Un día después de la jornada de saqueos en tiendas de autoservicio en el Estado de México, que ha dejado al menos un centenar de detenidos, la agencia del Ministerio Público de Cuautitlán Izcalli no logra dar cabida a detenidos, familiares, abogados, peritos y policías de distintas corporaciones. Y entre el poco espacio que dejan unos y otros, la corrupción, la violencia y los abusos fluyen, a ojos de todos.
“Quinientos pesos –le explica un abogado privado, al hombre trasnochado que espera junto con él, ante la oficina de la Policía Ministerial, por donde será ingresado a los separos, para que pueda ver a su familiar (procedimiento no permitido)–. Estos cabrones están haciendo su agosto”, remata el abogado.
El hombre acepta la tarifa con un movimiento de cabeza, y el abogado entra a la oficina de la Policía Ministerial. Unos segundos después, al hombre ojeroso se le permite el acceso.
Otros familiares, que no pueden pagar para pasar a ver unos minutos a su detenido, se amontonan fuera de la oficina de la Policía Ministerial, con tortas y refrescos en botellas plásticas, que poco a poco, los policías ministeriales les reciben, para entregarlos a sus hijos, hermanos, esposos que en los separos aguardan el trámite de consignación.
–Vengo a ver si mi primo está aquí, lo detuvieron ayer –le explica un joven a uno de los policías ministeriales, cuando se asoma afuera de la oficina, para recibir más tortas y refrescos para los detenidos.
–¿Tú te vas a hacer responsable por él? –Le pregunta el policía.
–Yo estoy ayudando a su mamá, ella vino anoche, pero no traía identificación y no la dejaron pasar a la agencia, pero ella lo vio desde la ventana, y está preocupada.
–¿Preocupada por qué? –Inquiere el agente, con sorna– ¿Preocupada porque no llegó con la pantalla plana?
El joven guarda silencio, y a través de los vidrios en la ventana ve a los demás ministeriales, dentro de la oficina, reír por la ocurrencia de su compañero.
Al final, el policía extrae su teléfono personal, y le muestra al joven fotografías tomadas extraoficialmente a los detenidos (otro procedimiento irregular), imágenes que estaban almacenadas en un foro de WhatsApp, del que el ministerial era parte.
Al no reconocer a su familiar entre los hombres y mujeres retratados, al joven se le pide ir a buscarlo a la agencia de Zumpango.
Aunque afirmó que a su familiar lo habían logrado ver la noche anterior, a través de los ventanales de la agencia, nunca se le permitió buscar el nombre de su familiar en ninguna lista oficial de detenidos, luego partió.
En el suelo, acuclillado, un adolescente con una venda ensangrentada alrededor de su cabeza, busca cambiar de postura, con dificultad: con ambas manos se soba el costado izquierdo o, más que sobarse, parece querer reducir el movimiento de las costillas, finalmente logra estirar las piernas.
Él está, junto con otros cuatro adolescentes, en en un costado de la agencia, custodiados por un policía preventivo, mientras que al otro extremo del lugar (seis metros más allá), aguardan otras seis mujeres, adolescentes también, vigiladas por una policía.
Aguardan, explicó la agente, para ser llevados a la agencia especializada en menores infractores.
Niños y niñas detenidas se agazapan contra la pared, cuando dos policías se trenzan en una discusión a gritos, y que sólo la intervención de otros agentes impide que llegue a los golpes.
Los gritos entre uno y otro explican los hechos: el policía que vigila la entrada a la agencia, y que lleva el registro de personas que entran y salen, ha detectado a un policía preventivo (que sólo lleva pantalón tipo comando color negro, playera negra, y botas, sin ninguna insignia oficial) que está dejando pasar a familiares de detenidos, de manera recurrente, sin que inscriban en el libro de ingreso a las instalaciones.
El policía que vigila el acceso también le recrimina no estar debidamente identificado, ni portar la placa policiaca, y remata con la advertencia de que lo va a detener. Para ese momento, ambos agentes están nariz con nariz, y otros preventivos deben separarlos.
Mientras, fuera de la agencia, abogados privados van repartiendo sus tarjetas de presentación, y amarrando tratos con las familias de los detenidos, como el de los 500 pesos por lograr que les permitan verlos.
Consultado en torno a los abusos y las presuntas prácticas de extorsión presenciadas dentro de la Agencia del Ministerio Público de Cuautitlán Izcalli(ubicadas a un costado del centro comercial Luna Park), el vocero de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, Claudio Barrera, aseguró que “a cualquier denuncia en contra de malos servidores públicos le daremos seguimiento puntual, y la ciudadanía nos ayudaría mucho al hacer las denuncias correspondientes”.
Diego y el caos…
Diego es un joven del Estado de México, cuyo teléfono está registrado en uno de los foros privados de WhatsApp desde los que se coordinaron los saqueos del 4 de enero a tiendas de autoservicio.
En el foro “Saqueos”, Diego aparece con el nombre “DiegoKaoz49”, y reporta al resto de los integrantes: “ya todo el pelotón de Héroes (vamos) tendidos para Metro Ecatepec”.
Un segundo participante pregunta si deben verse “afuera del Coppel” o, propone, “una cuadra antes y llegamos todos en verguiza”.
El resto acepta la propuesta y quedan de estar ahí a las 10 de la mañana.
Este viernes, 5 de enero, un día después de los robos en distintos puntos de la entidad, Animal Político se comunicó al teléfono con el que “DiegoKaoz49” está inscrito en el foro “Saqueos”, para consultar al propietario sobre su participación en los hechos.
“Sí, yo soy el propietario del teléfono, y sí, mi cuenta es DiegoKaoz49, porque me llamo Diego –explicó el joven, quien no se encuentra detenido, al otro lado de la línea–, pero no tenía conocimiento de lo que me estás hablando. Yo soy del Estado (de México), pero en mi barrio no hubo afectaciones por saqueos.”
–¿Tienes idea de cómo llegó tu número a este foro denominado “Saqueos”?
–Ah, es que, ¿qué crees? Mira, yo estaba viendo las redes sociales, y metí mi número, me metí a un grupo de Facebook, por pura curiosidad, para saber lo que pasaba. Y sí: no tenía conocimiento de eso, y me salí.
Cuando se le explica que su número aparece en un foro de WhatsApp, es decir, un foro privado para el cual tuvo que haber número de celular a un administrador, Diego se enreda aún más en su explicación.
–Es que había un link –explica–, nos la mandaron a todos, y te metías, y de Facebook te jalaba automáticamente al grupo de WhatsApp, y ya, te llegaban todos los mensajes.
Diego no acepta hablar de quién le envió la invitación para participar en el foro “Saqueos”, ni a quiénes más se refiere cuando habla de “todos” los que, junto con él, fueron convocados.
Pero afirma: “Nosotros trabajamos. Nos dedicamos a trabajar, tenemos locales de telefonía, soy distribuidor de Telcel y, de hecho, no hemos abierto estos días, por seguridad”.
Diego se despide y cuelga, sin aclarar por qué consideraba más seguro mantener cerrados sus locales comerciales, si al principio de la conversación afirmó no saber nada de los saqueos en la entidad.
Con información de Animal Político