La historia es trágica, cruel… inhumana y la cuento como me la contaron.

Un comunero de una congregación de Tuxpan, recibió la noticia de que un tramo de la autopista Tuxpan-Tampico pasaría por su parcela y el gobierno federal le pagaría una indemnización monetaria como lo marca la Ley.

El viernes de la semana anterior el hijo del comunero -un adolescente de 16 años-, salió de su hogar rumbo a su escuela y ya no regresó.

Sus afligidos padres lo buscaron, pero infructuosamente. Al día siguiente la aflicción se había convertido en zozobra y horas después se trasmutó en dolor, luto y llanto, al enterarse que el joven había sido ejecutado a balazos y su cuerpo arrojado a un paraje poco transitado.

La versión que corre es que quizá el padre del menor platicó de la indemnización con sus familiares y amigos; pero alguien más escuchó, dio el pitazo y se incubó la tragedia.

Vino el secuestro, el padre no tuvo para pagar la cantidad exigida (o no juntó todo el dinero, o lo que haya sido) y ultimaron a su hijo de forma inhumana.

En la zona norte de Veracruz la violencia vive tiempos inéditos, pero particularmente en Tuxpan donde, según me dijeron, nunca había estallado con tanta fuerza.

Este martes estuve brevemente en ese puerto y en las casi dos horas de charla que tuve con viejos amigos, me contaron historias de horror y dolor de familias que han sufrido la pérdida de un ser querido como consecuencia de una ejecución derivada de un secuestro.

Si con Duarte se disparó la violencia en la zona norte, en estos siete meses ha alcanzado proporciones de escándalo. Hay datos que aseguran que ha aumentado en un 250 por ciento o más y no tiene para cuando parar, me dijeron.

“Hemos aprendido a desconfiar de todos y vivimos con miedo. El único seguro en este puerto es el alcalde Raúl Ruiz Díaz que viaja en una camioneta blindada y protegido por sus guaruras” agregó uno de mis amigos.

En cuanto a delitos de alto impacto como secuestros, homicidios, robos y extorsión, Tuxpan ocupa el segundo lugar a nivel estatal apenas debajo de Pánuco, pero arriba de Coatzacoalcos, Acayucan, Cosamaloapan, Cosoleacaque, Las Choapas, Minatitlán, Poza Rica y Orizaba.

Y la violencia continúa ocasionando tragedias. En promedio, no pasa un día sin que no se sepa de un secuestro, un ejecutado o de ambos hechos en Tuxpan o municipios aledaños.

Otro de mis amigos comentó: “Si en el pasado los secuestros eran selectivos ahora son contra cualquier ciudadano. Basta el rumor de que alguien recibió un dinero, una pequeña herencia o es dueño de un auto seminuevo, para que sea candidato a un secuestro que seguramente le costará la vida. Esa es la realidad en Tuxpan”.

Y la pregunta salta de inmediato ¿es que nadie va a hacer más de lo que se ha hecho por combatir la inseguridad y la violencia en aquella zona?

Tragedias como la del joven asesinado a mansalva por unos cuantos pesos no deben ocurrir, no sólo en Tuxpan, sino en el resto del estado.

Y sin embargo son casi parte de lo cotidiano.

Ya para despedirnos uno de mis amigos sentenció: “Ya se fueron siete meses de un gobierno estatal que ha sido lo que le sigue a ineficaz en el combate a la inseguridad. ¿Qué sigue ahora? ¿Ponernos a rezar?”

Y otro puso fin a la charla con un comentario lapidario: “Pues que alguien proponga algo más efectivo, porque las oraciones tampoco están dando resultado en esta tierra que antes presumíamos como la consentida de Dios”.

Cruel realidad.

bernardogup@nullhotmail.com