Parece increíble que algunos columnistas de prestigio le sigan haciendo al ilusionista político, con eso de las señales que supuestamente manda el presidente de la República a los precandidatos del PRI a sucederlo en el cargo.

Que si ya le sonrió a fulano, que si le guiñó el ojo a zutano, que si palmeó con efusividad a perengano… por Dios, esas son jaladas.

Eso sirvió de entretenimiento en los sexenios del siglo anterior cuando el PRI era el partido hegemónico y su candidato sabía que ganaría de todas todas. Pero en la actualidad es arcaísmo puro y ganas de perder el tiempo.

Con señales o sin ellas el candidato de Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República es…

Mira lector, como aún me sobra espacio para seguir escribiendo esta columneja, ahí te van los nombres de quienes NO serán ungidos, agraciados o señalados por el dedo presidencial.

El primero en la frente es el ex gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, que vaya que buscó candidatura pero nunca estuvo en el radar de Los Pinos. Para colmo, hace unos días lo subieron para abajo al nombrarlo presidente del PRI en la Ciudad de México, una plaza en la que el tricolor no gana desde 1997 y donde prácticamente el partido no existe.

Tampoco será candidato Enrique de la Madrid Cordero que sabe que va de relleno en la lista de aspirantes y nada más.

Otro que no será el ungido es el maestro y doctor José Narro Robles simplemente por la edad (este diciembre cumplirá 69 años). Y si bien no lo van a agarrar de semental, una campaña política como la que se espera en el 2018 lo dejaría lo que le sigue a exhausto. Lástima porque es un hombre brillante.

Aurelio Nuño tampoco será el señalado. Su labor como titular de la SEV ha sido sobresaliente. Gracias a su diplomacia ha implementado la Reforma Educativa en la mayoría de las escuelas del país, además de contener a los belicosos maestros de la CNTE, aunque a costa de cientos de millones de pesos del erario. Es el Plan D del presidente, es decir, sería el emergente del emergente del emergente.

Tampoco lo será Miguel Ángel Osorio Chong, un secretario de Gobernación muy chambeador pero hasta ahí; nada más.

El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso, es el candidato de Enrique Peña Nieto prácticamente desde que comenzó su mandato. No hay más. Videgaray es su gran amigo, su consejero y casi casi su hermano.

El columnista de El Universal Alfonso Zárate dice de él: “Ha sido factor esencial en las grandes decisiones, en la integración del gabinete y en la postulación de candidatos a puestos de elección popular… Peña le ha encargado, incluso, la atención de asuntos personalísimos, de su esfera íntima. Ante los retos de nuestra vecindad, el canciller es el único con acceso directo al círculo más estrecho de Trump. De hecho, Peña no podría gobernar sin Videgaray”.

Pero Videgaray ya dijo que no buscará la candidatura, con lo que demostró que aprendió muy pronto lo que es el arte de la diplomacia a la mexicana. Digo, se hubiera visto pésimo que siendo Canciller hubiese dicho lo contrario.

Aunque a un presidente jamás se le retoba y menos se le dice no, Videgaray lo puede hacer con Peña Nieto precisamente por la confianza y el afecto fraterno que hay entre ambos.

Si le dice en corto al presidente que no quiere continuar y que no desea ser candidato, será el mismo Videgaray quien auxilie a Peña Nieto en la decisión más importante de su vida. Y ésta recaería en la figura de José Antonio Meade Kuribreña, hermano del alma de Videgaray y su compañero inseparable desde los tiempos de la universidad.

Conclusión: Videgaray y Meade son los dos ases en la baraja de Peña Nieto. Y sin necesidad de recurrir a “señales” mamonas.

bernardogup@nullhotmail.com