Sucede en cada cambio de gobierno, sin importar, incluso, que tanto el que se va, como el que llega, emanen del mismo partido, o hasta del mismo grupo político.
¡Vaya! Sucedió hasta en la transición entre Fidel Herrera y su hijo putativo Javier Duarte.
El que llega corre a todos –o casi todos- los que ocuparon posiciones relevantes en la administración anterior, siempre con el pretexto de “reducir el gasto de nómina”, aunque al final contratan a tantos como los que corrieron, y en ocasiones hasta a más.
Es, pues, de entenderse lo publicado el jueves en la columna “Confidencial” del periódico El Financiero:
“Con el argumento de que será un gobierno austero, en Veracruz está en pleno proceso la ‘limpia’ de los burócratas priistas, sobre todo de aquellos que tienen 20 años laborando en el gobierno estatal. Aunque nadie quiere lo que ‘huela a Duarte’, el PRI pretende implementar estrategias para apoyar a los ‘damnificados’ y de paso capitalizar todos los descontentos que genere Miguel Ángel Yunes desde los primeros meses de su gobierno, pues en 2017 el tricolor tiene la mira puesta en conquistar la mayoría de los 212 municipios que estarán en juego”.
En realidad no ha sido el PRI el que ha buscado aprovechar la coyuntura, sino uno de los que aspiran a contender por la candidatura del tricolor por el gobierno estatal en el 2018, Héctor Yunes. Está ofreciendo asesoría jurídica a los despedidos o a los que sufren acoso laboral para obligarlos a renunciar.
Hoy se habla de un despido masivo de trabajadores de la burocracia estatal, porque al hecho innegable de que la administración estatal enfrenta una crisis financiera sin precedentes, se agrega el ánimo de “revancha” que guardan en su corazón no sólo Miguel Ángel Yunes Linares, sino muchos de sus colaboradores que acumularon rencor y frustración durante dos sexenios.
La tan anunciada persecución de los “cómplices de Duarte” ha tenido que esperar, pues en las prioridades del actual gobernador está la solución al hoyo financiero, y la designación del nuevo Fiscal General del Estado que, como pintan las cosas hasta el momento, será quien hoy despacha como encargado, el joven Jorge Winkler.
Una vez resueltos estos dos temas, ya en el mes de enero del 2017, se vislumbra que Yunes Linares enfoque sus baterías hacia todos aquellos a los que ha señalado de volverse millonarios a costa del erario estatal.
Pocas e insignificantes serán las noticias sobre grandes obras o inversiones públicas millonarias. Yunes Linares tiene claro que lo que lo llevó a la gubernatura fue la sed de venganza de muchos veracruzanos que se sintieron burlados durante la que hoy llaman “la docena trágica”.
Si pretende mantener altos los índices de aprobación, lo que les debe dar a los veracruzanos son noticias estruendosas sobre exfuncionarios corruptos detenidos, que devolvieron lo robado.
Nadie duda que el proyecto de Miguel Ángel Yunes Linares va más allá de sus dos años de gobierno. La mayoría sugiere que él todo el tiempo contempló un gobierno de ocho años, con uno de sus hijos (Miguel Ángel) relevándolo en el 2018, pero hay otros que se aventuran a sugerir que la propuesta es de al menos 14 años, pues impulsaría para el 2024 a su otro hijo, Fernando.
Qué mejor forma de superar una docena trágica, que con una catorcena.
Por lo pronto la consigna ha sido desplazar a todo aquel servidor público que tenga cierto tufillo a duartismo y sustituirlo por alguno de los cientos, quizá miles de agraviados de los últimos dos sexenios.