Una vez más, el debate sobre la naturaleza, probidad y responsabilidad de quienes ejercen el periodismo está sobre la mesa. Vale decir que este debate se da en parte porque los políticos nunca han tenido una buena relación con los periodistas, porque como decía Gutiérrez Barrios, resultan el espejo del poder. Para muchos, los periodistas son el origen de todos los males.

En la pasada administración, muchos periodistas no sólo fueron asesinados, violentados, perseguidos o al menos censurados, sino que se les llegó a vincular directamente de participar en hechos delictivos de la mano de la delincuencia organizada. “Pórtense bien”, fue la lapidaria frase que lanzó Javier Duarte a periodistas en Poza Rica, cuando la cosa estaba que ardía.

Esta vez sucedió algo parecido. Sólo que ahora, el mandatario estatal acusó que hay personas que se hacen pasar por periodistas –esa fue la expresión exacta- para obtener información que va a parar a grupos de delincuentes, con los consabidos resultados. Y aunque la reacción fue criticar al Gobernador, lo cierto es que la propia PGR empezó a indagar estos hechos.

Pero el debate de fondo es determinar quiénes son realmente los periodistas, algo que muy difícilmente encontrará consenso entre el gremio y certeza en las normas. ¿Lo son aquéllos que publican –ya sea de manera gráfica, escrita u oral en medios impresos y electrónicos- sin importar si se trata de una profesión que se ejerce a diario o sólo de manera esporádica?

¿Lo son acaso sólo aquéllos que tienen un título universitario o quienes han sido reconocidos como tales por cuestionables organizaciones con fines de lucro? ¿Quiénes son realmente los periodistas? digo, para saber si a quienes se les acusa de vínculos con la delincuencia realmente lo son.

En marzo pasado, también en un contexto de violencia verbal contra los periodistas y de crisis laboral por el cierre de algunos medios, en este espacio se comentó que “el periodismo es una profesión muy compleja. Curiosamente, no todos los que trabajan en un medio de comunicación ejercen el periodismo.”

“Y habrá quien diga que es una pasión que se lleva en la sangre, que es una adicción, que es una especie de misión en la vida, pero en realidad se trata de una profesión como cualquier otra. Los médicos, los abogados o los arquitectos seguramente tendrán los mismos argumentos emocionales respecto de su propia actividad. No estamos tocados por Dios, aunque muchos -víctimas de su egolatría- así lo consideren.”

Se dijo también que “muchos periodistas en el estado en realidad no lo son. No tienen la formación ni el conocimiento. No respetan la profesión, no ejercen la ética y no tienen compromiso más que consigo mismos. A ellos no les preocupa las cosas que le pasan a los periodistas, el ejercicio pernicioso del poder, ni los agravios que se cometen en contra de la sociedad a la que dicen informar, porque en realidad para ellos sólo se trata de un negocio.”

Se han hecho muchos intentos por regular esta actividad, como sucede con éxito en muchas otras profesiones. Sin embargo, la naturaleza de las redes sociales y la movilidad de la comunicación hacen cada día más difícil esta delimitación profesional de los periodistas. Otra vez, ¿Quiénes son realmente los periodistas?

Hay muchas acepciones. Por ejemplo, a la Fiscalía Especial para la atención de Delitos cometidos contra Periodistas le llevó cuatro años determinar su materia de trabajo: “la labor periodística se entendía como aquella llevada a cabo por una persona que se dedica a tareas de información o de creación de opinión a través de un medio de comunicación.”

Una solución podría ser el reconocimiento a las capacidades profesionales a través de un Colegio. Los colegios son Asociaciones Civiles no lucrativas, formados por profesionistas de una sola rama, interesados en agruparse para trabajar en beneficio de su profesión. La finalidad de los colegios es la de vigilar el ejercicio profesional con el objeto de que se realice dentro del más alto plano moral y legal. Así funciona con médicos, abogados o contadores públicos.

Así, una reglamentación no iría en contra de las libertades de nadie. Todos podrían seguir ejerciendo la comunicación en todas sus formas hasta el límite de sus intereses, conocimientos y habilidades, pero cuando estas tuvieran una certificación por parte de un Colegio, entonces podríamos estar ante un verdadero periodista.

Los contadores públicos, por ejemplo, no necesitan estar certificados para realizar su trabajo, basta con la cédula profesional. Pero estarlo prestigia, da confianza a sus clientes y respeto entre su gremio. Jamás confundir el reconocimiento de habilidades con la censura.

Hasta en tanto no haya una definición concreta del quehacer periodístico, seguirá siendo válido el juego verbal aquel de que “todo el mundo es periodista hasta que no demuestre una forma honesta de vivir”. La certificación podría ser el camino de la certeza, tanto para los auténticos periodistas como para sus audiencias. Pero las utopías son eso, utopías.

Las del estribo…

 

  1. Según el Presidente de la Comisión de Hacienda del Estado, Sergio Rodríguez, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) no está contenta con la reestructuración de la deuda del gobierno estatal avalada por el Congreso y que se sigan autorizando créditos a municipios. La danza irregular del dinero sigue.
  2. Si en tres meses, Javier Duarte fue incapaz de aprenderse correctamente un verso de escasas dos líneas, luego de ocho meses de dejar el cargo, no debe tener ni idea dónde quedó la lana que se birló. Habrá que preguntarle a Karime.