Después de cuatro semanas en las que las obligaciones y pendientes no me permitieron dedicarme un tiempo para escribir, hoy por fin abro un espacio entre el caos de mi agenda.
Me hago acompañar de la cadencia de Joe Bonamassa y Beth Hart en I ́ll take care of you, así como de un Jack Daniel’s.
El octavo día de noviembre es, por mucho, uno de los más importantes para mi familia, pues en esta fecha se determinó su génesis en el momento que el Sacerdote dijo a mis Padres “…les declaro Marido y Mujer. Que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.
Para mí fortuna, me tocó ser producto de un matrimonio cuyos integrantes fueron educados para reparar las cosas cuando se descomponen y, 42 años después de pronunciar “Sí, acepto”, siguen juntos y reconquistándose para enamorarse cada día.
Mentiría si dijera que nunca han discutido o que que como pareja no han tenido que sortear problemas de esos que sacuden la embarcación casi hasta el naufragio; sin embargo, cada día agradezco que hayan sabido anteponer el amor y la compasión en cualquier circunstancia, que tengan tolerancia y sabiduría tanto para perdonar como para eliminar los egos, pues ello ha sido la base y estabilidad de mi familia que, si bien no somos perfectos, nos amamos.
Pero permanecer unidos y enamorados por tantos años no sólo es difícil, sino que resulta un acontecimiento cada vez menos frecuente pues, de acuerdo con información del INEGI, en los últimos 15 años los divorcios subieron 136%.
¿Jugamos un poco? Te reto a que preguntes a 10 personas al azar si se ha divorciado o si sus padres lo hicieron. Seguro que más de la mitad responden que sí al menos a una de las dos preguntas. Y es que pareciera que de unos años para acá quienes se casan han hecho oídos sordos a la acuñada frase de “hasta que la muerte los separe”. O tal vez el drama de las telenovelas ha impactado tanto a nuestra sociedad que sentimos llegar “la muerte” al primer desencuentro con la suegra, a la semana de levantar los calcetines que han dejado fuera del cesto de la ropa sucia, o con el primer “dolor de cabeza”. La realidad es que actualmente muchas parejas tardan más en planear la boda que en pedir el divorcio.
Acostumbrados a deshacernos de aquello que no nos funciona o satisface, nos hemos convertido en una sociedad que parece haber restado importancia a la figura del matrimonio, parece que para muchas personas la idea de envejecer juntos es ya una romántica ilusión fuera de moda.
Incluso, en muchos casos, el pensar comprometerse en una relación con una sola persona causa pánico, por lo que se han puesto de moda las relaciones abiertas con la opción de salir corriendo en el momento que se considere necesario.
Cuentan que en el cincuenta aniversario de su boda le preguntaron a Henry Ford cuál era el secreto para un matrimonio feliz, a lo que respondió: «El mismo que el de la industria del automóvil, limitarte a un solo modelo».
Para Ford esa era la fórmula, seguro cada pareja que logra mantenerse unida y feliz tendrá su propio secreto para lograrlo.
Personalmente creo que en las cosas del amor no hay una misma receta de cocina que nos funcione a todos, pero sí, seguramente es porque estoy educada a la antigua, o por el ejemplo de mis Padres, o porque soy una romántica que todavía se emociona con las flores, las serenatas y las cartas, pero definitivamente creo que el matrimonio es para siempre, que hay que “limitarse a un solo modelo”, que cuando encuentras a la persona correcta bien vale la pena el compromiso y hacer los egos a un lado para anteponer siempre y en todo momento el amor; y creo que como sociedad, algo debemos hacer para revalorizarlo y dejar de sostener relaciones desechables.
A mis Padres… Feliz 42 Aniversario
Liz Mariana Bravo Flores
Twitter: @nutriamarina
Xalapa, Veracruz.