Este fin de semana, el diario español El País publicó una muy interesante entrevista con Noam Chomsky -lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense-, en la víspera de cumplir sus noventa años y apenas unas semanas después de haber dejado su cátedra en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), donde fue uno de los académicos más brillantes durante más de seis décadas.
Si nos atenemos a lo que dice el escritor, los mexicanos no somos tan diferentes de los Estados Unidos. Pese a nuestras evidentes diferencias económicas y sociales, ambas sociedades transitamos por una crisis estructural determinada por nuestro tiempo: creemos que la verdad es una mentira, así que dejamos que sea otros –por ejemplo, las redes sociales-, quienes la determinen.
En la entrevista, Chomsky decía algo tan cierto como lapidario: “La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria. El resultado es una mezcla de enfado y miedo”. La frase es una diáfana descripción de las sociedades de nuestro tiempo, incluída la nuestra, donde precisamente el enojo social se está convirtiendo en el motor de nuestras decisiones colectivas, y no me refiero exclusivamente al tema de elegir a los gobernantes. En muchos casos, ahí el enojo y el miedo están más que justificado.
En efecto, los mexicanos nos percibimos cada vez menos representados –el desfase entre la clase política y la sociedad nunca había sido tan amplio-, en medio de una vida muy precaria. Los ricos son cada vez más ricos, los pobres más pobres, y la clase media se acerca más a la pobreza que a la riqueza. Y en consecuencia, como asegura, tenemos esa mezcla de enfado y miedo.
Tal vez este enfado y miedo son las dos características que hoy permean a las campañas políticas y a la obligación que tenemos de elegir a nuestros nuevos gobernantes, particularmente, al Presidente de la República. Hoy en México es evidente enfado hacia el régimen pero también el temor hacia lo desconocido que representa López Obrador. La gente está enojada y quiere un cambio pero tiene miedo a equivocarse, como ya ha sucedido en muchos momentos recientes en el país.
Y por eso, cuando prevalecen el enojo y el medio, los ciudadanos empezamos a confundir la verdad con la mentira. Y preferimos que sean los medios, los políticos, las redes sociales, quienes nos digan la diferencia entre una y otra, hasta llegar a lo que hoy se conoce como la posverdad. Es decir, los hechos no son reales, la realidad es lo que se interpreta de ellos.
La posverdad o mentira emotiva es un concepto nuevo que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos –la realidad, pues- tienen menos influencia que la interpretación, las emociones y las creencias personales.
Para algunos autores la posverdad es sencillamente una mentira o estafa encubiertas con un término políticamente correcto, que ocultaría la tradicional propaganda política y el eufemismo de las relaciones públicas y la comunicación estratégica como medios de manipulación y propaganda.
De esta forma, un hombre que es asesinado en realidad es un delincuente que pagó por la osadía de sus actividades ilícitas porque así acusa la autoridad; una mujer aparece muerta -cuando en realidad fue asesina como una forma brutal de violencia de género- porque así lo dicen los medios. En general, la vida pública de las personas, no son lo que son, sino lo que se dice de ellas.
Pero para Chomsky, esta mezcla de enfado y miedo no es propia de “los gobiernos corruptos”, ni de los “mesías”, ni de ninguna otra fauna silvestre que habita en nuestro zoológico político. Es algo mucho más profundo, incluso imperceptible.
Recuerda que hace ya 40 años que el neoliberalismo, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, asaltó el mundo. “Y eso ha tenido un efecto. La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores.”
Y nos lleva a la conclusión central: “El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones. La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si no confías en nadie, por qué tienes que confiar en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie.”
La tesis describe muy bien del ánimo social en México. Hoy corremos el riesgo de que una verdad efímera se convierta en una mentira permanente. A eso nos conduce esta mezcla de enojo y medio de la que habla Chomsky.
Es tiempo de despojarnos de ambos.
Las del estribo…
- La visita del Presidente Enrique Peña al municipio de Perote provocó toda clase de especulaciones respecto de su eventual encuentro con Pepe Yunes. Ahora se tendrán que realizar otras tantas para tratar de explicar porque se canceló el evento. Si la visita era un gesto de apoyo, ¿la cancelación implica lo contrario? Eso pasa cuando se le buscan mangas al chaleco.
- El delegado de Gobernación en el estado, Alejandro Montano, dice que no tiene información sobre el cobro de piso en Coatzacoalcos. No tiene que ir hasta allá, basta con que se dé una vuelta por la zona de las Ánimas y la avenida Araucarias e investigue la razón del cierre de algunos negocios. Sería bueno que ponga a trabajar al CISEN.