¿Qué hace más daño a una sociedad? ¿un grupo gobernante corrupto e impune? ¿un gobierno en funciones omiso que utiliza los instrumentos de la ley para apuntalar un proyecto político personal y no un acto de justicia?¿Que los políticos hagan acusaciones que son verdad pero que no se castiguen? ¿Qué se digan mentiras sólo para desestabilizar a un gobierno? ¿una clase política mentirosa y perversa que sólo se interesa en la próxima elección? O de plano, ¿una sociedad que permite todo lo anterior?
Qué más da. A Veracruz le han caído todos estos males juntos, como tormenta de verano. De los ratones en fuga –la versión jarocha de la película infantil-, ya da flojera seguir hablando. Todos sabemos lo que hicieron y también sabemos que disfrutan de sus fechorías por la incapacidad de la PGR, la FGE o de quién le toque hacer la chamba de meterlos al bote.
Del nuevo gobernador, ya se empiezan a decir muchas cosas. Desde la capacidad profesional y operativa de su gabinete, del origen y probidad de sus funcionarios, del revanchismo contra la burocracia estatal, hasta su personal estilo de gobernar. Quienes no lo conocían, lo empiezan a conocer.
Sin embargo, es necesario hacer una pausa y repensar sobre el intercambio epistolar que decidió emprender con Andrés Manuel López Obrador, y que ha puesto sobre la mesa una serie de acusaciones que preocupan no sólo porque pudieran ser ciertas, sino porque estaríamos en la misma condición de orfandad de justicia.
Además, porque el tema nos ha vuelto a poner en las primeras planas de diarios nacionales, como en los buenos tiempos del duartismo.
En su gira de ayer domingo por Veracruz, el Peje nos dejó unas joyitas dignas de presumir: “Yunes tiene una relación mafiosa de impunidad con el gobierno federal”, “con su chantaje consiguió 7 mil millones de pesos”, “ese de Guatemala –el ex presidente Otto Pérez acusado de corrupción-, no llega ni a carterista en comparación con Fidel, Duarte y Yunes”.
¿Y si sólo para saber que habla en serio y de paso se hace un favor quitándoselos del camino, decide hablar menos y presentar las pruebas que tiene en contra de toda la famiglia? ¿Es más de su verborrea de siempre o lo que dice es cierto? ¿Por qué entonces alcanza tanta notoriedad en medios nacionales: porque lo dice él o por lo que dice de Miguel Ángel Yunes?
Ya el Gobernador había iniciado la metralla. En la víspera, a manera de cortesía política por su visita, acusó a López Obrador de pactar con Fidel Herrera y Javier Duarte, al tiempo que él destinada sus esfuerzos en acopiar pruebas en su contra. De eso ya se habían hecho revelaciones durante el proceso electoral, cuando fue del dominio público el apoyo económico que Javier Duarte prestó a Morena y a su candidato al gobierno de Veracruz, Cuitláhuac García. Pero hasta ahora, sólo ha quedado en chismes de lavadero.
Yunes acusó también que líderes de Morena recibían millones de pesos cada mes como respuesta su amenaza de cerrar la llave de la presa del Yuribia y dejar sin agua a los habitantes de Coatzacoalcos. “López Obrador lo sabía y lo consentía”, dijo. El gobernador está ganando fama de acusar por todo y no castigar por nada, lo que ha dado pie a inferir pactos ocultos.
La clase política en México siempre se ha distinguido por el poco respeto que tiene por la verdad, porque la mentira siempre es políticamente más rentable. Si el derecho dice que “quien acusa está obligado a probar”, los políticos apuestan por otra máxima: “difama que algo quedará”.
Quienes creen que en Veracruz votaron por el cambio en junio pasado, se equivocan. Quienes creen que lo harán votando por López Obrador en el verano del 2018, también se equivocan. Este fin de semana, ambos demostraron que estamos ante lo mismo, un circo mediático de mentiras verdaderas.
Más allá de que se trate de perredistas, panistas, morenistas o priistas –a quienes hoy se le atribuye la paternidad del apocalipsis-, los mexicanos se alejan más de los políticos, y los políticos de los ciudadanos. Por ello, todos se han convertido en una clase voraz que, a manera de venganza, intenta sacar provecho de una sociedad que los señala, los rechaza, y cada vez más, les aborrece.
La del estribo…
Los habitantes tienen que reparar sus calles. No cuenta página de internet; para realizar el pago de predial no hay convenios con bancos y la tesorería municipal carece de “sistema”. Coatepec es un Pueblo Mágico donde todo desaparece, ¡hasta el gobierno!