¡Federico! ¡Federico!
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
A las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
A las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
A las cinco de la tarde…
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
La luna vino a la fragua
con su polizón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
Mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Y el embrujo se hizo, ahí en Argonautas en un escenario majestuoso de luz y sombra, de pasión, amor y poesía. Así lo leyeron, los poetas; Daniel, Ana Iris, Julio César y Ernesto. Poesía en movimiento, expresión del sentimiento humano, conjunción de plasticidad, creación, libertad y espacio sin límites, en donde Eros y Tánatos en la voz de los cuatro poetas se amalgamaban en la creación del ser, capturando en el alma la esencia humana. Magia y milagro de la poesía, milagro y magia de la vida. Rito de fusión de voces, cual ofrenda GranDiosa al espíritu y el alma.
Daniel Acevedo, del infinito, desliza palabras sensuales, que recorren de pronto el laberinto del paisaje Erótico y de la Muerte. El autor nos comparte el deseo, su deseo, que son los deseos de todos. En aroma y sudor etéreo que se consume entre los cuerpos entrelazados, en la inmensidad de la lujuria.
Profundamente inspirado, Daniel Acevedo nos entrega las experiencias espirituales de su creación. Se muestra generoso en su obra, en donde no pretende justificarse, si no que se trata de una verdadera obra de arte. El hombre, el arquitecto, el bailarín, el danzante, el coreógrafo, el pintor, el poeta. Todo en sí, en él, es arte, que es la fuente de sensaciones emotivas que transmuta a un verdadero talento.
En un vertiginoso ritmo de desarrollo poético, nos deleita ante el pudor de lo que somos y no queremos ser. Eróticos y Muerte, Eros y Tánatos. Origen y final del hombre.
Y abruma en el deseo al escucha. En donde el conocimiento de las artes eróticas se trasluce en la facies de la existencia.
Eros, certidumbre del arte de la creación. La creación, el amor y el sexo. La incertidumbre de la muerte sin violencia, reflejada en Tános, criatura de oscuridad escalofriante. Que se vence ante La fuerza del amor erótico del impulso creativo de la luz primigenia de la creación, y se disipa en un duelo de sueños de Hipnos con las hijas de Nix, desde los pueblos primitivos de hace veinte y un mil años, que anhelan la infinitud del ser. El poeta moderno, que es Daniel Acevedo, se abre a las expectativas moralistas del poema, que rompe y supera el establishment de la cultura de estos tiempos, como una herramienta civilizada que supera el estatus conservador de la forma poética y del comportamiento humano, y que dichos atributos, son consecuencia de las lecturas y vivencias todas, de las culturas humanas y de las propias.
Los ornamentos de las palabras de Daniel Acevedo, son atributos sagrados, de demonios y dioses, de bailes, de danzas, de máscaras. De ceremonias expresionistas de su propio talento.
Así en las voces de Ana Iris Nolasco, Ernesto Vilches, Julio César Martínez y el propio autor, cuatro escritores y poetas de antología, disiparon sus voces en la tienda de libros de Marduk Obrador Cuesta, que de Obrador tiene lo que tiene de Cuesta, porque es Contemporáneo, porque es joven, porque es intelectual, porque Obra permitiendo el espacio para difundir las innovaciones en el campo del arte y la cultura. Los argonautas, navegaron por la mitológicas Págasas del erotismo y del tánatos, encontrando el vellocino de oro, que es la poesía.
El ser humano que es un ser siempre incompleto, que vive y lucha para completarse, y que lo va logrando a lo largo del curso de sus muchas vidas en busca de su deber del ser. Ambos procesos de vida y muerte son el significado del hombre.
El hombre es su religión misma, en constante ritual de permanencia corpórea en un comportamiento de sus sistemas y creencias que lo llevan a la espiritualidad del arte en el erotismo constante y permanente, para crear y ser la creación misma y sublimar así a la propia muerte.
La soledad, la ausencia de afecto en sí mismo, le dejaría desprotegido.
La incursión de las expresiones poéticas por las que incursiona Daniel, cual nombre de ciclón que manifiesta los prolegómenos de la tormenta de la pasión, el amor y el deseo, le ha permitido la libertad de la poesía y esencia de la corporeidad que nos proyecta hacia el espectro orgasmo abismal del pensamiento, para realizarlo o llevarlo a la excelsitud de la otredad, de la humana atracción y deseo que despierta la pasión del otro, de misterios para la creación de la vida, para permanecer y trascender como especie humana.
Y aquí, el humano se declara atónito ante la imagen de la existencia, al mismo tiempo del amor puro, cual astado enhiesto firme en su evolución, y el deseo sensual de la poesía erótica de este Recital Poético.
Recreación
Recital Poético
¡Eran las siete de la noche!
Porque te amo, arrullo mi desvelo con tu risa, tu risa que lo es todo, o casi todo, hasta alcanzar la infinitud. Porque te amo absorbo la poesía de tu ser, de ti, que como gladiador en la arena del lecho, te amo, te se amar, porque tú eres el sendero de luz que iluminan las murallas de mi existencia. Te amo así, impaciente, anhelante, para no dejarte pensar, en recuerdos distantes. Compartimos el deseo del uno y del otro, del momento suspendido de amor, en la transferencia del tiempo y el espacio, hasta consumarlo, en esta inmensidad interminable, de silencio infinito, en el cálido laberinto de tu geografía corpórea y tu pensamiento de lujuria interminable.
Renacemos, en otro tiempo, en esta época, y nos olvidamos de la religión y del nous, que nos hace ser un fluido inmanente de energía, en donde anidan y florecen los senderos de tus caricias.
Y te encuentro una y otra vez, frente a mi cuerpo, desnudos, de amor, de paz nocturna, de poesía. De sangre que recorre, la ola del deseo, en donde el sexo explota y la pasión expulsa, gemidos de amor, que se remontan a la lujuria coronada que hechiza nuestras almas y que envenena la envidia de los otros, como ortigas en tiniebla, pegadizas de rencor. Y es la bendición, nuestra bendición, mis manos, mis labios, tus labios, tu lengua, mi lengua, en todo tu cuerpo y tu ser. Porque uno al otro, en este instante, somos uno, desnudos, abrazados, enlazados, en pasión tardía, ausente-presente.
Y brotan en ti, el encaje de alhelíes, con aromas de nardos y margaritas blancas, impetuosas quemantes, de éxtasis por la madrugada. Aunque sea a destiempo de este tiempo, Dime que me amas.
Frágil la llama, se envuelve con la brisa, en grácil danza y miles de estrellas y soles aparecen en tu sonrisa, en el ruedo de luna, de ensueño.
El negro toro, se apresta a la faena, lame los belfos, estruendo de polvo y grana, arte y gloria aliña, púber coraje desgrana, por la taurina campiña, de grácil danza, tu sonrisa aparece, para vestirte de besos.
Poco a poco me acerco, ingreso y regreso, porque la vida es en espiral, camino, despacio, tranquilo, con decisión, la mirada hacia el horizonte. Caminaré hacia el poniente, para perderme en el circulo rojo del sol, que incólume se hunde, entre la ola ocre de las alturas. Desciendo, del ascendente que la vida es.
Vivir es creer, recordar, defender, alcanzar a alguien, morir por alguien.
Que no se envejezca, que se muera, cuando la existencia se ha cumplido. Y como el embrujo de la palabra de Federico, he aprendido con ella, que arrancarme la vida a girones es el verso que perfuma la decadencia. Contigo Federico, aprendí a perfumar el verso con esencia de albahaca, el ritmo de la cadencia con que cantas a los limoneros de oro o a la lunita de plata, con tu lira y con tu verso, arrebataste mi calma, apretujándome el pecho y desgarrándome el alma.
Aroma de marisma, guitarra, voz, lamento de cante jondo, quejido del alma, embrujo y amor, de rumba flamenca. Baile, guitarra y palma, castañuela que retumba.
Duerme, duerme mi niño, yo te cuido, te protejo, te vigilo. Duerme, duerme, mi niño, te cubro, te cobijo, te canto, te arrullo, te acaricio, te abrazo. Duerme, duerme, mi niño, mi niño amado, te arropo, mi niño hermoso.
Duerme, duerme mi niño.
Daniel Eduardo Acevedo YtuArte, desvela el secreto de la vida, de ceremonias privadas que revelan una interpretación simbólica de hechos consustanciales biológicos, que proveen y otorgan un punto de escape a los instintos que se mantienen sumergidos por inhibiciones ancladas de los principios morales, por las costumbres y los códigos sociales. Las reglas de la conducta moral y moralista de la sociedad, que subyacen enriquecidas por la vida sexual de los hombres.
Como lo sugirió Eckart von Sydow, que el carácter sexual de los artistas, de acuerdo con la teoría de Freud, a cerca de los complejos sexuales, como razón fundamental de la existencia. En la obra de Daniel Acevedo, se erradican los complejos y se admite que se esta de acuerdo con las teorías evolucionistas del hombre, para evitar la equivocación de los elementos que se encuentran dentro del subconsciente. En donde en un absurdo simbolismo moralista, hablar de erotismo y de la muerte, se considera el primero amoral y el segundo atemorizante. En los símbolos de las palabras del Recital Poético de YtuArte, se encuentran las inscripciones de la existencia. Y son una ofrenda del oficiante, para el cuerpo, el alma y el espíritu, en busca de la alteridad del ser humano.
Y todos aplaudimos.