Este miércoles, los países con los que Veracruz tiene el mayor vínculo social y económico –España y Estados Unidos-, emitieron alertas para que sus nacionales eviten visitar nuestro estado, y si están en la necesidad de hacerlo, que sea de la manera más precavida posible. Las noticias sobre la violencia han rebasado fronteras y océanos, convirtiéndonos en un riesgo para los extranjeros. La respuesta oficial a las alertas emitidas por ambos países fue el silencio.

Un día antes, Cándido Ríos, un periodista muy conocido en el sur del estado, fue víctima de un atentado que le costó la vida. Es el tercer periodista asesinado en lo que va de este gobierno. En visita relámpago, el subsecretario de Derechos Humanos de la SEGOB tuvo que ser quien explicara el entorno del lamentable hecho y sugerir, a reserva de que las investigaciones lo confirmen, que el ataque no iba dirigido a él, sino a las personas con las que se encontró en ese momento. La respuesta del gobierno estatal –hasta la tarde del miércoles- fue el silencio.

Levantan a una mujer embarazada en el fraccionamiento Reforma de Veracruz; sujetos disparan a un hombre durante un asalto frente al parque de los Berros en Xalapa; huyen médicos del hospital del IMSS en Papantla ante la ola de violencia en la región. La respuesta oficial es la misma: el silencio.

No se recuerda en la historia reciente que alguna autoridad, del nivel o el partido que sea, haya optado por el suicidio mediático del silencio. Tampoco hay teoría en las ciencias sociales, en la comunicación política o el marketing que sugiera que el silencio sea una alternativa para solucionar una crisis. Tal vez resulte de manera momentánea y en un caso excepcional, pero no como la regla aplicada en forma de política pública.

Empecinado en que los medios sólo buscan convenios publicitarios, el gobierno estatal ha olvidado que los veracruzanos también necesitan información. ¿Cómo dar buenas noticias si la política de comunicación social es el silencio? Por supuesto que a los periodistas no nos gusta dar malas noticias aunque eso sea parte de nuestro trabajo. No somos agoreros de la tragedia como lo imaginan desde Palacio de Gobierno.

Y pensemos por un momento que el gobierno rompe su cerco informativo y decide afrontar todos estos temas desde una política de comunicación eficiente, que nada tenga que ver con convenios comerciales. Así, en beneficio del propio estado y de sus ciudadanos, habría una respuesta a esta percepción internacional que se está gestando de que Veracruz es un infierno.

Imaginemos por ejemplo, que el propio gobernador aprovecha sus diez minutos de buen humor al día, y decide salir a responder a las alertas emitidas por Estados Unidos y España. Y que dijera que la información con que cuentan las autoridades diplomáticas de estos países podría tener un sesgo estadístico respecto de lo que realmente está pasando; que en muchos meses atrás no se ha registrado una sola agresión en contra de ciudadanos de esos países.

Y que fuera más allá. Que dijera que el gobierno de Veracruz atiende con preocupación la decisión de estos gobiernos y que de manera inmediata establecerá comunicación con sus embajadas y consulados a fin de garantizar las condiciones necesarias para la estancia de sus nacionales. Que colaborará, sin violentar nuestra soberanía, en cualquier acción que sirva para proteger la integridad de los extranjeros en territorio veracruzano.

Podría, por ejemplo, dar cifras de nuestra relación comercial con ambos países; que sus empresas han logrado crecer en nuestro estado gracias a que hay un creciente mercado de consumidores, y que estas alertas no van a lastimar la buena relación entre los pueblos. ¿De verdad es tan difícil?

¿Y qué responder a un nuevo homicidio de un periodista? Pues la respuesta se las dio el propio Campa Cifrián. Se tendría que analizar el entorno, los antecedentes y no salir a criminalizar como antes se ha hecho ante la violencia desbordada en algunas regiones del estado. Pero no, la decisión ha sido el silencio.

Lo más lamentable es que este vacío institucional de información –los medios siempre tendrán temas que abordar e investigar-, se pretende llenar con las ocurrencias de una nueva generación frívola y poco profesional. Cuando el Fiscal del estado utiliza su tuíter oficial para informar que pretende bajar de peso, sólo lastima a personas que han sido agraviadas por la violencia y que no encuentran respuesta en esa institución.

Y lo mismo se filman videoclips de propiedades embargadas o se filtran datos que forman parte de una investigación en curso, sólo como meros distractores ante hechos relevantes de violencia. Justo cuando ocurre un evento de alto impacto, tenemos una nueva detención, la solicitud de un desafuero o la aparición de una antigua novia del ex gobernador. Eso no es comunicación social ni política.

El silencio del presente es tan grave como la mentira del pasado.

Las del estribo…

  1. Dice el diputado panista Sergio Hernández que ocupa uno de los cargos más importantes en Latinoamérica –Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local- y que por eso lo nominaron a un premio en Washington. Si va a gastar dinero en vestirse de oropel, ¿por qué no empieza por terminar una carrera profesional? Me confirman desde Washington: los Napolitan Victory Awards quitan el dinero, no lo ignorante.
  2. Según Ricardo Anaya, la exposición pública del vertiginoso crecimiento del patrimonio de su familia política, es una infamia que tiene fines electorales. La misma respuesta entre el cinismo y la ingenuidad. A partir de ahora, conoceremos vida y milagros de quienes aspiran a un cargo de elección popular. Lo que Anaya y los que vienen deben hacer es aclarar si esto es mentira o simplemente la corrupción está en el ADN de todos los políticos.