El Tronconal, Mpio, Xalapa.- El camino destrozado es solo el augurio de un olor fétido penetrante que alerta a la garganta sobre las harcadas que le suceden al golpe de la podridez que hay en el relleno «sanitario» de El Tronconal.
Los zopilotes, con las alas de varios metros extendidas, revolotean en este que han adoptado por hogar; y ni los casi 30 grados centígrados los disuaden de volar amenazantes.
Un camión rotulado con la frase «yo domador» entra por el estrecho camino hacia un terreno alto, con tierra y basura mezclada; de ese infierno salen también personas con gorras, cargando bolsas y hasta carretas con residuos útiles para la venta.
Los niños corren a los brazos de un hombre con paliacate rojo y de cuyo pantalón cuelga un machete; ambos se asolearon varias horas para sacar material. El olor por el intenso calor agrede las narices menos acostumbradas a este espacio.
La basura entre el pasto no es disimulada y las casitas a lo largo del camino, construidas de manera improvisada como centros de separación de basura, dan cuenta del negocio que representa «la basura».
Y es que pese a que en la entrada del relleno está colocada una placa con el reglamento en el que se específica que no pueden entrar «pepenadores», estos abundan y llegan hasta en familias.
Quienes viven cerca ya están «acostumbrados» al olor, a los perros, cucarachas, ratas y demás fauna nociva que pulula en esa zona.
Aún después de salir, la peste queda impregnada en la ropa, en las fosas nasales, y la sensación de contaminación se muestra kilómetros después del sitio manejado por Proactiva.
Perla Sandoval/Avc