En el año 2000, cuando el PRI perdió por primera vez la Presidencia de la República, muchos llegaron a suponer que era el fin del partido tricolor; presunción que luego creció en la sucesión presidencial de 2006, en la que el candidato priista Roberto Madrazo Pintado fue relegado hasta el tercer lugar en el cómputo electoral.
Sin embargo, desde dos sexenios antes de esta debacle del Revolucionario Institucional, se dio una intentona por desaparecer al PRI. El entonces presidente Carlos Salinas de Gortari reunió en la residencia oficial de Los Pinos a todos los ex dirigentes que aún se mantenían con vida, entre ellos el veracruzano Gustavo Carvajal Moreno. Según trascendió, el primer priista del país –quien en julio de 1988 fue declarado triunfador de esas elecciones fraudulentas que extraoficialmente habría ganado el opositor Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano– les habría planteado cambiarle el nombre al sexagenario instituto político por otro cuyo membrete estuviera vinculado a su exitoso Programa Nacional Solidaridad, que electoralmente le había sido tan rentable que en los comicios federales de 1991 los candidatos salinistas a la Cámara de Diputados arrasaron en los 300 distritos electorales.
Sin embargo, Salinas no pudo convencerlos. Uno de ellos se levantó de la mesa y le espetó al mandatario: “¡Si usted quiere haga su propio partido, pero a nosotros déjenos el PRI!”.
En la sucesión presidencial de 1994, pese al homicidio del candidato Luis Donaldo Colosio, el PRI aún pudo retener la Presidencia. Pero finalmente la alternancia en el poder llegaría seis años después, con Vicente Fox, del PAN. No fueron pocos los correligionarios que tildaron de traidor al presidente Ernesto Zedillo por haber marcado una “sana distancia” con su partido. Sin embargo, luego de las dos decepcionantes administraciones panistas, el priismo resurgió con Enrique Peña Nieto, cuya desastrosa gestión está por abrirle nuevamente las puertas de la residencia oficial de Los Pinos a la oposición.
Y es que a los escándalos de corrupción y excesos que han alcanzado a sus colaboradores más cercanos y que inclusive han escalado hasta su propia familia, se suman también los miles de crímenes impunes, el desplome de la economía, el aumento de la pobreza y el fracaso de sus reformas estructurales.
Hace siete meses, al comparecer ante los miembros de la Comisión Política Permanente del CEN del PRI para hacer un balance sobre los resultados de la elección del 5 de junio en la que el tricolor sólo ganó 5 de las 12 gubernaturas disputadas, el dirigente Manlio Fabio Beltrones dijo lo siguiente:
“Los resultados electorales no pueden ni deben intentar explicarse de manera simplista o ligera. Hay que profundizar en el análisis multifactorial. No obstante, también hay que decirlo fuerte y claro; en muchos de los casos los electores dieron un mensaje a políticas
públicas equivocadas o a políticos que incurrieron en excesos, que no tuvieron conductas transparentes y que no actuaron de manera responsable. Sus respectivos partidos recibieron la sanción de una ciudadanía vigilante que premia o castiga con su voto. Es oportuno parafrasear a Luis Donaldo Colosio: ‘lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten’.
“Nos queda claro que nuestro partido tiene que cambiar. Es necesaria una transformación a fondo para servir mejor a la gente y conectarnos más con la ciudadanía, tanto en sus causas y aspiraciones como en el rechazo hacia políticas públicas con las que no coinciden. Es cierto, también, que el PRI debe cuidarse, especialmente en momentos como este, de no incurrir en errores similares a los que están cometiendo otros partidos con alianzas abiertamente oportunistas para alcanzar triunfos electorales al costo de verdaderas pérdidas ideológicas. Hay que aliarnos y competir con decisión, pero sin perder el rumbo. Estoy convencido de que todos los partidos políticos y sus dirigentes están obligados a reflexionar y resolver esta disyuntiva.
“Toda dificultad trae una oportunidad. Cada problema tiene una solución y todos dejan una experiencia. El partido requiere establecer una más fluida relación con sus gobiernos. No basta el diálogo permanente y fructífero que existe con el Presidente de la República y con los Gobernadores. El partido en el gobierno debe apoyar y su gobierno debe comunicarse y comprometerse más con su partido. Es necesario que haya correspondencia y retroalimentación en las agendas de gobierno y partido, respetando el ámbito de competencia de cada parte. Es imprescindible, diría que es urgente y prioritario, que reforcemos la rendición de cuentas de los servidores públicos, legisladores y gobernantes que emanan de las filas del PRI, que oigamos y atendamos las demandas de castigo a la corrupción y a la impunidad.
“Requerimos hacer efectivo el papel político del partido como vigilante de la gestión de los gobiernos priistas, con facultades estatutarias para actuar con determinación y a tiempo para reconocer y premiar aciertos; corregir errores y sancionar conductas irresponsables. También es necesario fortalecer la coordinación con las fracciones parlamentarias del PRI en el Congreso de la Unión y en los Congresos estatales, para tener una posición común y activa en los temas fundamentales que preocupan a la sociedad y, así, nutrir la agenda política y la labor legislativa. Se requiere resguardar la imagen del partido respecto a temas sensibles y plantear mecanismos que permitan discutirlos hacia nuestro interior.”
Beltrones resaltó que en tres de los estados donde el resultado les fue desfavorable, “éste fue muy cerrado, menos de cuatro puntos porcentuales de diferencia, lo que significa que, pese a todo, mantenemos un nivel de alta competencia”, y que uno de ellos era Veracruz, que tendrá elecciones municipales en 2017 y que volverá a elegir gobernador en el 2018. “Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que si hacemos los ajustes necesarios podremos acrecentar la confianza de los electores y obtener el triunfo electoral”, afirmó el sonorense.
Pero con el “gasolinazo” del presidente Peña, ¿cómo revertir el enojo del electorado? Y, para colmo, en Veracruz el dirigente estatal Amadeo Flores Espinosa tiene que resistir los embates legaloides y mediáticos de fidelistas y duartistas que los últimos 12 años gobernaron la entidad y por cuya cleptomanía y voracidad el PRI perdió el poder.