Entre un taller musical infantil, uno de son jarocho en la adolescencia, JazzUV y el movimiento de las bandas xalapeñas, fue gestándose una carrera que comienza a fructificar, la de Amanda Alafita, cantante y compositora xalapeña que ya se ha integrado al inventario musical de la ciudad
«Y ya no quiero gastar más energías en pensar / que mi realidad sería mejor en otro planeta, / eso es sólo absurdo, pues no tengo otro lugar / mas tengo el poder para cambiar», declara en su canción Espejo, pieza que constituye, justamente, el reflejo de lo que «trae adentro del alma» y que ha sabido sacar a la superficie valiéndose de la música como herramienta existencial.
Ella misma nos narra su historia.
Learning to Fly
Yo soy Amanda Alafita Cabrera, soy xalapeña. Mi papá es xalapeño, mi mamá es de Coatzacoalcos, toda mi familia materna es de allá. Tengo tres hermanos mucho más grandes que yo, me llevan, nueve años la más chica, diez, Andrés, y 22 mi hermana más grande.
Nadie de mi casa se dedica a la música profesionalmente, solo tengo un primo, que no es directamente mi primo sino que es primo de mis primas, que es saxofonista, y de ahí, mi hermano tenía una banda cuando tenía como 15 años (o sea que yo tenía como cinco), era un trío de rock que se llamaba El elefante psicodélico.
Desde pequeña, desde súper bebé, la música siempre ha estado presente, no porque tuviera un ejemplo de un músico profesional pero sí había mucho gusto por escuchar música, además, mis padres y mis hermanos me inculcaron otras cosas como leer, ver películas, ir al teatro, ir a la sinfónica.
Me acuerdo que desde chiquita me gustaba cantar, imitar cantantes, cosas súper burdas como Shakira o qué se yo (risas). Antes de entrar al kínder entré a una escuelita Montessori donde había un tallercito de música y yo estaba en ese tallercito de música.
Después, mi hermano me decía hoy te voy a dar una clase de rock, y me ponía The Doors, Led Zeppelin, Pink Floyd, Jimi Hendrix, Janis Joplin, todo el rock clásico. También me hablaba del blues, me ponía a Buddy Guy, a B. B. King; y otras veces me ponía jazz y me ponía funk. Mi hermano, que es el más melómano de la casa, fue quien más me influenció en ese aspecto. Por otro lado, mis papás escuchaban mucha música antillana, el son cubano también ha estado bien presente en mi vida.
Luego, mi mamá me metió al coro de La Pequeña Cantoría de la maestra Ana Elgarte, me dijo quiero que vayas a una clase a ver si te gusta, principio decía ay no, me da mucha flojera, de niña me daba pena conocer niños nuevos, era un poco más tímida. Fui muy a la fuerza a la primera clase y me encantó y ya empecé a ir cada semana. Entré como a los 10, 11 años y estuve ahí como dos años, hasta que salí de la primaria.
Ariles y más ariles…
En la secundaria estuve en la Xallitic, entré al taller de son jarocho de la maestra Laura Rebolloso. En el primer año no pude entrar pero me pegaba al taller y mis amigos que sí estaban ahí me enseñaron a tocar la jarana y también me encantó, se me hacía algo súper divertido pero nunca lo hice pensando conscientemente en que quería hacer música, simplemente me di cuenta de que era algo que me ponía muy feliz, me gustaba mucho.
Empecé a tocar la jarana, a cantar, a zapatear, a hacer mis propios versos y a ir todos los fines de semana a los fandangos. Me juntaba con mis amigos a tocar todo el tiempo y me acuerdo que uno de mis mejores amigos de la secundaria, que ahora es baterista de jazz, se llama Olaf, me dijo oye, yo me acabo de inscribir a una escuela de música, no necesitas saber nada para entrar, está bien chido, es de jazz, y yo dije a lo mejor podría aprender a leer y todo eso.
Say It with Music
Le dije a mi papá y me inscribieron a los cursos preparatorios de JazzUV. Yo ya traía un poco la onda del jazz porque en la casa había un disco de Los éxitos de Ella Fitzgerald y me lo sabía todo, me encantaba, entonces, ya llegué a JazzUV familiarizada con esa música.
Mi primera maestra fue Noila [Carrazana], hermosa, fue mi primera maestra real de canto. La verdad es que aprendí muchísimo en esa escuela, muchísimo, todo lo que sé de teoría, todo lo que sé de jazz, toda la música que conocí fue a partir de que entré ahí.
Estuve como cuatro años, desde los 14 hasta los 18. Me salí un par de veces porque ya había entrado a la prepa entonces estaba entre la prepa y el JazzUV, y entre el JazzUV y empezar a tocar con bandas.
Me acuerdo que en uno de los primeros festivales, creo que fue el tercero, fue mi primer jam, me subí toda temerosa de pisar un escenario y cantar frente a un público, y a partir de eso dije qué chido, ya me puedo subir al escenario a improvisar.
Bye, Bye Jazz Bird
Ya empezaba a juntarme con la bandita a tocar jazz y seguí tocando son jarocho. Empecé a juntarme más con amigos que no estaban en la escuela pero que tenían bandas, con los Orca, con los Bluesapiens, con Lava de Hawaii, Sistema Sonar, con todas esas bandas y veía que no estaban tan clavados estudiando en una escuela pero estaban tocando súper bien y haciendo música original entonces dije órale, esto está bien chido.
Entré una banda que se llamaba Cabeza de Caballo, antes estaba otra chica cantando, Abril, y después entré yo. En esa banda estuve un periodo corto, tocamos como seis meses, a lo mucho, estuvimos tocando en varios lugares de aquí y tuvimos un toquín en Veracruz, de ahí salió una anécdota súper bizarra. Fuimos a Antón Lizardo a tocar en un Encuentro Nacional de Bikers, fue en un fraccionamiento súper fresa, de gente de mucho dinero, todo estaba muy bonito: alberca, playa, chelas gratis pero de repente todo se salió de control, los bikers se agarraron a golpes y fue un caos total y el festival que iba a durar dos días, duró un día. Íbamos como 10 bandas de Xalapa y muchas ya ni siquiera tocaron. Todo se descontroló y, bueno, obviamente nos dejaron sin paga. A veces hay que lidiar con esas cosas.
Empecé a armar algunos proyectos y a escribir mis propias letras y empecé a darme cuenta de que la escuela sí estaba chida pero también notaba estaba enfocada solamente en el jazz y no había tanta apertura con otros géneros, y yo, con toda la escuela de mi casa en la que escuchaba muchos otros géneros dije voy a experimentar por otros lados. Dejé la escuela y empecé a hacer mis propias bandas. Un día me compré una computadora nueva, le instalé un programa, el Logic, para grabar y empecé a grabar en mi casa yo solita para ver qué salía.
(CONTINUARÁ)
SEGUNDA PARTE: Recorrer la senda
TERCERA PARTE: Latidos del corazón
VER TAMBIÉN: Conversación con Amanda Alafita │ Avance
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