Extraña paradoja que cuando parece que sucede de todo, en realidad no sucede nada. En estos días escribir de un tema distinto a Javier Duarte resulta insensato y poco atractivo, pero sobre todo, muy complicado ante la falta de otros asuntos públicos. Pero sumarse a las miles de plumas que en columnas y noticias abordan el caso, el mismo tema con los mismos datos que se han repetido una y mil veces, también lo es.
Conocer el bosque que se encuentra detrás del árbol llamado Javier Duarte nos llevará algunas semanas. Mientras, seguirá siendo un tema que se mantendrá vivo entre la frivolidad y el morbo, con algunos destellos de información verdaderamente trascendente, sobre todo para Veracruz.
Es preocupante que todos los medios del país, en un momento, se hayan vuelto monotemáticos. Desde el sábado en la noche no hemos oído hablar de otra cosa que la detención de Javier Duarte y las inimaginables atrocidades financieras que realizó en Veracruz. Pero eso ya lo sabíamos. A pesar de la tormenta de información, no encontramos un dato nuevo del cual asir esta historia.
¿Tiene alguna importancia si lo detuvieron al salir al pasillo o fue notificado por teléfono? ¿Cambiará la desgracia jarocha el hecho de que haya estado en el lobby del hotel o de su habitación? ¿O qué haya sido descubierto por la policía guatemalteca meses atrás y que la PGR no solicitara su captura? ¿Es relevante que lo extraditen mañana o en seis meses si el largo proceso no garantiza que el dinero vaya a ser devuelto y sus cómplices procesados?
Para un agudo investigador serían datos muy importantes que servirían en el desenlace del caso, sin embargo, estos hechos sólo han servido para alimentar la especulación y mantener al espectador absorto de una historia que debería ser rápida y expedita si como se dice, las autoridades federales y en el estado de Veracruz han documentado de manera suficiente las pillerías duartianas.
Sin embargo, el exceso de publicidad, la histórica exposición mediática, la caterva de conjeturas sobre lo que ha pasado y lo que va a pasar, hacen pensar que esas autoridades están urgidas en ganar tiempo para hacer la chamba que dejaron de hacer durante años: investigar a Duarte. Y tal vez por ello, tampoco tenían prisa en encontrarlo. Como todas las demás, estas también son conjeturas.
Y cuesta trabajo entender esta manipulación mediática cuando el mundo se arriesga a iniciar una guerra nuclear o que en México la muerte sigue sobre un autobús de pasajeros, en la calle de cualquier capital o en un antro de Netzahualcóyotl. O peor aún, que en Veracruz no terminamos de encontrar los cientos de cadáveres que fueron arrojados a fosas comunes durante años, ante la mirada cómplice de las autoridades. Peña y Yunes, y muchos más, pueden estar tranquilos porque por algunas semanas, los reflectores estarán lejos de ellos y su nulidad.
Los casos de Duarte, Yarrington, Padrés, Medina, Villanueva, Borge y muchos otros, sólo alimentan la teoría de los peces gordos: se piensa que con aprenderlos ya no habrá corrupción porque se trata de comportamientos individuales que han sido sancionados; se satisface la sed de venganza de la multitud y se genera la impresión de que no habrá impunidad… hasta que vuelve a suceder.
A partir de la información que arrojan estos casos –la forma en que podían birlar impunemente miles de millones de pesos-, ¿no sería lo adecuado que las autoridades empezaran a trabajar en medidas efectivas para que esto no ocurra más? O de plano nos sentamos en el quicio de nuestra puerta a esperar al siguiente cadáver político.
Cuando suceden historias como el de Javier Duarte, Raúl Salinas y “la paca”, el góber precioso y sus botellas de 18 años, entre tantos otros, no nos queda más remedio que cuestionarnos: ¿Hay un verdadero propósito tras una cobertura informativa desproporcionada e inducida o de verdad los mexicanos somos herederos de un circo romano en el que lo único que nos alimenta es la sangre de los gladiadores, sin importar si el Emperador –nuestra clase política- sobrevive en la inmundicia y la impunidad?
Algo grave nos ha estado pasando desde hace mucho tiempo, que hasta parecemos disfrutarlo.
Las del estribo…
- Imperdible sabiduría de las redes sociales. El juez ha determinado que si bien es cierto que Javier Duarte, junto con sus amigos, abusó de la justicia, le “tocó los senos, metió sus manos al erario por debajo de la mesa y le introdujo sus dedos a la cuenta pública”, no observa una intención “lasciva” ni que Duarte tuviera una intención morbosa. Por ello, concluye que no considera lo sucedido como peculado, sino como un “frotamiento de abundancia incidental”.
- Lo dijimos en este espacio ayer: Javier Duarte sigue siendo un hombre muy poderoso. Transmisiones por televisión en vivo, nota principales en todos los portales del país, primeras planas en los diarios impresos; todos los columnistas –nacionales y en la aldea- hablan de él. Desde su tragedia, Duarte puede decidir aún la suerte de muchos.