Durante la primera audiencia que tuvo el reo Javier Duarte de Ochoa con los fiscales de la PGR Magaly Alvarado, Pedro Guevara Pérez y Martha Ramos Castillo estos se vieron de a tiro tan inocentes que todo mundo se les fue encima.
Hubo quienes no se tocaron el corazón para calificarlos de torpes, ñoños, mostrencos, babosos y lo que le sigue a tontos.
Y es que resultó perturbador que con tantos meses como tuvieron para prepararse se vieran indecisos y hasta desconocedores del tema.
Su pésimo trabajo despertó suspicacia y no faltó quien dijera que actuaron así por consigna.
Si esto último es cierto, cuidado.
Si Javier Duarte sale este sábado o el día que sea en libertad condicional, las broncas no sólo serán para los juzgadores sino para Enrique Peña Nieto cuya popularidad ya casi pega en el suelo.
Hay quienes aseguran que Ernesto Zedillo atraía la mala suerte y es verdad. Pero la atraía para sus interlocutores y no para él. Si Zedillo te saludaba era seguro que tras el apretón de manos te cayera un ladrillo en la cabeza o un chamaco te atropellara con su triciclo y te mandara al hospital.
Con Peña Nieto es diferente; el salado es él y la mala suerte es para él. Ejemplos hay un resto.
Él no es el juez que lleva el proceso de Duarte ni tampoco fiscal de la PGR, pero si el gordo logra burlarse de la justicia, la culpa se la achacarán irremediablemente al presidente de la República y esa culpa le pegará directamente al PRI en las elecciones venideras.
Hoy los tres poderes de la Unión tienen independencia y autonomía propias, pero eso pocos lo creen por tantas fregaderas como se han visto entre el poder Ejecutivo con el Judicial y el Legislativo desde hace muchos años.
En el imaginario colectivo persiste la idea de que una palabra de Peña bastará para entambar de por vida a Duarte o dejarlo en libertad, cuando ya no es así.
Con este caso al presidente le pasará lo que al doctor con el familiar del enfermo: si el paciente se cura fue gracias a Dios, pero si muere fue por culpa del doctor.
Si encierran a Duarte 60 años será gracias a que se hizo justicia. Si sale libre o le dan una condena risible será por culpa de Peña Nieto.
Por donde se le mire, Javier Duarte se está convirtiendo en otro dolor de cabeza para el mexiquense al que le urge una limpia.
Él no ordenó la incineración de los estudiantes de Ayotzinapa (chance y ni sabía dónde queda Ayotzinapa), ni la segunda fuga del Chapo, ni el socavón en el Paso Exprés, pero todo le ha reventado en la cara porque está rematadamente salado.
Pobre hombre, le había de hacer como Pedro Infante que le jugó un albur a la mala suerte porque ésta ya lo traía de encargo.
Por lo pronto, veremos qué pasa mañana en la segunda audiencia de Duarte con los fiscales de la PGR.
PD.- De lo que sí hay que echarle la culpa a Enrique Peña porque la tiene, es por haber aguantado tantos años en el trono de Veracruz a Javier Duarte, cuando las voces de los que exigían su salida trascendieron las fronteras de la entidad.
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