Leticia Valenzuela es una obrera de la construcción escénica, a lo largo de los 26 años que lleva en Xalapa, ha edificado, hilada tras hilada, una sólida carrera teatral y dramatúrgica en la que la sensibilidad y el compromiso sociales son leitmotiv, condiciones irrenunciables.
Aunque ha participado en algunas compañías institucionales, su esencia es la escena independiente. De estas y muchas otras cosas platicamos la semana pasada.
Del smog a la neblina
Yo soy chilanga, estudié teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y estuve trabajando en el DF mucho tiempo, sobre todo en el teatro independiente. Me casé y tuvimos dos hijas y en el 92, cuando empezaron las crisis ecológicas en el DF, decidimos salirnos. Yo tenía en la mira a Xalapa por ser una potencia teatral; dentro del panorama teatral de México, Xalapa siempre era muy atractivo, me acuerdo que hacíamos cola para ver las puestas en escena de la OrteUV en el Foro Teatral Veracruzano y dije ahí voy. Nos venimos ese año y desde entonces he trabajado acá, la mayor parte del tiempo en el ámbito independiente, haciendo y llevando a cabo mis propias necedades y las cosas en las que creo.
Es muy difícil trabajar de manera independiente, no hay suficientes foros, no hay estímulos gubernamentales, ahora estamos en una crisis terrible, el Ivec no tiene fondos, el Ayuntamiento -que sería otra posibilidad- tampoco tiene fondos, las cosas están muy detenidas y hay que rascarle por otro lado, buscar convocatorias, participar en concursos, que también es bastante difícil, pero en estas estamos y, a fin de cuentas, siempre encontramos la manera de que sea posible. Siempre trato de ir a espacios que no son precisamente espacios teatrales sino lugares públicos, porque me parece muy importante realizar la labor de hacer que la gente vea teatro por primera vez y así crear nuevos públicos.
En el 94 intenté entrar a la OrteUV, hice examen de oposición y quedé, pero después se echó para atrás por asuntos administrativos. Después, en el 2000, hice un interinato y estuve trabajando ahí un año y medio más o menos, se terminó el interinato, no había posibilidad de hacer más y se acabó. Después estuve trabajando con Yaco Gigi en la TISEC, la compañía de teatro infantil de la Secretaría de Educación y Cultura, pero yo no soy muy de instituciones (risas), mientras más tangencial sea la relación que tenga con ellas, creo que está bien.
Una de estas necedades que tengo, es un monólogo sobre sexualidad que se llama El sexo, un buen hábito. Está dirigido a los jóvenes y me importaba mucho tratar este tema de manera amable, amena y cordial, entonces le pedí a Javier Barria que me dirigiera el monólogo por la trayectoria que tiene en el teatro de comedia.
El nombre interminable
Aceptó, hicimos el montaje y un día me comentó que estaba formando un grupo de stand up y yo le dije yo quiero estar. El stand up es un trabajo nada fácil, hay que estar empeñándose y escribiendo y escribiendo y probando y presentándose y tallereando con los compañeros y todo esto. Yo creo que las rutinas de stand up son como perlitas de dramaturgia y de creación escénica, es como lo más concentrado. Nada más eres tú y el público, sin ningún otro apoyo, es durísimo, además, cuando no se ríen, te quieres cortar las venas (risas), pero es un reto muy interesante. Mi primera rutina comenzaba más o menos así:
«Yo nací en el seno de una familia religiosa y casi recién nacida me vistieron con un ropón, me llevaron a la iglesia y me sorrajaron un montón de nombres con los que he ido cargando por el resto de mi ya no tan corta vida. Me pusieron María Leticia Guadalupe y para colmo tengo tres apellidos: Valenzuela Gómez Gallardo. Cuando alguien dice ahí viene María Leticia Guadalupe Valenzuela Gómez Gallardo, creen que va a venir una mujer de un metro 90 y aparece una enana de uno 50.
«Una vez me paró un policía de tránsito, le di mi licencia y le dije:
«-Bueno, pues hágame usted la infracción
«- ¿Por qué tiene tantos nombres?
«- Pues, pregúntele a mis papás
«- ¿Pero por qué tiene tres apellidos?
«- No, nada más tengo dos, pero uno es un apellido compuesto
«- ¿Pues de qué se descompuso?
«- No, quiero decir que es un apellido que tiene dos palabras: Gómez Gallardo
«- Por eso, ¿por qué tiene tres apellidos?
«-Levántame la infracción y déjame ir por favor»
No me la levantó, estaba muy desconcertado y me dejó ir. Después de todo, tener un nombre tan largo tiene sus ventajas (carcajadas).
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: ¡Ah que las hilachas!
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