Si uno escarba en los discursos de los últimos 14 presidentes de la República, es decir, de Lázaro Cárdenas a Enrique Peña Nieto, se encontrará con una vastísima amalgama de florituras retóricas dirigidas a los indígenas. En sus campañas les prometen todo, y cuando están por largarse ni los voltean a ver.

Acaso la excepción sea don Pepe López Portillo, que en su discurso de toma de protesta como presidente de la República, les pidió perdón por encontrarlos tan fregados. Y en su último informe de gobierno les volvió a pedir perdón por dejarlos más jodidos.

Pero lo cierto es que nadie ha visto por ellos y en Veracruz menos.

Basta asomarnos a los discursos con que engañaron a los indígenas Fidel Herrera y Javier Duarte, para abrirles una carpeta de investigación por embusteros, mentirosos y ojetes.

Y Miguel Ángel Yunes no les va a la zaga. En mayo del 2016 y en plena sierra de Zongolica, una de las zonas indígenas más abandonadas no sólo de Veracruz sino del país les dijo: “Me comprometo a ayudarlos a resolver los graves problemas que viven en materia de salud y educación donde se vive un auténtico desastre. Me comprometo a reparar sus caminos y, sobre todo, a dar apoyo a los productores del campo que se han visto seriamente afectados en su economía”.

Y a quince meses de esas promesas, te invito lector a que te des una vueltecita por allá.

En nuestro estado existen más de un millón 100 mil indígenas que hablan 13 lenguas y todos sin excepción viven en el más completo abandono.

La Comisión de Asuntos Indígenas que preside el diputado Manuel Francisco Martínez, dijo que no cuentan con recursos para salvaguardar a las diversas culturas que existen en la entidad.

Algo así como “con la pena, pero va tener que seguir muriéndose de hambre”.

Por su parte, el también legislador Sergio Hernández manifestó: “Hay que decirlo, no hay recursos para visitar a esos grupos indígenas en los 12 municipios que tenía programada la Comisión”. Y aunque los hubiera, a los diputados y al gobierno estatal les importan pura corneta los indígenas.

Es patético e indignante que cada vez que se trata de apoyarlos nuestros diputados arruguen la nariz como si sintieran náuseas. “Pinches indios, cómo joden. Qué lata son los indígenas”, llegó a decir un politicastro que para su fortuna ya se murió, de lo contrario lo estaría balconeando dando a conocer su nombre y sus dos apellidos.

Y nosotros como sociedad tampoco nos salvamos. Somos tan cerrados y racistas que no nos damos cuenta que cada vez que le decimos indio a un indígena estamos escupiendo para arriba. ¿O acaso alguien piensa que descendemos de las juventudes hitlerianas?

Nos guste o no nos guste, por nuestras venas corre sangre indígena (y española, sajona, latina, galesa, asiática). No hay mexicano por blanco y de ojo verde que sea, que no tenga un antepasado indígena.

Urge que le demos a todos los indígenas de México y en especial a nuestros paisanos de Veracruz, el lugar que les corresponde en el entorno social.

Pero antes que eso, lo más urgente es educar a nuestros diputados y hacerles ver que los indígenas veracruzanos no son ciudadanos de cuarta, sino hombres y mujeres con más dignidad que ellos.

Me ha tocado ver la soberbia y prepotencia de la que hacen gala algunos legisladores. Y los entiendo porque, pobrecitos, en su vida habían comido con manteca.

Ya nomás les falta presumir que son arios. Pero aquel que presuma de eso que me lo diga en mi cara, para poder carcajearme a placer en la suya.

bernardogup@nullhotmail.com