Cuando el huracán Karl pegó en Veracruz y Fidel Herrera fue a la zona sur a ver los daños, los damnificados de Minatitlán le dijeron que la alcaldesa de ese lugar, Guadalupe Porras, estaba acaparando los apoyos en beneficio de sus familiares. Y se lo dijeron enfrente de ella.
Fidel hizo un berrinche y le ordenó entregar la ayuda. Pero a Lupe le vino guanga la orden y se quedó con todo. Nunca repartió toneladas de comida que se echaron a perder.
En otro país la mujer hubiera sido acusada de crímenes de lesa humanidad y hubiera terminado con sus huesos en la cárcel. Pero no en Veracruz, donde sigue libre y disfrutando de lo que esquilmó a los minatitlecos, que no fueron nomás despensas.
En el 2012, Javier Duarte de Ochoa inventó una Fundación llamada “AyuDarte” (así con D mayúscula) en clara alusión a su apellido. El objetivo de esta Fundación era “debilitar los cinturones de miseria existentes en el estado”.
Lo que en realidad hizo fue esquilmar millones de pesos que fueron a parar directamente a sus bolsillos y los de sus secuaces. Pero para cubrir las apariencias con los más jodidos, les dieron apoyos patéticos consistentes en cortes de pelo gratuitos y clases de corte y confección.
En Veracruz, el político que no esquilma roba, pero aparte de eso lo pregona.
Cada vez que sucede una tragedia a consecuencia de un huracán, una inundación o un sismo no falta el político cínico, desvergonzado y oportunista, que se retrata con los damnificados, les promete lo que no les va a cumplir, se larga y no lo vuelven a ver jamás.
Allá por los ochenta del siglo anterior, me tocó cubrir las consecuencias de un tormentón brutal que cayó en la sierra de Papantla. Ahí me topé con un sujeto, candidato a diputado, que prometió casas, drenaje y pavimentación a los habitantes de una comunidad que lo había perdido todo. Y todavía se voló la puntada de ofrecer desayunos escolares para los niños, que de tan fregados los pobrecitos, no asistían ni a la escuela porque la más cercana estaba a 10 kilómetros de su comunidad.
Por supuesto, nunca les cumplió.
Pero ¿qué se puede esperar de estos desvergonzados, mentirosos, cínicos, oportunistas y rapaces? Nada que no sea joder al prójimo y todavía burlarse de él.
Desde el sábado anterior se hicieron virales en las redes, unas fotos donde se ve a miembros de una Fundación llamada Yunete, entregar despensas a los afectados por el huracán Katia.
Los miembros de la Fundación, todos gente bonita, se bajaron de su pedestal de niños bien para hacer una muy dudosa labor de filantropía consistente en regalar un litro de agua, unas latitas de atún y un paquete de galletas saladitas a los afectados. Todo bajo el auspicio del próximo candidato del PAN a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Márquez, que seguramente lo va a negar cuando se lo pregunten.
Mientras eso sucede, su papá el gobernador “condenó” el hecho y ordenó una investigación. Y el fiscal Jorge Winckler, pendiente a los deseos de su jefe, ordenó a su vez a su empleado Jaime Cisneros Gómez, abrir la carpeta número 123/2017/EE “ante el conocimiento por noticia criminal surgida en medios de comunicación de la supuesta entrega de apoyos en las ciudades de Minatitlán y Coatzacoalcos, con logotipos alusivos a un partido político”.
Por Dios caramba, es teatrito vayan a hacerlo a su casa.
Lo cierto es que no hay político mexicano que no lucre y quiera sacar una buena tajada de la desgracia ajena.
Somos el único país en el mundo que tiene este pinche vicio. Un vicio que se debe acabar pero ya, pronto, ahora.
Urge erradicar las dádivas que “obsequian” los políticos y canalizar la ayuda federal y estatal por medios decentes y honestos como la Cruz Roja, por poner un ejemplo.
Ya basta de ser tan dejados y ver indiferentes cómo una bola de malnacidos especulan con el dinero de nuestros impuestos como si fuera de ellos.
Hagamos algo, carajo. Ya estuvo suave de soportar, aplaudir, e incluso agradecer, a tanto gañán oportunista y bandolero, por darnos una dádiva que ni siquiera sale de sus bolsillos.