Flavino Ríos Alvarado puede tener muchos defectos, pero no se encuentran entre éstos la deshonestidad, la desfachatez o el abuso. Flavino es uno de los hombres más serios de la baraja política veracruzana y lo que se cometió con él al detenerlo acusado de encubrimiento, tráfico de influencias y abuso de autoridad, es una injusticia.
Cien días nos bastaron a los veracruzanos para darnos cuenta que lo que nos prometieron fueron puros cuentos. El actual gobierno no ha podido encarcelar a quienes saquearon al estado. De hecho, se ha confabulado con varios de esos ladrones que siguen metiendo las manos al cajón del erario; que siguen en la fiesta.
Tampoco ha podido bajar los índices de inseguridad a pesar del apoyo de la Federación. Vivimos en un estado de indefensión donde todo lo malo se multiplica, como el miedo, por ejemplo.
Ante tan magros resultados, nada como sacar la enésima caja china y abrirla.
Pero la detención de Flavino puede convertirse en un bumerang.
Y es que por donde se le mire, el minatitleco no cometió ningún delito.
Al ex gobernador interino se le acusa de haber facilitado un helicóptero del gobierno estatal para que Javier Duarte se diera a la fuga.
De acuerdo con el mismo Flavino nunca facilitó dicho helicóptero. Tan es así que cuando explotó la bomba pidió que se realizara una investigación. “Están a disposición (de las autoridades) las bitácoras de los vuelos del transporte aéreo de Veracruz para que se aclare lo que se tenga que aclarar”, dijo en entrevista con Ciro Gómez Leyva.
Pero vamos a suponer que el día de los hechos (domingo 16 de octubre), Flavino le hubiera facilitado la nave a Duarte. En ese momento Duarte aún no contaba con ninguna orden de detención. Fue hasta la noche del lunes 17 cuando la periodista Denise Maerker dio a conocer que JDO tenía una orden de aprehensión, hecho que la PGR se apresuró a desmentir y oficializó hasta el día siguiente. Es decir, más de 30 horas después del presunto préstamo de la aeronave.
Si Flavino prestó el helicóptero, se lo prestó a un gobernador con licencia que aún no tenía orden de captura y tampoco era prófugo.
Pero al parecer eso no contó en las investigaciones, ya que la justicia estatal actuó con una celeridad pocas veces vista al detenerlo y dictarle un año de prisión preventiva en el penal de Pacho Viejo.
Caray, ¿acaso se voló el helicóptero con todo y Javier Duarte adentro?
En un Estado de derecho Ríos Alvarado podría salir bajo fianza porque los delitos que le imputan no son graves, pero en Veracruz y con este gobierno, quién sabe.
La saña que Miguel Ángel Yunes utilizó contra Dante Delgado es un penoso antecedente. Lo mismo la que utiliza contra Arturo Bermúdez Zurita quien (sin ser una perita en dulce y cargado como está de acusaciones), tiene la orden de un juez para salir en libertad y defenderse desde su casa. Sin embargo, sigue en la cárcel.
Yunes Linares convierte sus pleitos en odio y eso le pasó con Dante que sufrió en carne propia el rencor de su enemigo. Apenas le dieron la orden de encarcelar al cordobés, lo hizo con el mayor de los gustos, pero sin bases.
Dante salió fortalecido de prisión y con un partido en el bolsillo ya que fue en Pacho Viejo donde se gestó la creación de Convergencia por la Democracia.
Hoy el gobernador vuelve a descargar su odio (que no su furia, que no su coraje) contra un hombre que habrá cometido muchas pifias, pero ninguna tiene que ver con el saqueo, los asesinatos o los despojos a Veracruz y los veracruzanos.
Que es otra de sus cajas chinas; que es un circo mediático, que es una forma de desviar la atención a los verdaderos problemas de la entidad. Sí, sí es todo eso. Pero también es odio; un odio que Yunes Linares descargó en esta ocasión sobre un inocente.
Ojalá alguien le diga al gobernador que el odio consume a quien lo padece y, sobre todo, que el juego que está jugando tiene desquite.