El maestro Lucho Bermúdez, tal vez el compositor popular más importante de Colombia en el siglo XX, autor de clásicos tropícales como Cachito o Préndeme la vela, compuso una cumbia muy picarona que se puso de moda en todo el continente a principios de los años 60, y que decía así:

“Cuando me aprietan bailando/ yo me siento sofocá./ Pero si bailo con Pepe/ con Pepe no siento na. ¡Ay, mama!/ Y no es que Pepe no apriete, sino que sabe apretar.”

En México la interpretaron y la grabaron para discos Mozart durante aquellos años las hermanas Navarro, Rosina y Socorro, un par de voces excelentes nacidas en Torreón.

Hace unos pocos años, Lucero hizo una versión bastante malita que sin embargo sirvió para que se volviera a hacer famosa la canción.

Toda esta introducción musical la traigo a cuento porque platicando con un amigo ayer me decía que la campaña del candidato a Gobernador de Veracruz, Pepe Yunes Zorrilla le pareció floja en su etapa de precampaña, y culminó con esta frase: “Pepe no aprieta”, lo que me recordó la cumbia de don Lucho.

Así que casi cantando la tonada, le repliqué a mi amigo: “Y no es que Pepe no apriete, sino que sabe apretar”

Estamos en época de campañas y es el momento en que los mexicanos, y en particular los veracruzanos, ejercemos con singular denuedo las que seguramente son nuestras dos más queridas actividades personales: 1. Criticar lo que hacen los demás; 2. Aconsejar sobre lo que deben hacer los criticados.

He ahí la razón por la que mi interlocutor hizo caso omiso a lo que yo opinaba, y pasó de la crítica al consejo:

—Pepe se ha visto muy decente y muy centrado. Trae un discurso con propuestas para mejorar Veracruz. Y eso no le gusta a la masa. El pueblo quiere ver sangre, guerra, lucha sin cuartel. Por eso, ahora que ya es candidato del PRI, tiene que hacer un discurso más agresivo y enfrentarse a sus contrincantes, Cuitláhuac García y Miguel Ángel Yunes Márquez. Si no hace eso, nunca va a remontar la ventaja que le llevan.

La opinión de mi amigo es respetable, como la de todos los ciudadanos, y así se lo dije, pero también le hice ver que yo tenía un punto de vista diferente. Es que la gente ya está harta de tanta guerra sucia, de pleitos, de filtraciones sobre los contendientes, de inventos infames sobre su vida privada.

La decencia en el comportamiento de Pepe Yunes es un símbolo que define a toda su familia. No es un invento que los genios de la imagen hayan fabricado para hacer más atractivo al candidato. Pepe es así, como así es su padre don Pepe y lo son todos sus parientes cercanos (saludos, Ramsés, gran comunicador).

La decencia es la gran invitada que ha faltado en las elecciones de los últimos años, por eso Pepe Yunes viene a dar una oportunidad al trato caballeroso, al enfrentamiento leal, a las buenas costumbres en los procesos electorales, tan malacostumbrados a la bajeza, las puñaladas aviesas, las mentiras.

Ahí está su mejor oportunidad: ser como es, como siempre ha sido. Yo no me imagino aun Pepe rijoso, peleonero, provocador. Muchos veracruzanos le han comprado la imagen de la prudencia que refleja, y no tendría por qué cambiarla.

Los electores quieren campañas serias, candidatos serios, debates de altura, propuestas ancladas en la realidad (aunque nuestra realidad veracruzana esté tan mal). Pepe Yunes le está apostando a esa solicitud ciudadana. Trae un discurso apacible, lleno de ideas, de datos. Con él está hablando con la gente, y muchos lo están escuchando, y se convencen.

Y no es que Pepe no apriete… sino que sabe apretar.

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