El video es brutal. Los menores están tomando clases en su salón. De repente, aparece a cuadro un mozalbete y comienza a disparar. El primero en caer es un niño de lentes que recibió un impacto de bala en la cabeza, luego la maestra y tras ella otros dos niños.
Los 53 segundos que dura el video entre el primer disparo y el suicidio del mozalbete, son de auténtico terror para los menores que en su vida olvidarán la pesadilla.
Los hechos, lo sabes lector, ocurrieron en Monterrey, en el Colegio Americano del Noreste.
A la hora de escribir estas líneas lo único que se sabía del agresor es que se llamaba Federico y sufría de un severo trastorno depresivo. Nada se sabe de sus padres ni cómo consiguió la pistola con la que disparó en varias ocasiones hasta dejar gravemente heridos a dos de sus compañeros y a su maestra de nombre Cristina.
Otro de los chicos lesionados recibió un balazo en un brazo y está fuera de peligro.
Apuesto doble contra sencillo a que a partir de este hecho regresará pero a la voz de ya, el programa “Operación Mochila” en todas las escuelas del país.
Pero la agresión en Monterrey no tiene nada que ver con que los menores sean sorprendidos con un toque de mota o un video porno entre sus libros. Esto va más allá.
Lo sucedido es producto de la podredumbre social en la que están inmersos nuestros hijos.
Violencia y abandono son el caldo de cultivo perfecto para que sucedan este tipo de tragedias.
¿Y cómo no van a suceder si apenas el 5 por ciento de los padres platica con sus hijos (niños y adolescentes), y sólo el 2 por ciento los ayuda en sus tareas escolares?
Para acabarla de fregar, dos de cada cinco hogares mexicanos son disfuncionales. Otros tienen problemas de pobreza, falta de empleo, alcoholismo del padre o la madre, maltrato físico o sicológico y varios etcéteras.
Aunado a lo anterior, los niños y adolescentes de esta generación nacieron y han crecido en una sociedad convulsionada por la violencia y la inseguridad. Para ellos es muy natural ver por televisión noticias sobre descabezados, asesinatos, robos, secuestros y levantones.
El mismo video del atentado que alguien subió a las redes, es un video violento que fue visto por miles de personas entre los que había niños y jóvenes. ¿Cuántos de esos jóvenes estarían pensando si no sería bueno tener quince minutos de fama matando a los compañeros del salón, disparando desde un puente peatonal o en el interior de una repleta tienda departamental?
Y es que este hecho atroz puede volver a repetirse.
Sin pretender justificar a Federico y los motivos que lo orillaron a cometer un acto sanguinario y suicidarse, es casi seguro que padeciera de soledad crónica ocasionada por problemas familiares.
Pero la solución para evitar que nuestros hijos se sientan solos la tenemos en nuestras manos.
Quizá suene cursi pero nada como hablar con ellos unos minutos todos los días; nada como ayudarlos en sus deberes escolares; nada como jugar un rato; nada como preocuparnos por sus dificultades que a veces desdeñamos e incluso nos molestan porque ‘tu no tienes los problemas que yo tengo’.
Pero hay más.
Atrás de los disparos que hizo Federico está la violencia, inseguridad e impunidad, fomentada por unas autoridades inoperantes, ineficientes e inútiles, que han permitido que nuestros niños, adolescentes y jóvenes crezcan y convivan en una sociedad podrida.