En el límite del plazo legal, los partidos políticos que participarán de manera conjunta en la elección de junio próximo, registraron ayer domingo sus coaliciones ante el Órgano Electoral. Para cerrar el día, Andrés Manuel abarrotó una vez más la Plaza Lerdo, con la intención de mostrar un músculo que ahora sí parece de verdad, así sea con el recicle de tránsfugas de otros partidos.
Ya se abrió la baraja y el escenario es el siguiente: se trata de una elección municipal. Es completamente distinta a cualquier otra, no sólo porque se involucran un mayor número de actores políticos regionales, porque las campañas políticas aunque más cortas –durarán sólo un mes-, estarán de manera simultánea en todos los municipios, porque los votantes conocen mejor a sus candidatos y se involucran con ellos, pero sobre todo, porque en esta elección pesará más el candidato que la marca, es decir, el partido o la coalición que lo presenta.
Los números que se registraron en junio no se repetirán. Muchos municipios mostrarán comportamientos totalmente distintos, y en algunas ciudades, es muy probable que las tendencias se confirmen –particularmente el crecimiento de Morena- a la luz de los pobres resultados del actual gobierno.
Bajo la arenga “Que resurja Veracruz”, el PRI registró su coalición con el Partido Verde. Llamó la atención la ausencia, al menos en las imágenes que se difundieron, de los dos artífices de la coalición: Lorena Martínez y Javier Herrera. De la primera se explica por su sensatez política, concediendo el espacio que Renato Alarcón requiere para ir construyendo su propio liderazgo. De Javier, es evidente que los Herrera quieren poder pero alejado de los reflectores que los vuelven aún más vulnerables.
Luego de los escándalos de corrupción del gobierno de Duarte, de la reciente aprehensión de algunos funcionarios de la administración estatal pasada, de la eventual solicitud de desafuero de algunos de sus legisladores –la primera ya está en marcha- y de la reciente reestructura de su Comité Directivo Estatal, el PRI parece ir al matadero electoral, pero no es así necesariamente. Conste que son razones, no pasiones.
Aunque el voto duro ya no garantiza el triunfo a ningún partido político, a la fecha, el PRI sigue siendo la organización con el voto duro más numeroso. Las cifras ahí están. El reto del partido tricolor está en encontrar los perfiles adecuados, capaces de aportar por sí mismos unos 20 puntos adicionales, lo que le confirmará como un partido competitivo en muchos municipios del estado. Hay que apostar por el candidato, no por la marca.
Pero si apuesta a intentar ganar los Ayuntamientos a partir de un desaseado sistema de cuotas, de imposición de candidatos y de arreglos cupulares a favor del clan fidelista, hoy esbozados en el Partido Verde, entonces sólo acelerará la caída sistemática de su votación en los últimos procesos. Y eso, más que su dirigencia, lo deben entender los grupos que hoy ven en los Ayuntamientos una tabla de salvación por los próximos dos años del gobierno estatal.
Los pronósticos más optimistas hablan de ganar cerca de un centenar de municipios, pero se ve muy difícil que logre mantener el gobierno en las principales ciudades del estado. Si de verdad quiere competir para recuperar el gobierno en 2018, tendrá que alcanzar al menos unos 800 mil votos en toda la entidad. Para el PRI los votos son tan importantes como los municipios que pudiera gobernar.
En el otro frente, PAN y PRD no tienen mayor conflicto. Harán lo que el Gobernador Miguel Ángel Yunes les instruya. En su ADN político, entiende que el líder natural del partido en el gobierno es precisamente el Gobernador, y en ese sentido, será el gran elector en casi la totalidad de los municipios. Hay que recordar que los propios partidos decidieron que la elección de sus candidatos se haga de manera directa, y así evitarse la fatiga de la democracia interna.
En esta elección, los azulcremas harán el último intento de seguir juntos antes de la elección presidencial. Con el lema “Contigo, el cambio sigue”, el mandatario jugará por última vez con esta desigual alianza, sabedor que serán enemigos naturales a partir de junio próximo; entonces, ya no necesitará más al PRD y habrá pagado su compromiso con un puñado de presidencias municipales. Entonces, los cambios en su gabinete serán inmediatos.
Finalmente, Morena decidió ir en solitario a la búsqueda de los votos. Así que Andrés Manuel decidió venir a Xalapa a mostrar el músculo, justo cuando los otros partidos políticos hacen esfuerzos por organizarse internamente. Es cierto, de acuerdo a algunos sondeos, Morena podría estar alcanzando el triunfo en casi un centenar de municipios, lo que lo pondría en una posición de privilegio para las elecciones local y federal de 2018.
Sin embargo, sigue padeciendo de sus mismas dolencias. Llenar las plazas no significa llenar las urnas. Tiene simpatizantes pero no estructura, lo que le ha obligado a echar mano de viejos y cuestionables cuadros que otros partidos políticos han desechado y que hoy buscan sobrevivir. Y en eso Andrés Manuel ha mostrado un gran pragmatismo: todos son bienvenidos en la medida que sumen a su proyecto personal, no el del partido.
Tal vez en 2018 pese más la marca, pero este año, la clave será el candidato.
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