Hace seis años, nadie pudo demostrar que Andrés Manuel López Obrador efectivamente pudiera ser un peligro para el país en caso de ganar la Presidencia. Todo quedó en una efectiva campaña de descalificación que prendió los temores de muchos mexicanos. Sin embargo, ante la falta de argumentos sólidos de sus adversarios, esta vez Andrés Manuel ha decidido presentarlos él mismo.

A la luz de sus propias declaraciones -las cuales ya no pasan por sus conocidas y ocurrentes frases célebres-, esta vez Andrés Manuel ha demostrado que sí representa un verdadero peligro para México, si es que por fin llega a Los Pinos, cosa que empieza a complicarse más por su desconcertante discurso y oferta de campaña.

Al parecer, lo perdimos. Su singular olfato y su astucia para escapar de las trampas políticas desaparecieron y ahora deambula sin rumbo fijo, acaso hacia su tercera y última derrota presidencial. Hace algunas semanas, el gobernador veracruzano disfrutó produciendo video caseros en los que llamaba “loco” de manera reiterada al candidato presidencial.

Pero en lugar de desmarcarse y dejar a Yunes Linares como un adversario político peleonero, cuyo único propósito es atajar a su principal adversario, resulta que se autoimpuso el mote durante su toma de protesta como candidato presidencial, al asegurar actuará con terquedad y locura para acabar con la corrupción. ¿Entonces Yunes Linares tenía razón?

La terquedad y la locura son dos atributos contrarios al sentido común y el ejercicio del poder público. Y vaya que en Veracruz lo sabemos, a partir de que en la última década estas fueron dos condiciones omnipresentes en el estilo de gobernar del duartismo fiel.

Pero lo más grave ha sucedido en los últimos días. Primero, tejiendo alianzas con varios de los personajes más oscuros del viejo régimen al que ha ofrecido combatir; hoy hasta sus seguidores empiezan a pensar que eso no será posible por los compromisos inconfesables que ha ido adquiriendo en el camino.

En esta faceta delirante, López Obrador utilizó su acto de toma de protesta para mostrarse como un político poco capacitado para ejercer la Presidencia. “Soy terco, es de dominio público; necio, obcecado, perseverante. Con esta misma convicción actuaré como presidente de la República: con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción”. Tal cual.

Pero además, Andrés Manuel también se ha extraviado en el tiempo. Hoy no quiere ser como el francés Macron, el canadiense Trudeau o el uruguayo Mujica -quien por cierto rechazó un encuentro con él-. Quiere ser como el pasado, “quiero ser recordado como buen presidente”, y mencionó a Benito Juárez, Francisco I. Madero y el general Lázaro Cárdenas del Río. México no necesita otra revolución armada ni de otra economía de Estado que nos aísle del mundo. Acaso el liberalismo y honradez del juarismo serviría en este momento, aunque no en un personaje que se ha reconoce católico y muestra su conservadurismo. Lo único que lo une a Juárez es su tentación por el poder.

En el proyecto de nación que el tabasqueño propone, va desde pacificar al país, -y para ello planteó “hacer todo lo que sea necesario”; combatir la corrupción; dejar de comprar gasolina en el extranjero-, hasta regalar fertilizante, aumentar los salarios de los trabajadores, no incrementar el IVA ni el ISR; no más aumentos en el gas y la energía eléctrica; acabar con los ninis, pasando por el amor, como sinónimo de justicia.

“Estoy seguro de convencer que la justicia es amor, es generosidad, es calidad, la justica es lo que tiene más valor sobre la tierra. Además, la paz y la tranquilidad son frutos de la justicia, el orden no es más que una consecuencia de la justicia, el orden no se consigue sólo con el uso de la fuerza, el orden se consigue con la justicia”. Habrá que aclararle a AMLO lo que significa el concepto de justicia en el marco de un Estado de Derecho y no de una involuntaria confesión de su conservadurismo.

Pero cómo se atreve a hablar de justicia, cuando ha impulsado a una serie de personajes al Senado de la Republica que son un verdadero agravio para los mexicanos. Elba Esther y el Napito, incluso palidecen frente a la pretensión de hacer senadora a Nestora Salgado, quien cuenta con una serie de investigaciones ministeriales por secuestros cometidos en el estado de Guerrero.

Nestora era la coordinadora de la Policía Comunitaria de Olinalá, y es acusada de haber participado en al menos 48 secuestros, entre ellos los de cuatro adolescentes; además estuvo detenida por esos hechos en el penal de alta seguridad de Tepic, Nayarit. Ella será una de las representantes de Guerrero en la Cámara alta, según dio a conocer ayer el diario capitalino La Razón.

En efecto, Andrés Manuel se acerca peligrosamente a la locura. Empieza a extraviarse en el contexto de un país complejo que no necesita de milagros ni perdones piadosos; ha perdido el sentido del tiempo y del espacio, aludiendo a propósitos imposibles de alcanzar en el país que vivimos.

Andrés Manuel está hablando en serio. Que nadie se diga engañado. Por eso, esta vez, si resulta un peligro para México

Las del estribo…

  1. El alcalde Hipólito Rodríguez está aprendiendo de mala manera que no es lo mismo ser borracho que cantinero. Hoy que es autoridad, tiene que soportar sus dichos y acusaciones, y al mismo tiempo, aguantar vara con los demonios que ha soltado. Si hay irregularidades, que las denuncie y las sancione mucho más allá de una grabadora. Lo peor sería, que como en la casa de enfrente, utilice distractores para apaciguar un fuego que intenta apagar con gasolina.
  2. La deportación de España de Javier Nava Soria, acusado de ser prestanombres de Javier Duarte en sus operaciones de lavado de dinero, parece ser una estrategia del gobierno mexicano para agilizar el trámite. Hace algunas semanas se acusó que la solicitud de extradición era deficiente; hoy esta deportado. Lo que les hubiera llevado meses, lo resolvieron en días.