Hoy salí tres veces de mi casa, las tres veces me encontré con gente buscando comida en la basura, intenté pasar desapercibida, no lo logré, dejé fluir la emoción, observé sus ojos. Para mi sorpresa, estaban llenos de esperanza. Me hizo recordar que todos los seres humanos estamos en la búsqueda de algo o alguien.
La primera salida fue para encontrarme con mi alma gemela, desayunamos en La Parroquia; en medio del caos del centro de la capital, hablamos de Dios, de menstruación, de nuestras relaciones amorosas, de nuestras matrices, de nuestros proyectos. A mitad de la plática, los reporteros comenzaron a correr; frente a nosotros, el gobernador y el alcalde, acompañados de hombres y mujeres con miradas de hambre y ausencia, de eso que hallé en los ojos de los pepenadores.
Entonces recordé las palabras de esa mujer con la que me encontré por cuestiones académicas el lunes pasado: “Hija, el problema de los jóvenes es que salen de la universidad y quieren ser diputados sin haber hecho jamás algo de trabajo social, no saben detectar las necesidades de la población, mucho menos cubrirlas”.
La segunda salida fue justo para tirar la basura. En un acto de desapego, decidí tirar esa olla que ya no ocupo, ahí estaban los seres que todas las tardes convierten en riqueza los desechos; a veces los observo desde mi balcón, mi obstinación me hace creer que tengo mucho que aprender de ellos. Segundos después de dejar mis bolsas de basura, uno de los señores agandalló la olla, mientras que una de las señoras que lo acompañan, envuelta en timidez y deseo la dejó ir.
Regresé a mi departamento, mi celular sonaba con una llamada de mi padre; el hombre, cual niño chiquito, me contó sobre la experiencia de ir a recoger su tercer premio nacional de periodismo. Mientras le hacía las preguntas de rigor (¿usaste el mapa del metro que te hice?, ¿me compraste un regalo?, ¿ya estás en la terminal?), reflexionaba sobre esos dones que han hecho de mi padre un hombre multipremiado, definitivamente pertenece a la vieja escuela, me sentí afortunada de ser su alumna de primera mano.
Y es que, queridos lectores míos, llegó la hora de confesarles algo y no se trata del secreto de mi receta de aguachile, sino de eso que me ha permitido vivir con la conciencia de una anciana y la pasión de una veinteañera; se trata de escuchar a las vacas sagradas que, para mí, ha significado una forma de vivir desde muchos años antes de haber nacido, para así construir la vida de los que hoy aún no han sido paridos.
“¿Dónde pongo lo hallado? En las calles, los libros, la noche, los rostros en que te he buscado”. Mientras que a los diputados del Congreso de Veracruz lo único para lo que les alcanza es para una agenda con chismes de lavadero partidistas, nuestro Gobernador opera rodeado de “jóvenes” inexpertos exponiéndolo constantemente al ridículo; al mismo tiempo, los aspirantes a candidaturas pelean una batalla con sus propios compañeros y aderezan sus discursos con causas nobles, cegados en la búsqueda de poder aunque sea de rapiña, y en paralelo, un alto porcentaje de ciudadanos sueñan con tener en sus manos la recién joya de la corona de Apple, el iPhone X. ¿Me pregunto qué es lo que hemos hallado?
La tercera salida fue para recorrer las calles y buscar esa inspiración que me permita continuar teniendo mirada de pordiosero.