Desde la banda de rock de su padre hasta las diversas agrupaciones en las que ha participado, Gabriela Moncayo ha recorrido los caminos de la música, esa vocación que no se vio eclipsada por su incursión en el terreno de la antropología lingüística.
El CIMI, las reuniones con los cuates, JazzUV y Berklee le han proporcionado los conocimientos, y las presentaciones en público, las tablas suficientes para forjar la carrera como solista que ya ha comenzado y que pronto, no lo dudo, veremos fructificar porque está plantada en terreno fértil y ha sido cultivada con la paciencia y los cuidados necesarios para que el árbol eleve su estatura hasta llegar a dialogar con los habitantes del cielo.
Hace unos días platiqué con la cantante y compositora y, durante un poco más de una hora, fue recuperando el olor de cada momento que la ha llevado a ser la orquídea de un árbol inmenso.

Recuerdos

Recuerdo todo de nuevo,
cada detalle,
como si hubiese sido ayer
(Guacamole)

Bueno, pues te platico un poco, soy Gabriela Moncayo, soy xalapeña, nací el 29 de mayo de 1990. Toda mi vida he estado rodeada por música, mi papá fue músico, tocaba guitarra, y él fue mi entrada, mi primer maestro. Mi papá se llamaba Salvador Moncayo y mis primeros recuerdos son que tocaba la batería en una banda, no recuerdo el nombre de la banda pero tocaba con dos rockeros xalapeños que hasta la fecha siguen haciendo música, uno es Héctor Cabrera, ahorita es bajista de los Mascatuercas y el otro se llama Martín, le decían el Trueno o algo así.
Ese fue mi primer acercamiento a la música, yo tengo un recuerdo muy claro porque, como mi papá era el baterista, ensayaban en mi casa y tenían ahí todo entonces, a modo de juego, siempre agarraba la batería, tocaba la guitarra. Mi papá vio que yo tenía ese interés y me empezó a enseñar las primeras cositas de música, los primeros ritmitos, las primeras pisadas de guitarra, como estaba muy chiquita era muy difícil pero tenía la inquietud y cuando cumplí siete años me metieron al CIMI.

CIMIentos

En el coro del CIMI conocí a la maestra Ana Elgarte, cantante mezzosoprano que dio muchos años clases de canto coral a niños, también daba clases en la Facultad de Música y cantaba en el Coro de la UV. Ahí empezó esa tocada de puerta cuando nos dijeron el coro va a ir de gira a un encuentro de coros en Zapopan. Esa fue la primera vez que salí de la ciudad sin mis papás, y de gira. Para mí fue como un parteaguas, me sirvió para darme cuenta de que la música, aparte de ser lo que me gustaba y lo que quería hacer, también era un medio para conocer nuevos lugares y a partir de eso me empezó a interesar más.
Estuve, no sé, tal vez seis años en La Pequeña Cantoría, que era el coro independiente de la maestra Ana y ahí conocí a mucha gente que aún sigue en la música, por ejemplo Emilio Bozzano, de Los Macuiles, Julia López, esta chica que toca son y varios más que ahorita no recuerdo muy bien pero son muchos. Después de que yo salí, mucha gente estuvo también ahí. A parte del CIMI, La Pequeña Cantoría fue mi primera escuela.

Pubertad, divino tesoro

Después lo dejé un poco, ya sabes, por esa rebeldía de la pubertad (risas), mi papá me decía:
-Anda, vamos a clases
-No, yo no quiero
En ese momento, yo sentía que tenía que llevar la contraria (risas) pero nunca lo logré al cien por ciento, las circunstancias siempre me envolvían otra vez y me decían a ver, vente para acá.
Cuando estaba en segundo de secundaria, hicieron un concurso de secundarias técnicas, era de varias cosas pero yo fui al de canto y representé a la escuela, después representé a la ciudad y luego estuve en el estatal y ahí no gané, me ganó otra chica que no me acuerdo de dónde era, ella ganó el primer lugar y yo el segundo.
De ahí, esa inquietud de la pubertad me llevó a tener amigos en la escuela a los que les gustaba la música y a los 14 años empecé la primera banda con mi mejor amigo hasta hoy. Estábamos muy chicos y tocábamos lo que nos gustaba: covers de The Beatles y The Doors y estaba muy padre y todo pero era para echar relajo.

Mal de Ojo

Ya después, en la prepa, empecé a hacer música original con este mismo chico, se llama Alberto Miranda, es pianista. Empezamos a hacer música original para una banda que teníamos que era como una onda de reggae, la banda se llamó Mal de Ojo. Estuvimos tocando como cuatro o cinco años con esa banda y a partir de ahí empecé esta travesía de hacer canciones propias porque los covers son una gran entrada, escuchas lo que te gusta y lo reproduces como puedes pero en Mal de Ojo teníamos otra visión, queríamos ser un poco más profesionales, fuimos a varias ciudades a mostrar nuestro trabajo.

JazzUV

Alberto estaba en la Facultad de Música pero también quería trabajar su parte jazz, entró a JazzUV y la banda se terminó por muchas circunstancias, muchos se fueron de la ciudad, etc., entonces yo también entré a JazzUV y estuve tocando mucho tiempo con Christian Cano, que es guitarrista y jaranero. Tocábamos covers, standards y cositas así pero a veces me decía mira, apréndete esta canción y yo no conocía mucho, ni de lenguaje, ni de intérpretes, ni de nada de esas cosas y a partir de eso decidí entrar a la escuela, estuve ahí un par de años, casi tres años, me parece, que fueron muy productivos, tuve muchos maestros muy importantes en mi vida, de la parte teórica y de la parte práctica, y durante este tiempo. También aprendí mucho de mis compañeros, de la gente con la compartía clases y ahí fue cuando conocí a los Guacamole.

Todo mi contexto, lo hago canción

Todo mi contexto
lo hago canción,
lo vuelvo pretexto
(Lava de Hawaii)

Lava de Hawaii (Foto tomada de la página del grupo)

Antes de conocer a los Guacamole, yo estaba con otra banda que es Lava de Hawaii, pero pasó que el guitarrista tuvo que irse por un tiempo a Noruega y estuvimos en stand by más o menos como un año. La persona con la que empecé a trabajar las canciones de Lava fue Odguer Hernández, guitarrista de muchas bandas de aquí de Xalapa, de Sistema Sonar, de Lava, de Mawsonit, ahora tiene su proyecto que se llama Animal de Galaxia. Yo empecé a trabajar con él durante seis meses, una cosa así, empezamos a armar las cosas de la banda y luego él se tuvo que ir un tiempo entonces, te digo, estuvimos en stand by.

Si tiene groove, se llama Guacamole

En ese momento conocí a los Guacamole porque estaban en la escuela conmigo y me invitaron a colaborar, me dijeron oye, tenemos un par de canciones donde nos gustaría que participaras con tu voz, o sea, no era una onda de estabilidad o algo así en la banda sino de colaboración. El primer ensayo sonó muy bien, nos gustó a todos y me dijeron oye, esto suena bien, estaría chido trabajar otras canciones más, y comencé a trabajar, ya formalmente, con el grupo.

Guacamole (Foto tomada de la página del grupo)

Todo este transcurso ha sido un gran aprendizaje para mí, fueron casi cinco años de Lava y cuatro de Guacamole que me hicieron aprender muchísimo de cómo se mueve la industria, del público, de los géneros, etc.
Las canciones de Lava las escribía Odguer pero yo me juntaba con él a ensamblar las voces, hacer arreglos de coritos, etc. Con Guacamole era un proceso creativo bastante grande porque éramos nueve y era un gran trabajo, de verdad, para empezar, ponernos todos de acuerdo con una idea. A partir de ahí empecé a darme cuenta de cuánto vale el trabajo de todas las personas que pueden estar inmiscuidas en un solo proyecto, tanto musical como de vida y de otro tipo de cosas.
Empezamos a intentar hacerlo de manera más profesional, no solamente en el rollo musical sino también en las cuestiones de booking, de management, de todo este rollo económico-administrativo que tiene que hacer una banda para poder darse a conocer aparte, claro, de tener la suficiente fuerza musical porque, a final de cuentas, la música es lo que más importa, es por lo que la gente te escucha.
Todo este tiempo con Guacamole ha sido una locura, para mí ha sido mucho aprendizaje a pesar de que dos de estos cuatro años he estado fuera de la escuela y ellos siguen ahí. Además de haber aprendido muchísimo, he tenido oportunidades grandísimas como en 2015, cuando ganamos Tu Banda en Cumbre Tajín.

(CONTINÚA)


SEGUNDA PARTE: Romper hechizos
TERCERA PARTE: El latir de mi corazón
VER TAMBIÉN: Conversación con Gabriela Moncayo │ Avance

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