En una larga conversación que publicaré completa en un par de días, Rosalba Pérez Priego me habló de su poemario, publicado este año por el IVEC en su serie Voladores, Agua de navajas, libro que nació como resultado de una indagación interna de la poeta en busca de su raíz oculta, la indígena.
Mediante el manejo de la cosmogonía náhuatl y con una versificación limpia y rotunda, Rosalba se interna en la sensibilidad del lector para guiarlo por sus propios laberintos existenciales, para que, como ella, platique con su corazón.
Sobre la génesis y el proceso del poemario, me comentó:
«Una de mis lecturas favoritas es arqueología, me encanta y estar leyendo tantos años, y también, el haber estudiado un curso de náhuatl me hizo conocer un poco el pensamiento del pueblo náhuatl.
«¿Por qué lo hice?, porque aunque yo reconozco y me siento muy bien en ser mestiza, de todos modos quiero saber qué clase de india soy, qué clase de sangre tengo. De lado español no me cuesta trabajo, sé 200 años de familia, sé quién fue el primero que vino y esto y lo otro pero de mi sangre india no sé nada, sé que mi papá llevaba sangre india pero no sé ni de qué pueblo eran sus ancestros, ni qué hablaban y de esa búsqueda surgió este libro.
«Traté de entender el ritual náhuatl de extraer el corazón cuando todavía está vivo, arrancarlo. A veces, metafóricamente decimos me arrancaste el corazón, me duele el corazón, cosas así y nos referimos al corazón como centro de emociones, en ese sentido surgió este libro. Es un libro que fue escrito muy poco a poco, a lo largo de varios años, cuatro o cinco, no sé. Escribí los poemas uno a uno y cada uno de ellos tiene nombre en náhuatl, ¿por qué razón?, porque ese es el nombre del ritual y ahí encuentro que, mediante lo que ellos pensaban, yo, mujer de ahora, siglos después, puedo expresar y sentir algo parecido: yo soy la que va subiendo las gradas del templo, yo soy la que va a ser sacrificada, a mí me arrancan el corazón. Traté de escarbar en mí para ver qué salía de ese sentimiento.
«Cuando estuve estudiando náhuatl escribí, como un ejercicio de clase, un poema que está ahí publicado. No sé náhuatl pero pude escribir cuatro líneas en esa lengua, se llama Llegué acá, yo Rosalba. Todo el libro es esa búsqueda de quién soy en cuanto a mestizaje.
«El libro se llama Agua de navajas y el completo es agua de navajas lavadas, ¿por qué?, porque después de hacer el sacrificio, esas navajas de pedernal eran echadas a un agua especial, ahí se lavaban y esa no es un agua que podían tirar porque no es cualquier agua, es como cuando el sacerdote del rito católico toma el vino, que es sangre, lo hace en una copa a la que después le echan agua y esa agua se la toman, no pueden tirarla porque es agua que ha sido consagrada. En el caso de agua de navajas es un agua especial porque allí está la vida de los que han sido, básicamente eso es Agua de navajas».
La presentación será el martes 21, a las 18:00 horas, en la Galería de Arte Contemporáneo de Xalapa (Xalapeños Ilustres 135), como parte de las actividades que ha preparado el IVEC para celebrar el Día Internacional de la Lengua Materna. Es un libro muy seductor, asistan y adquiéranlo, no se arrepentirán.
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