Si me preguntas lector, dónde fue el epicentro del terremoto que el 19 de septiembre de 1985 azotó la ciudad de México, sin temor a equivocarme te contesto que fue debajo de mi cama. Y es que en ese entonces vivía en un edificio de departamentos sobre la avenida Hidalgo, en pleno corazón de la capital de la República.
Aquel terremoto me tocó vivirlo, sobrevivirlo y reportearlo.
Desde entonces se establecieron protocolos de seguridad que han salvado muchas vidas. En la actualidad, hasta el municipio más fregado tiene su sistema de Protección Civil y casi todo mundo sabe qué hacer en caso de desastre.
De 1986 para acá, se hacen simulacros de sismo en todo el territorio nacional y el simulacro cumbre es el de la Ciudad de México cada 19 de septiembre.
Esta vez no fue la excepción, y si se hubiera hecho unas horas después de lo programado, quizá no estaríamos lamentando las más de 140 muertes que van hasta el momento de escribir estas líneas, porque volvió a temblar en México y otra vez un 19 de septiembre.
Este sismo también afectó los estados de Puebla y Morelos, donde fue el epicentro y se sintió en el Estado de México, Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Veracruz.
En un principio el Sismológico Nacional informó de un movimiento telúrico de 6.8 grados con epicentro en Puebla; luego dijo de otro de 7.1 grados en Morelos, pero finalmente dejó el sismo en 7.1 grados y con epicentro entre Puebla y Morelos.
Pero donde haya sido el epicentro, eso es lo que menos importa. Lo terriblemente paradójico es que volvió a temblar el 19 de septiembre, exactamente 32 años después del temblor que nos sacó de nuestro letargo en 1985.
Apenas pasó el movimiento se hizo patente el auxilio de los ciudadanos que hicieron cadenas para remover escombros y sacar a quienes quedaron atrapados.
Hombres y mujeres, jóvenes en su gran mayoría, volvieron a hacer gala del don de la solidaridad que nos hermana en las tragedias.
Es una verdadera bendición del cielo que, hasta el momento, no haya salido ningún político protagónico a “ofrendarlo todo” por nuestros hermanos en desgracia, como ocurrió durante el sismo del 85, en que no perdieron la oportunidad de tomarse la foto con los damnificados mientras les entregaban una bolsa con galletas de animalitos.
Esta vez al menos los gobernadores se han portado a la altura.
Hoy estamos de luto por partida doble; por los muertos en el sismo del pasado día 7 y por los de este 19 de septiembre.
¿Será castigo de Dios, como escribió un sujeto en redes sociales?
No lo creo.
Lo que sí creo es que traemos el santo de espaldas. Y en casi todo el país.
En el caso particular de Veracruz han sido dos huracanes y dos sismos los que hemos soportado en menos de dos meses. Y si a eso le agregamos seis años de Fidel y seis de Duarte, más nueve meses de Yunes Linares, no cabe duda que somos un pueblo heroico.
Mi solidaridad y mis oraciones están con quienes sufren por esta tragedia que 32 años después volvió a repetirse.