Un día después de que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares anunciara en el Congreso local, con júbilo y la voz engolada de la emoción, que el primer objetivo de su iniciativa en materia política y electoral era avanzar en un tema de justicia, la equidad de género, cerca de 20 fiscales especializadas en delitos sexuales y contra la familia, que laboraban en la Fiscalía General del Estado (FGE), fueron echadas de manera grosera y, como es costumbre del justiciero gobierno del cambio, sin promesa de pago de indemnización o liquidación, por lo que les dijeron que debían firmar su renuncia “voluntaria”. Muchas de las fiscales tienen una antigüedad en sus puestos de entre 15 y 19 años.
De nada valió la manifestación realizada frente a la sede de la FGE, donde pedían hablar con el fiscal Jorge Winckler; tampoco, las palabras melosas de Yunes tratando de ganar la adhesión femenina para su causa mientras Veracruz está convertido en un ignominioso cementerio de mujeres violentadas, cuando son de las únicas del país que no pueden disponer libremente de su cuerpo, que están obligadas a procrear hijos aunque su concepción sea producto de una violación y cuando en ninguna oficina gubernamental se respeta la famosa equidad de género.
La explicación de la Fiscalía, en un comunicado del sábado 2 de diciembre, es que se habían encontrado deficiencias en el servicio, lo que ha generado un alto índice de quejas y reclamos de parte de la ciudadanía, en todo el estado. “Para llegar a esta conclusión, la Coordinadora del área hizo una investigación y análisis de cada una de las fiscales a su cargo, basada en estadística y sustento debidamente registrado, producto de lo cual se tuvo conocimiento de la productividad de las fiscales, que en su gran mayoría alcanzaba un raquítico porcentaje y en muchas de ellas era nulo el mismo, lo que generó gran preocupación ante los delitos que son materia de la coordinación, entre ellos, pederastia, violación.”
Por ello, añade, se rotó a 17 fiscales de la Coordinación, mientras que a 12 fiscales especializados que no mejoraron su productividad y no cambiaron su actitud en el servicio no les fue renovado el contrato.
Dos contendientes por la Presidencia, hasta ahora
La sucesión presidencial parece haberse echado a andar, si bien solo dos contendientes tienen casi seguro su boleto para participar en los megacomicios del 1 de julio próximo. Andrés Manuel López Obrador no es novedad puesto que tiene años picando piedra no solo para aparecer en las boletas electorales sino para ganar la Presidencia de la República, y para ello creó su propio partido a cuya órbita ha logrado atraer a militantes y simpatizantes de todas las corrientes políticas. José Antonio Meade, quien este domingo al filo del mediodía se registró como precandidato del PRI, es el segundo contendiente visible.
A este último le pesa no solo el partido que lo postula, el PRI, colocado en medio de un duro cuestionamiento ciudadano por la violencia criminal creciente y la galopante corrupción que ha permitido un sobreendeudamiento sin mayor desarrollo, pues los datos de crecimiento del PIB son marginales y ya se habla de recesión. También opera como un fierro candente la marca del Presidente que lo ha elegido para que luche por sucederlo, un Enrique Peña Nieto totalmente desgastado, con el menor apoyo ciudadano en toda la historia de los mandatarios en México. Del lado del Frente Ciudadano por México, el que no sabemos si finalmente se consolidará, hay un fuerte enfrentamiento entre el PAN y el PRD para definir al candidato presidencial, posición añorada por Ricardo Anaya, quien apostó por esta ruta para tener una mayor competitividad. De hecho, al momento del anuncio de un acuerdo para conformarlo, las siempre veleidosas encuestas lo colocaban en la cúspide de los resultados electorales, pero en los últimos ejercicios, sobre todo a raíz de la postulación casi segura de Meade, ha ido perdiendo gas y ya muchos lo ubican en el tercer sitio, debajo de Morena y del PRI.
A López Obrador no le ha ido bien ni en entrevistas con periodistas críticos pero de indudable imparcialidad, como Jorge Ramos de CNN, dada su obstinada decisión de no abordar temas (como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o el narcotráfico y la violencia que genera) que pudieran generarle restas importantes de votos en el sector que desde el nombre de su partido ha buscado atraer, ni en el eco de sus últimos discursos, particularmente cuando en Guerrero no descartó la posibilidad de ofrecerle amnistía a los líderes de los carteles con tal de que se termine la violencia y así garantizar la paz en el país.
A raíz de estas expresiones, se observó en redes sociales un intensísimo golpeteo contra AMLO, instrumentado desde Presidencia y el grupo Tucolo (Todos Unidos contra López Obrador), aunque también protagonizado por personas en lo individual que están en total desacuerdo con la posibilidad de que los zares de las drogas, los integrantes de las bandas delictivas, pudieran ser perdonadas y reintegradas a la vida normal para el goce de riquezas que fueron robadas a miles de mexicanos, muchos a costa de perder la vida en situaciones de extrema crueldad.
Estas expresiones no ayudan mucho, sobre todo en un ambiente en que las fuerzas del poder buscan evitar que Andrés Manuel gane la Presidencia de la República.
Meade, el experimento
Frente al viejo dirigente de la izquierda, las fuerzas que detentan el poder político en el país han encontrado una fórmula que puede redundarles buenas ganancias electorales: postular a un funcionario que ha servido en administraciones federales del PAN y el PRI, en ninguno de ellos afiliado como militante, y con una enorme capacidad técnica para la conducción de la economía, si bien se ha emprendido una campaña dura en su contra por haber logrado magros resultados en crecimiento del PIB, permitir el sobreendeudamiento y no disminuir los índices de pobreza y pobreza extrema, asuntos que podrá rebatir aduciendo que él solo instrumentaba las políticas de los presidentes en turno.
El próximo julio veremos si el experimento funciona, y puede que así sea, con apoyo no solo de los priistas (salvo los recalcitrantes que no ven con buenos ojos a un candidato externo), sino también de varios sectores del PAN, los indecisos y aquellos que no están conformes con la opción ofrecida por Morena; todos ellos hallarían en el exsecretario de Hacienda una posibilidad extraordinaria para depositar el país en manos de una persona inteligente (lejos de Peña Nieto), con una idea clara de qué hacer con la economía y, si no fuera mucho pedir, comprometido con combatir a fondo la corrupción.
Y justo esto último fue lo que ofreció Pepe Meade al registrarse como precandidato del PRI a la Presidencia de la República: un combate frontal a la corrupción, “ni un peso al margen de la ley, ni un privilegio más que el ser mexicano”. Por supuesto que no ofreció un rompimiento definitivo con quienes fueron sus jefes: “no hay que demolerlo todo, no hay que cambiarlo todo, apostamos por la experiencia y no por la ocurrencia”. Con ello no solo pintaba su raya sino que lanzaba un mensaje a su principal obstáculo para llegar a Los Pinos.
Porque su discurso hizo sonar en la cabeza de todos el nombre del tabasqueño: Meade dijo que se debe apostar por el conocimiento y no por el enfrentamiento, por la preparación y no por la improvisación, programas y no caprichos, instituciones y la ley y no en las profesías. “Creemos en el hambre de servicio, no en el hambre de poder”.
Pidió a los priistas ganar la Presidencia para convertir a México en una potencia en donde todos vivan mejor, y dijo que propondrá una vía clara y realista para que México sea un país justo en que se viva con seguridad. Respecto a seguridad, Meade dijo que las Fuerzas Armadas han dado certeza y es tiempo de que les correspondamos por su esfuerzo para defender al país y a nuestras familias.
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