En Veracruz, una persona se puede morir de cualquier cosa, menos como consecuencia de ejercer el periodismo. A juicio de la Fiscalía General del Estado –y no como resultado de una investigación-, Leobardo Vásquez Atzin ni era periodista, ni fue asesinado, acaso los motivos de su fallecimiento tengan que ver con su verdadera profesión: ¡se murió por vender tacos!
El trabajo de la Fiscalía refleja la soberbia e ignorancia de su titular. El asesinato del quinto periodista en lo que va del régimen, sólo vino a confirmar que los comunicadores veracruzanos están más cerca del acoso y la violencia, que de la justicia y la protección. A pesar de que Leobardo ya había sido amenazado, eso no fue considerado por la autoridad ministerial. Lo relevante es que vendía tacos en su domicilio.
El comunicado oficial emitido por estos hechos, tendría que ser motivo para que la Comisión Nacional de Derechos Humanos –y su contraparte en el estado-, así como la Comisión Especial de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP), iniciaran una acción punitiva en contra de la Fiscalía. No sólo pervierte la investigación, insulta la memoria de la víctima y menosprecia el ejercicio del periodismo… del debido proceso, mejor ni hablamos. Es pedirle peras al olmo.
El panfleto institucional dice así: “La Fiscalía General del Estado, a través de su Fiscalía Especializada, investiga los hechos ocurridos en este municipio, en los cuales se registró el deceso de un comunicador que actualmente se desempeñaba como comerciante de comida, identificado como L.V.A.”
Para la Fiscalía no hubo un homicidio, sólo se registró –casi de manera espontánea- el “deceso de un comunicador” que no era tal, porque “actualmente” se desempeñaba en una actividad distinta; sin duda, una burda justificación para intentar dolosamente de bajar la presión por este hecho.
Más adelante, establece que: “…de acuerdo a los primeros indicios recabados, en el momento de los hechos donde perdiera la vida, el hoy occiso se encontraba desarrollando actividades propias de su negocio de elaboración y venta de tacos, el cual se ubica en su domicilio, cuando fue lesionado por personas desconocidas, con proyectiles de armas de fuego, según confirmó la cónyuge.”
Lo más grave es la negligencia e insensatez de intentar maquillar los hechos. Nuevamente, la autoridad pone énfasis en la actividad comercial de Leobardo. ¿Acaso lo mataron por vender tacos? Y asegura que perdió la vida. ¡Lo mataron, carajo!
Según el boletín de la Fiscalía, Leobardo sólo “fue lesionado por personas desconocidas”, por lo que se infiere que la decisión de morirse fue única y exclusivamente de él. ¡Vaya mal gusto eso de morirse cuando en realidad sólo estaba lesionado por proyectiles de arma de fuego! Además, la información no provino de su esposa; acaso ella sólo “confirmó” los hechos narrados por la autoridad.
A pesar de que la FGE ya sabía que Leobardo no ejercía el periodismo –no obstante que tenía activas redes sociales y con anterioridad ya había sido amenazado-, que no había sido asesinado sino sólo lesionado –la palabra homicidio nunca aparece en su comunicado-, y que su actividad principal era la venta de tacos, tuvo la generosidad de activar el protocolo para el caso de agresiones a periodistas.
Hay que explicarle al señor fiscal que un periodista no lo es sólo en su horario de trabajo –lo es de tiempo completo-; y que tampoco deja de serlo por perder el empleo a causa de la difícil situación económica que enfrentan las empresas. Un periodista desempleado sigue siendo un periodista. De ahí la decisión de seguir trabajando desde sus redes sociales.
La indagatoria continuará su curso, hasta esclarecer en su totalidad los hechos, para lo cual se agotarán todas las líneas de investigación y se aplicará todo el peso de la Ley contra quien resulte responsable. Preocupa que la indagatoria “continúe su curso” bajo los criterios con los que se inició.
Y mientras la FGE minimizó la muerte de un taquero, en varias partes el país se alzaron voces de repudio en contra de lo que fue el quinto asesinato de un periodista durante la actual administración estatal. No hay que olvidar que prácticamente en cada uno de los 17 casos que se registraron durante el gobierno de Javier Duarte, el actual mandatario lo menos que pidió fue la cabeza de su antecesor. Hoy nos ha dado silencio.
Ayer no hubo marchas ni veladoras, tampoco consignas ni fotos de Leobardo. Acaso sólo la tristeza, el dolor y el agradecimiento de la periodista Concepción Sánchez Rodríguez quién se apostó solitaria frente al Palacio de Gobierno para exigir justicia y una investigación verdadera. El resto del gremio mira con recelo lo que pasa, acaso sabedor que no habrá resultados, que no serán escuchados y que la exposición pública los hace más vulnerables.
Las del estribo…
- Muy mal día para recibir la visita del presidente Peña a Veracruz. El asesinato de un periodista en Gutiérrez Zamora y las voces que condenaron los hechos; la publicación en un medio nacional sobre las contradicciones del homicidio de Nefertiti y Grecia; las protestas en Misantla contra de la construcción de mineras e hidroeléctricas, y el asalto a una joyería en un centro comercial de Boca del Río, debieron poner de muy mal humor al Gobernador, quien tuvo en jueves negro.
- Y cuando ya le habían hecho el día con la noticia de la hospitalización de Fidel Herrera, resulta que ya está fuera de peligro ¿Acaso lo estuvo o es otra de las fideliñas para jalar reflectores? La noticia corrió como la pólvora.