Una de las cosas que más trabajo les ha costado a nuestros políticos —sean gobernantes, funcionarios, legisladores o dirigentes partidarios— es qué hacer con la verdad. ¿Cómo la esconden, a dónde la envían? ¿Qué hacer con ella?
La mentira, aun cuando no sea necesaria, los nuestros la dicen; además, la gozan y disfruta a plenitud, como un placer casi orgásmico. Sin embargo, por más que mientan, elegante o burdamente, la verdad ahí sigue. Es más, al no ser atendida, se agrava.
Todo esto en modo alguno es nuevo, desde antes de la llegada de los españoles ya la mentira era algo nuestro. Con los conquistadores, mentir fue algo que los nativos pulieron y hoy los mexicanos mantenemos un muy buen lugar entre los más de 200 países del mundo, que es la envidia de los mentirosos de países como Chile y Costa Rica. Mentimos pues, sin necesidad; por placer, simplemente.
Mentir y mentir, no atreverse a decir la verdad cuando la situación lo exige, contribuye en mucho, y de manera acelerada, a degradar la credibilidad del gobierno cuya conducta privilegia mentir. La confianza ciudadana se pierde o reduce peligrosamente; la confianza de los agentes económicos privados, llega a ser una mercancía escasísima.
Cuando no se habla con la verdad, los ciudadanos rechazan a las instituciones, pues les pierden todo respeto al ver la impunidad que se concede por parte de la autoridad a los delincuentes. ¿Por qué nos mienten cuando, lo único recomendable es decir la verdad, por dolorosa e impopular que sea? ¿Por qué buscar explicaciones que nada aclaran y, por el contrario, confunden más, y contribuyen a rechazar toda institución pública?
¿Acaso esta conducta se explica sólo por el temor a perder privilegios mil, ellos y los suyos? ¿Tan sencillo es el asunto? ¿Qué más habría, aparte de este temor?
Por eso, que no nos extrañe que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares diga que no posee la “varita mágica” para resolver todos los problemas de Veracruz, claro que no, o que admita que efectivamente vivimos momentos difíciles en cuanto a hechos delictivos que se han disparado, o que la situación de Veracruz está peor de lo que se pensaba. Bienvenida la verdad, que es el arma más importante de un mandatario, es en realidad su capital político.
Tan acostumbrados que estábamos a los mitómanos que hoy causa extrañeza que nos digan la verdad. Vaya.