La muerte del maestro Sergio Pitol fue predicha por quien durante dos años cuidó de él. Algunas noches antes de que ocurriera, su enfermera soñó que vomitaba flemas y que así moriría.
La madrugada del 12 de abril, confiesa su enfermera mientras espera que el cuerpo del escritor sea reducido a cenizas en el crematorio del parque memorial Bosques del Recuerdo, el estado de salud del escritor Sergio Pitol Deméneghi comenzó a empeorar.
«Mari», como le dicen de cariño vivió los últimos minutos del laureado escritor, y dice que «se fue en paz, tranquilo», a pesar de que las horas previas fueron cansadas y llenas de angustia.
El maestro comenzó a sentirse mal en la madrugada, y debido a las complicaciones de la afasia que lo aquejaban tuvo que ser atendido por paramédicos de la Cruz Roja, que llegaron hasta su hogar.
Con lágrimas contenidas, dice que durante algunas horas se logró estabilizar la condición de Sergio Pitol, pero que cerca de las 8 de la mañana comenzó su agonía verdadera.
Fue a las 9:20 de la mañana de este jueves, preludio del fatídico Viernes 13, que el maestro entregó el cuerpo y liberó el alma. La causa fue un infarto fulminante que arrebató al escritor de su amado hogar, de su gente, de sus libros.
Pero en este, su último recorrido, no lo acompañaron más que sus familiares más cercanos.
Y es que a pesar de que el aclamado escritor gozaba de la amistad de cientos de políticos, escritores, artistas, y personajes importantes, ninguno de ellos lo acompañó hasta el crematorio.
«No sé qué pasó, porqué acudieron tan pocos si se supone que es cuando más debían estar presentes sus amigos», se pregunta Mari, que desde la muerte de Pitol Deméneghi no se ha separado de la familia y permaneció con los ojos ahogados hasta el último momento.
También está el otro enfermero, un joven con lentes y vestido de negro que llegó desde la muerte del maestro a ponerse a las órdenes de la familia, apoyó en los trámites y no se ha separado de la familia.
Perla Sandoval/AVc