En diciembre de 1996 Dante Delgado Rannauro fue detenido en la Ciudad de México y remitido al penal de Pacho Viejo, acusado de peculado por 450 millones de pesos, abuso de autoridad e incumplimiento del deber legal. Y estado ahí fue que el entonces secretario de Gobierno, Miguel Ángel Yunes Linares, le hizo la vida de cuadritos al grado de que se volvieron enemigos irreconciliables.
Año y meses después y a pesar de que nunca demostró su inocencia, Dante salió en libertad por “prescripción de delitos” pero anduvo vendiendo el cuento de que había sido un preso político; como lo han vendido Duarte, Granier, Borge, el “Chueco” Villanueva y todos los sujetos de ese calibre que van a prisión.
En síntesis, Dante no es una hermanita de la caridad y tampoco es un político honesto. Es un oportunista que ha sobrevivido con su partidito Movimiento Ciudadano, que le permite seguir mamando del presupuesto y hacer su roncha en tiempos electorales.
Y los de ahora son tiempos electorales.
Su alianza con el PAN y PRD en lo que se llama Frente Ciudadano lo está acercando a su irreconciliable enemigo Yunes Linares. Y lo está poniendo en la penosa disyuntiva de apoyar al hijo de éste, que quiere ser gobernador de Veracruz, o renunciar al Frente e irse con su partidito a otra parte.
Cuando Carlos Loret de Mola le preguntó si estaría dispuesto a sumarse a la candidatura del hijo de Yunes con toda la rivalidad que existe entre ambos, Dante contestó con algo que ya registró la historia: “Lo quiero poner de manera muy precisa; el proyecto de transformación del país, es superior a cualquier diferencia personal”.
¡Fuuuuuta!
Checa lector la profundidad, el sentimiento y la pasión que encierran estas palabras. Algo así como La Patria es Primero nomás que en versión Región Cuatro.
Si esa frase la hubiera dicho un político mexicano del siglo XIX quizá la creería porque la mayoría vivían de su sueldo; sin dietas, sin gastos de representación, sin viáticos, sin bonos de productividad, sin diezmos, sin servicios médicos y sin seguro de vida. Pero creerle al señor Dante Delgado al que le pagamos con nuestros impuestos hasta el agua que se bebe, por Dios.
A Dante le importa un pito la transformación del país, lo que le interesa es la lana y lo que está en juego en Veracruz. El bien superior de la nación y todas esas jaladas son nomás para la foto.
Un amigo que lo conoce muy bien porque trabajó con él por varios años, me dijo que Dante buscará la gubernatura y aprovechará los problemas de inseguridad y desempleo que hay en Veracruz para convencer al mandamás del PAN, Ricardo Anaya, de postularlo por el Frente Ciudadano.
Pero también puede suceder que se acerque a su enemigo irreconciliable para venderle a precio de oro, las dos docenas de votos que Movimiento Ciudadano le daría a Miguel Ángel Yunes hijo.
Dante me recuerda mucho a Jao, un pintoresco personaje tuxpeño que decía: Con dinero baila el perro y para estos efectos el perro soy yo.
Dante Delgado no es ningún político al que le preocupe mejorar las condiciones del país; es como todos los de su clase. Y en el fondo, eso no deja de ser una tristeza.
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