La Habana, 9 feb (Xinhua) — A medida que el cambio climático agudiza sus efectos negativos en el Caribe, en especial por la ferocidad de los huracanes, el gobierno cubano intensifica la protección de los litorales de la mayor de las Antillas, con el propósito de disminuir las vulnerabilidades costeras.
De establecer estrategias con esa finalidad se encarga el ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), que en la actualidad desarrolla un programa de recuperación de los manglares, por constituir una barrera natural contra los huracanes, el ascenso del nivel del mar y el avance de la salinidad hacia los acuíferos y las tierras de cultivo.
Cifras oficiales del Citma indican que más del 60 por ciento de las costas cubanas están cubiertas por manglares, calificados como los más representativos del Caribe insular.
A nivel territorial, alrededor del 5 por ciento de la superficie total cubana está ocupada por manglares, con un área de 5.321 kilómetros cuadrados de bosques pantanosos.
A su vez, los manglares ocupan el 26 por ciento del área boscosa de la isla y pueden apreciarse en casi el 70 por ciento de las costas cubanas, por lo que se consideran su primera formación forestal natural.
Reconocida como la única formación boscosa que puede vivir en contacto con el mar, el mangle posee raíces que se anclan en forma de tenedor y penetran de manera profunda en los fondos arenosos o fangosos, donde se convierten en una potente barrera contra cualquier tipo de acción dañina de origen natural o humano.
Esas raíces sumergidas sirven de sustrato a invertebrados y peces, a la vez que les suministran refugio, en tanto protegen las costas de la erosión provocada por el oleaje, el viento y las corrientes costeras, y filtran los contaminantes para evitar que lleguen a los arrecifes coralinos.
En zonas con aportes de agua dulce y nutrientes, los bosques de mangle alcanzan de 20 a 25 metros de altura y una elevada densidad, mientras que en las muy saladas y pobres en nutrientes, pueden ser de pequeña talla, achaparrados o enanos, pero en todos los casos dotados con una rica fauna.
Especialistas locales aseveran que los manglares desempeñan un rol fundamental en la protección y estabilización de las áreas costeras, así como también en el funcionamiento general de sus ecosistemas, y constituyen zonas de reproducción y cría de especies marinas.
Investigaciones del Citma mostraron que en sitios donde disminuyó la formación de mangle, como al sur de las provincias occidentales de Artemisa y Mayabeque, se produjo un retroceso de la línea costera.
Según estudios, la línea de costa en esa zona retrocede cerca de 1,2 metros cada año, por lo que en el 2050 podrían desaparecer cinco comunidades costeras por el cambio climático.
Entre las causas de este reducción de los manglares figuran la tala y extracción maderera, la introducción de especies exóticas invasoras, la expansión de la frontera agrícola, construcción de viales y viviendas.
La degradación de esa zona costera trajo como resultado recurrentes inundaciones asociadas a las mareas y al paso de tormentas tropicales y huracanes, con los consecuentes impactos socioeconómicos negativos que son cada vez mayores.
Para revertir esa situación, Cuba desarrolla el programa Manglar Vivo, en colaboración con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y financiado por el Fondo de Adaptación al Cambio Climático.
Este proyecto prevé la restauración de más de 7.000 hectáreas de manglares y áreas de bosque de ciénaga en un tramo de 84 kilómetros entre ambas provincias, mediante la siembra directa y la recuperación natural.
Uno de sus principales objetivos es reducir la intrusión salina en las tierras agrícolas de Artemisa y Mayabeque, territorios que tienen la tarea de suministrar alimentos a los dos millones de personas que habitan en La Habana.
Yaiser Avila, uno de los responsables del proyecto, resaltó el beneficio social de esta iniciativa pues, debido a su importancia, los salarios de los obreros agroforestales se multiplicó cinco veces, y el número de personas que trabajan en estas brigadas se elevó de 10 a 50 integrantes.
Para los habitantes de ambas provincias, la ecuación es simple: o recuperan y protegen los manglares para reducir las vulnerabilidades costeras y solucionar problemáticas ambientales de la comunidad, o tendrán que abandonar el lugar.