilización ha terminado, pues tal acontecimiento es un frente, un elemento del repertorio de acción social, como dirían los sociólogos. Es necesario que los integrantes de la Universidad Veracruzana lleven cada una de sus necesidades laborales y procedimentales a la agenda política, aprovechando el actual proceso electoral que ya tenemos en puerta y del cual esta comunidad debe ser partícipe en tanto se tiene por objetivo dar respuesta a problemáticas sociales desde la academia, desde las disciplinas.
Estamos en el momento oportuno para que los representantes de los centros e institutos de investigación de la máxima casa de estudios, así como de otras academias comprometidas con el conocimiento, muestren mediante comunicados frontales y directos la exigencia a los actores políticos que participan o lo harán en el fenómeno político de este primer semestre de 2018, cuya exigencia solo se puede resumir en lo siguiente: los candidatos a la gubernatura y distintas diputaciones deben hacer públicas sus propuestas en materia de ciencia, tecnología e innovación y llevarlas a la palestra del debate, de su reflexión y discusión. Y, claro está, en presencia del sector académico y universitario.
Si bien es cierto que el problema presupuestal es cuestión nacional, razón por la cual se convocó a la marcha, a nivel estatal hay mucho por hacer y que va en la misma dirección. Además de la exigencia en el caso electoral, es oportuno preguntarse, en ese mismo contexto, por el papel que están llevando a cabo las dependencias encargadas en promover el conocimiento dentro de la universidad y en el gobierno, desde la gestión de espacios para la difusión del conocimiento hasta el diseño de programas que con tanta regularidad llevan el apellido de “con impacto social”.
¿Qué labor ha desempeñado el Coveicydet− a cargo de Juan Pablo Delong− en lo que va de la presente administración?, ¿qué programas con impacto social y educativo se echaron a andar con efectividad?, ¿cuáles han sido sus resultados? Y por otra parte, a nivel local, ¿qué proyectos de apropiación del conocimiento se tienen contemplados realizar o financiar en la Subdirección Municipal de Ciencia y Tecnología, después de haber sido creada en el Ayuntamiento? Estas son cuestiones que no podemos obviar ante la presente crisis de la actividad científica contemporánea.
Ha pasado la marcha por segunda ocasión. La única forma para que esta no quede solamente en el recuerdo, como aquel día en el que la ciencia protestó por la garantía de su futuro, es que los académicos (ciencias formales, empíricas y sociales) presionen desde sus trincheras, desde sus departamentos o laboratorios. Y a la par de ellos, que los que nos dedicamos a la divulgación y difusión evidenciemos el trabajo que se está desarrollando en el estado y no dejemos de presionar en nuestras editoriales para formar parte, con justa necesidad, del debate público. ¡Por las barbas de Platón!