¿Partido o entero? El PRI, como sistema, exigió fidelidades, pero no sacrificios extremos.                                       En la conmemoración de los 88 años de vida, (se fundó el 4 de marzo de 1929) el que fuera partido mayoritario fue exaltado por sus voceros  como si ese instrumento electoral que fue de la familia gobernante, se creó del mítico desarrollo político, de un clima de libre juego de distintos y opuestos partidos y factor decisivo de una “grandeza” más transparente y por ello invisible, de la que se mencionaba muchísimo antes de que naciera Renato Alarcón, en las altas esferas del PRI.               Ni desarrollo político ni bozal para libre juego de partidos y, por supuesto, tampoco esa “grandeza” que tan frecuentemente se mencionaba han dejado de ser ficción, recurso retórico y rutinaria y obvia fantasía sin contacto alguno con la realidad.

Por lo tanto, nadie puede ser creador de lo que no existe y el partido mayoritario merece ser visto y analizado como lo que es y no como lo que se dice que es.

Creemos que el error primario, original, está en considerarlo y pretender juzgarlo como un partido político clásico. Ya se ha dicho mucho, los partidos políticos reúnen a ciudadanos coincidentes en propósitos de gobierno y resueltos a luchar por obtener el poder y así realizar esos propósitos. Seguramente no es el caso del ochentón partido oficial. El actual PRI, o lo que queda de él, es nieto directo y legítimo del Partido Nacional Revolucionario. El poder fue su progenitor, su cuna, su razón de ser.

Por conservarlo –nunca por conquistarlo- ha demostrado una actitud de acomodo a color, ideario y preferencias en su acción. Su creación fue inspirada por la habilidad de Plutarco Elías Calles, cuya fortaleza política personal estaba en crisis a la muerte de Obregón. Era su oportunidad de caer en el olvido y desaparecer del escenario de la vida nacional o avanzar a la mitad del foro y hacerse el guía indispensable primero; el consejero decisivo después y, por último el “Jefe Máximo”, voz no sólo suprema sino única.

Estas circunstancias de su nacimiento dieron al PRI oficial, desde su primer respiro, fuerza y consistencia invencibles. Pero será un error o una malicia decir que ese partido ha sido siempre el mismo. Si algo ha mostrado es versatilidad. Por ello, quienes se consideran los más leales militantes  han sido, en realidad, leales al gobierno, quien quiera que lo jefature y cualesquiera que sean sus preferencias ideológicas.

En sus tiempos, cuando Jesús Reyes Heroles fue Secretario de gobernación, aseguró que el PRI no era un partido de clase, sino de clases, porque ahí caben el patrón y el obrero, el ganadero millonario y el caporal; el que da limosna al salir de un templo y quien la recibe.

Después de 88 años el ‘Partido Oficial’ está muy nervioso, muy enfermo porque no pasó el trance de la prueba con las derrotas sufridas. Su brillo se ha opacado; ya ni en los debates sus diputados ofrecen oficio ni capacidad. No hay hombres y mujeres llenos de experiencia para enfrentar a la oposición. Enfrentan los problemas amontonados con acuerdos vergonzosos.

Hay en frente, para la Corriente Crítica, una brillante oportunidad para rescatar a un PRI que se ufanaba de tener convicciones democráticas y que ya se han vuelto turbias y no transparentes. ¿Estará Viviendo la Corriente Crítica una aventura que tal vez se vuelva desventura en Veracruz? Ricardo Olivares Pineda, Manuel Ramos Gurrión, Abel Cuéllar Morales y tantos más destacados priistas de siempre, tienen la voz y la palabra.

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