El adagio que dice: “Quien traiciona una vez traiciona siempre” tiene su excepción con Judas Iscariote, que se ahorcó después de su felonía y no se pudo saber si seguiría traicionando.
Pero le queda que ni pintado a Ricardo Anaya Cortés que traicionó a su maestro, guía y protector Gustavo Madero y de ahí se siguió con Margarita Zavala y al menos con un centenar de panistas cuyo único delito fue pedir más apertura democrática en el partido.
También traicionó a Enrique Peña Nieto y a Migue Ángel Mancera y si tantito se atontan, traicionará a Dante Delgado y a Santiago Creel porque el queretano es un traidor nato, capaz de vender a su madre por treinta monedas si eso le ayuda a lograr sus fines.
¿Esto le servirá para ganar votos? El periodista Federico Arreola dice que no ganará ninguno. Y agrega que los traidores nunca huelen a limpio, sino que huelen a sucio y el olor que despiden repugna.
Al atildado Ricardo Anaya ya no le hacen las lociones. Empieza a repugnar con el hedor que despide y eso preocupa a sus seguidores, pero sobre todo a quienes lo llevaron a la candidatura por la presidencia de la República.
Si la PGR cometió un error al exhibirlo en un video que no debió dar a conocer, las acusaciones contra el panista por evasión fiscal y lavado de dinero son una pesada losa que puede quebrarlo.
Desesperado y en un intento por elevar sus bonos que irremediablemente van para abajo, prometió meter a la cárcel a Enrique Peña Nieto, pero el apoyo que pensó obtener con la propuesta no pegó.
Y es que a nadie parece importar que un sujeto genuinamente traidor y acusado de delitos federales, quiera encarcelar a otro acusado de corrupción.
El par de encuestas publicadas ayer, cuchareadas o no, lo bajan de las preferencias electorales y han encendido los focos de alerta entre los miembros de su equipo.
Más que en una buena propuesta presidencial, Ricardo se está convirtiendo en un lastre porque ya no propone, sino que se ha dedicado a defender su presunta inocencia. Y esto en lugar de apaciguar las aguas, aumenta las dudas en el electorado.
¿Qué hacer con un candidato que sea o no culpable de los cargos que le imputan, realizará su campaña con la mancha indeleble de lavador de dinero?
Me comentan que al interior de su equipo crece el rumor (sólo rumor) sobre si sería bueno entregarlo a los leones. Es decir, dejar que lo encarcelen y convertirlo en mártir.
La idea sería excelente si fuera ajeno a los cargos, pero eso pocos lo creen.
Que la PGR esté entrampada por culpa de sus yerros y a la espera de que su inseguro jefe Enrique Peña Nieto le ordene proceder o aguantar en el caso de Anaya, es una cosa. Pero de que éste es presunto lavador de dinero, al parecer no existe duda. Y la duda también mancha.
Más que por corrupto, sus bonos se han venido abajo por lo que hizo para llegar al liderazgo del PAN y a la candidatura por la presidencia de la República.
Es sabido que en este país donde casi no se castiga la corrupción y el latrocinio, la ciudadanía sí castiga la traición. Y Ricardo Anaya es un traidor.
Para su desgracia, esto ya lo sabe medio mundo. Y por mucho que quiera negarlo frente al espejo, el propio Ricardo también lo sabe.