En los años sesenta del siglo anterior, un trio de hermanas apodadas “Las Poquianchis” estremecieron a la sociedad mexicana pues prostituyeron, asesinaron y enterraron en el patio del congal que regenteaban a varias jovencitas.
Ya como trabajador de Excélsior, en los años setenta, conocí en los pasillos del diario a Goyo Cárdenas, “El estrangulador de Tacuba”, que pasó a la historia por haber asesinado a cuatro mujeres a finales de la década de los cuarenta.
Estos criminales alcanzaron celebridad no sólo nacional sino mundial. De ellos se escribieron reportajes, ensayos y libros. Además, se hicieron películas y documentales.
¿A qué se debió tanta fama?
Sin duda a que en esos años se vivía una paz casi porfiriana, y la sociedad conservadora era fácilmente susceptible a escandalizarse con los asesinatos y a conmoverse con las víctimas. Por otra parte, los criminales eran tan pocos y tan contados que eran noticia.
Pero los tiempos cambian. Si a finales del sexenio de Fox nos horrorizamos con los primeros desmembrados, ahora estamos tan acostumbrados que ya ni los volteamos a ver.
Y en cuanto a criminales famosos ya casi no hay. Son tantos y tan variados que tras sus 15 minutos de fama se evaporan del entorno social porque atrás de ellos vienen otros, y otros, y otros, y así sucesivamente. Casi ninguno ha trascendido como Las Poquianchis y Goyo.
¿Alguien sabe quién es Santiago Meza López? Le dicen “El Pozolero” y está confeso de haber descuartizado e incinerado a decenas de infelices que antes fueron asesinados y torturados por los delincuentes.
Si sus crímenes los hubiera cometido en los años cuarenta hubiera sido más famoso que Goyo Cárdenas. Y si los hubiera realizado en los sesenta, Las Poquianchis le habrían pelado los dientes.
Pero a ese pozolero le han sucedido decenas de asesinos más cruentos que han cometido asesinatos horripilantes. Tantos, que hemos perdido la capacidad de asombro, lo que es lamentable. Y lo más preocupante es que nos hemos vuelto insensibles ante tanta violencia.
El pasado 18 de este mes un sujeto apuñaló y balaceó a seis personas en una población de Finlandia. Hubo dos muertos, cuatro heridos y aquello fue un escándalo nacional y noticia internacional.
Este viernes fueron ejecutadas siete personas en diferentes puntos de Veracruz y apenas merecieron un espacio en los medios locales.
En este sentido Finlandia es el México de los años 40, 50 y 60 que tenía la capacidad de asombro. Y Veracruz sepa Dios a qué época pertenecerá en la actualidad.
La insensibilidad es tan grande que ya alcanzó al señor gobernador. El martes anterior mataron al periodista Cándido Ríos Vázquez, y Miguel Ángel Yunes Linares no ha sido para escribir al menos un tuit condenando el hecho y prometiendo castigo a los culpables.
No exagero al decir que nos estamos acostumbrando a convivir con la muerte. Como tampoco exagero al asegurar que en la actualidad, asesinos como Las Poquianchis y Goyo Cárdenas pasarían casi desapercibidos en Veracruz, y nunca hubieran sido tan horrendamente famosos como lo fueron.