Sin el glamour y el ingenio de la serie de televisión, Veracruz vivió su propio episodio de las “esposas desesperadas”, rompiendo una regla mediática y política, dónde a las cónyuges de los mandatarios en turno no se les tocaba ni con el pétalo de una crítica. La razón respondía a que ellas no tenían cargo, su función era honorífica y su participación en los asuntos de Estado era básicamente en temas asistencialistas y de carácter social.
Durante muchos gobiernos, las esposas de los mandatarios cumplieron papeles discretos, alejados de los reflectores, y atendiendo cuestiones de carácter protocolario, que si bien a veces sonaban a estereotipos discriminantes, no implicaban ningún conflicto al interior del gabinete y del gobierno en su conjunto.
Así se recuerdan al menos a doña Esperanza Azcón de Acosta Lagunes, a doña Divina Morales de Gutiérrez Barrios, a Teresa Morales de Delgado, a doña Sonia Sánchez de Chirinos, a Christian Magnani de Alemán. Todas ellas entendieron el rol que la circunstancia –y la propia ley-, les habían asignado durante el tiempo que sus esposos gobernaron Veracruz; hicieron del DIF una institución respetable.
Hasta que llegaron las “desperate housewives”, doña Rosa Borunda y Karime Macías. Ahí si empezó la tragicomedia que rayaba entre el misterio, la farsa, la sátira y la ambición, como cualquier culebrón del canal de las estrellas. Ninguna de ellas dos estuvo dispuesta a ser un elemento decorativo en el gobierno de sus maridos; sabían de su ascendencia y decidieron participar de lleno, ejercer autoridad y decidir sobre las más diversas y delicadas tareas.
De doña Rosa se han dicho muchas cosas. Desde cuestionar su actitud permisiva ante la disipada vida personal de su marido, hasta crear al interior del gabinete su propia corriente política, con jóvenes a los que impulsó en las más diversas responsabilidades. Hoy, la mayoría de ellos, gozan de riqueza aunque hayan visto minado su influencia política.
Decían que Fidel no sabía decirle que no a doña Rosa. Le escuchaba y le complacía. Cumplía sus caprichos y le participaba de decisiones importantes en su gobierno. De los funcionarios del gabinete, nadie quería contradecirle, enfrentarle, porque sabían que su suerte podría estar echada así tuvieran la confianza del gobernador.
Por sus andanzas, muchos de los niños fieles no estaban en el afecto de doña Rosa y eso producía roces, choques al interior del gobierno. Hoy se sabe que su influencia iba mucho más allá, involucrándose en negocios millonarios que hoy están por salir a la luz pública.
Con Karime Macías de Duarte se repitió la historia pero de forma más obsesiva. Karime no sólo quiso ser más influyente, más importante, más rica que doña Rosa; no sólo quiso cobrar todas las afrentas recibidas por ella y su marido de manos del matrimonio Herrera Borunda, sino que decidió co gobernar con Javier Duarte, convencida que tenía los mismos atributos y capacidades –si no es que aún mayores- para decidir sobre los asuntos públicos de Veracruz.
Desde un principio se deshizo de doña Rosa –el nombramiento de Toño Nemi fue el primer paso- y rechazó refugiarse en el DIF. En cambio, tomó el timón del entorno inmediato del gobernador y decidió no sólo el manejo de la Casa Veracruz, sino que su influencia llegó a la Secretaría de Finanzas, a la Coordinación de Comunicación Social y a las más diversas dependencias, ya fuera para imponer funcionarios, tomar decisiones por encima de sus titulares o emprender negocios de la más dudosa reputación.
Karime tenía que ver lo mismo con la seguridad pública que con el manejo de las redes sociales del mandatario. Y en lo privado, como ya se ha documentado, era la responsable de tejer la compleja telaraña financiera que permitió el desvío de miles de millones de pesos del erario público. Su ambición no tenía límites, así que lo mismo gastaba fortunas en su arreglo personal, que en comprar obras de arte y caballos pura sangre, que le permitieran olvidar su origen de niña bien, acaso de clase media alta.
Hoy los nombres de doña Rosa y Karime aparecen en algunos de los episodios más oscuros de la última década en Veracruz. Son referidos también en muchas investigaciones, en el extremo del hilo conductor de empresas fantasmas, de negocios millonarios, de proveedores ventajosos. Fueron protagonistas del quebranto social y económico de Veracruz.
Hoy, las esposas no están desesperadas por el ejercicio del poder, sino por las consecuencias que les pueda traer haberlo hecho sin el menor escrúpulo. Sus nombres seguirán siendo noticia.
La del estribo…
Y ahora que regresó Fidel, ¿qué pasará con el pacto que habían hecho los “niños fieles” con el Gobernador Miguel Ángel Yunes a cambio de no ir a la cárcel y devolver parte del botín? Por lo pronto, las solicitudes de desafuero están casi listas.