Cuando el pasado 12 de octubre Carlos Loret de Mola preguntó a Javier Duarte si pensaba huir, recibió una respuesta firme y contundente, digna de ser pronunciada por alguien con más hombría: “¡Por supuesto que no; me quedo en Veracruz!”.
Bueno, pues este sujeto que terminó huyendo y fue apresado en Guatemala, está próximo a ser notificado que el gobierno mexicano solicitó formalmente su extradición. Por lo que a más tardar en un año lo tendremos por acá.
Los cargos que le imputan son siete: Delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita, abuso de autoridad, incumplimiento del deber legal, peculado, tráfico de influencias y coalición.
Sus abogados deben estar dando gracias al cielo porque ninguno de los delitos es considerado grave y su cliente podrá salir en libertad bajo fianza.
Javier Duarte no será acusado de la muerte de cientos de enfermos a los que dejó sin medicinas porque se robó el dinero que la federación mandó para ese fin. Tampoco lo responsabilizarán de la muerte por inanición de niños y ancianos paupérrimos a los que dejó sin apoyos alimentarios.
Y ni qué decir de los 19 periodistas asesinados durante su sexenio que siguen esperando justicia.
Nada eso va en el paquete de acusaciones.
Tampoco va ningún señalamiento sobre su presunta responsabilidad (aunque sea por omisión) en la desaparición de 690 veracruzanos y siete extranjeros, ni sobre los cuerpos encontrados en los cientos de fosas clandestinas, ni sobre las 2 mil 514 víctimas entre ejecutadas y asesinadas que hubo del 2010 a 2016.
Y menos se incluyó el robo a casi todas las dependencias públicas, ni el escamoteo que cometió con la Universidad Veracruzana por más de 2 mil millones de pesos.
Nada, solo siete pinchurrientas imputaciones que lo pueden dejar libre en unos meses.
Imagino que los millones de pesos que birló a los 212 ayuntamientos para echarlos en sus alforjas de ladrón, sí entran en una de las siete acusaciones. Pero como para la justicia no es grave dejar sin salario a cientos de miles de trabajadores, entonces no habrá mayor problema para sus defensores.
Alguna vez en la secundaria un maestro nos llegó a decir que, si un político se robaba todo el estado y lo vendía, no le harían nada porque ocuparía la mitad de lo robado en pagar un buen equipo de litigantes y la otra mitad sería para su disfrute personal.
Eso es lo que está pasando con el nuevo Sistema de Justicia Penal que ha puesto en libertad a secuestradores, asesinos y violadores. Y no tarda en sacar de la cárcel a un criminal como Javier Duarte.
Apenas llegue a México, el ex gobernador hará gala del poder que le confieren los millones que desvalijó para comprar seguridad, servidumbre, comodidad y buenas viandas en la cárcel donde permanecerá enchiquerado, mientras sus abogados recurren a los resquicios legales para que su defendido disfrute de la libertad que se le niega a un sujeto que robó por hambre.
Sólo tres de los siete cargos los enfrentará en México y una vez en libertad vendrá a Veracruz a comprar el Penal de Pacho Viejo en lo que sus defensores le gestionan otro auto de libertad.
Ante tamaña barrabasada legal ¿qué nos queda a ocho millones de veracruzanos asaltados por este truhan?
Nomás falta que una vez libre bajo caución le digamos: en lo que continúa tu proceso, disfruta Javier del estado al que arrollaste sin piedad. Sírvete con la cuchara grande y compra en esta entidad yates, residencias, autos, fincas… lo que se te antoje. Y págalos con el dinero que tan arteramente nos robaste.