A 445 días del final, de la alternancia de mal en peor, no hay división de poderes, menos ciudadanización o participación social reales, y los órganos autónomos son limitados y socavados. El colmo un Congreso local ignorado, cooptado y secuestrado.
El PAN-PRD en el poder, para no poder.
Para los veracruzanos siguen y sobresalen, las conocidas y padecidas pobreza, hambre e inseguridad en aumento; las persistentes crisis económica y de las finanzas públicas estatales y municipales; y hay que agregar, la crisis institucional, resultado de mala y peor administración pública y del insistente socavamiento del Estado de Derecho, con más ineficiencia y delincuencia gubernamental; situación, que ha conducido y conduce a más debilitamiento, parálisis o destrucción de instituciones y dependencias oficiales.
Ante falta de voluntad política, creciente ineptitud y mediocridad, con la ineficiencia y ausencia de una buena atención oficial, se acumulan más y más los problemas.
En su mayoría, ahora resultan, expertos en excusas y pretextos, profesionales del escándalo y la distracción; auto-promovidos protagonistas de la desgracia y desastres naturales; clientelistas, condicionadores y beneficiarios del asistencialismo y desarrollo social, de programas oficiales contra la pobreza.
Más, ante presiones inflacionarias desatadas por el PRI-VERDE del despeñadero, donde los gobiernos, con sus funcionarios y gobernantes tan inútiles como bien pagados, hacen poco o nada significativo (o importante) para evitar o disminuir, el gran daño en la ya de por si reducida capacidad de compra de la población.
Excepciones aparte, solo les preocupa y ocupa, seguir en el poder, para aprovecharlo, conservarlo o pasarlo a socios, familiares y cómplices.
Así, Veracruz entra a su cuarto proceso de elecciones consecutivas.
Cuatro años seguidos, en los que se ha demostrado a costos muy altos, que dichas elecciones, además de ocupar excesivos recursos públicos (materiales y humanos), mantienen y mantendrán a políticos y gobernantes en lo que más les importa: la continuidad de la impunidad.
No extraña que muchos se conviertan o sigan de intocables y reciclables. Algunos, hasta protegidos con injustificado fuero.
Vigente y aplicable la ley… de Herodes.
Ante alternancia de la opacidad, hay que insistir y preguntar: ¿de qué tamaño es el daño recibido y cuál es ya, el acumulado? ¿A cuánto asciende el total-total de la deuda pública estatal y municipal? ¿Dónde están los miles de millones de pesos presupuestados y desaparecidos?
¿Y los resultados de la entrega recepción?
Crecen hartazgo e inconformidad social. El remedio convertido ya, en muchas formas, en parte o el principal problema.
No es posible que ante la reiterada violación de las leyes no se haga nada; y mientras, la impunidad simule, distraiga o llene de olvido el asunto, hasta que aparece otro escándalo y lo desplaza de la atención pública del momento,
No es posible, seguir sin hacer nada. Incluso, en muchos casos, que se sabe de las lagunas en las leyes, o su notoria falta de aplicación o distorsión; y, a veces, de la existencia de mares y océanos tanto de negligencia, ineficiencia y delincuencia gubernamental, como de desinterés y pasividad social.
Si ganamos y ejercemos el derecho de elegir a los representantes y servidores públicos, igualmente tenemos derecho de revocar y evaluar permanentemente; a conocer sus desempeños, lo que hacen (bien, mal o peor) y lo que no hacen o dejan de hacer.
Urgen gobiernos legítimos; fortalecidos en confianza y representatividad social, no en ineficiencia y rapacidad, de corrupción e impunidad.
Mejorados y legitimados permanentemente. No sólo a través de su obligada transparencia y rendición de cuentas, sino también en su exposición permanente a la evaluación social y al escrutinio público.
Importante exigirles y recordarles, que son los primeros obligados en fortalecer el Estado de Derecho; en los hechos, cumplir y hacer cumplir las leyes vigentes; e incluso, proponer su actualización y reformas.
Sin excepción, tienen la ineludible obligación de transparentar sus actos, de informar de todas y cada una de sus actividades y planes.
No es gracioso favor personal, o voluntaria concesión monárquica. Todos están obligados a aclarar las cosas, a dar explicaciones y, desde luego, a combatir desinformación y escándalo, con su propia actitud, desempeño y ejemplo.
Para empezar, voluntad política verdadera, para cumplir y hacer cumplir la ley. Y en caso de que no exista, proponer las reformas o creación de normas, de los derechos y obligaciones, para que se cubra esta falta. Aunque, ¿de qué sirven buenas leyes si no se aplican ni cumplen?
Tener siempre presente, que la ley es imprescindible para la convivencia civilizada y la solución pacífica de conflictos y problemas.
Lo que se está viviendo, es un simple desplazamiento de la justicia, por el ajusticiamiento y abuso de los poderes reales. Es impostergable detener y erradicar corrupción e impunidad, que afectan ya a muchas de las instituciones públicas.
Impedir que irresponsabilidad, complicidad y delincuencia se conviertan en resignación, costumbre o sistema. ¿Qué tipo de sociedad y de gobierno formamos y deformamos, sostenemos y dejamos a las futuras generaciones?
Con voluntad y determinación, la solución es simple, aunque no fácil ni rápida. Demasiados intereses, obstáculos limitaciones y resistencias. Pero no hay de otra: empezar por cumplir y hacer cumplir. Que no ceda la ley, empezando por quienes las hacen y, en general, los que tienen la responsabilidad de gobernar.
De lo fácil a lo difícil.
Imprescindible insistir: oportuna y autentica transparencia y rendición de cuentas; evaluación social, fiscalización objetiva y deslinde oportuno de responsabilidades, de reconocimientos o señalamientos. A partir de los resultados y condiciones existentes, determinar que es un acierto y que un error.
Precisar logros y avances, pendientes y retrocesos. Distinguir fortaleza de debilidad, para determinar capacidades, alcances y limitaciones.
Se ha dicho y hay que repetirlo. El problema no es casual, tiene orígenes, causas y responsables. El proceso es tan conocido como persistente o recurrente.
Se debilitan las instituciones con discrecionalidad, excesivo protagonismo autoritario e irresponsabilidad de servidores públicos, de todos los órdenes de gobierno, que se supone están obligados a hacerlas funcionar bien. Determinante servir no servirse.
*AcademicoIIESESUV @RafaelAriasH. Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH