A principios de este año, uno de los sectores más difíciles de convencer en términos electorales era, paradójicamente, la burocracia estatal. Luego de una luna de miel con Fidel Herrera, en la que se habían recibido toda clase de prebendas para aceitar la maquinaria electoral del fidelato, el gobierno de Javier Duarte se convirtió en un vía crucis.
En seis años no sólo hubo un deterioro sensible de las condiciones de trabajo: se bajaron los sueldos de los mandos medios, se crearon cientos plazas en detrimento de los trabajadores de base ya existentes, creció exponencialmente la cantidad de aviadores –constituidos principalmente por familiares y parejas de turno-, se redujeron viáticos y se exigió trabajar en condiciones de precariedad nunca vistas.
Además, la burocracia fue testigo mudo de los excesos del poder, así que la administración duartista fue alimentando el rencor y el enojo entre sus propios funcionarios de tercer nivel. Para nadie era un secreto la inconformidad de amplios sectores de trabajadores que al desamparo de cualquier organización gremial, sufrían las penurias de la actitud prepotente e insultante de sus jefes.
Hasta que la paciencia se agotó. La elección de junio pasado fue la coyuntura perfecta para consumar la venganza silenciosa. La gran mayoría se decía priista, pero los agravios de la administración estatal tuvieron un límite y entonces miles de burócratas se convirtieron en promotores voluntarios de la alternancia.
Palabra, obra y acción operaron en la oscuridad a favor de la alianza azulcrema. Las redes sociales se convirtieron en un espacio beligerante en el que fueron desnudando las tropelías y los excesos de Javier Duarte y su pandilla; poco a poco, en una espontánea organización, se fueron alineando a favor de Miguel Ángel Yunes. Al menos ya sabían a qué atenerse, decían.
Lo hicieron de manera voluntaria, sin ningún compromiso a cambio. Y así lo percibió el propio Yunes Linares, quien en múltiples ocasiones ofreció respetar los derechos laborales de quienes nada tenían que ver con la fraudulenta y corrupta administración. Si habían padecido penurias, el nuevo gobierno ofrecía al menos estabilidad laboral.
Pero resultó que no. Llegaron los nuevos funcionarios y aplicaron la tabla rasa. No hubo un diagnóstico sobre la plantilla laboral de las dependencias, tampoco hubo diálogo o negociación, y menos aún, la sensibilidad de analizar perfiles y trayectorias. El sólo hecho de haber trabajado en el gobierno de Javier Duarte los manchaba, a pesar de que de ellos habían obtenido una buena cantidad de votos. Eso no importó.
Si bien es cierto que en el gobierno había una cantidad inimaginable de aviadores, muchos de los cuáles ya perdieron el vuelo, también es cierto que los empleados de base siguen esperando que alguien les garantice la estabilidad laboral prometida. Nadie habla con ellos, nadie les explica, nadie los incorpora. A cambio, sólo reciben el desdén, y un trato frío que sólo alimenta la desconfianza mutua.
El nuevo gobierno está cometiendo un error estratégico con una burocracia insurgente. Si en su momento dieron la espalda al gobierno y abonaron a la alternancia, hoy están dispuestos a enfrentar al nuevo gobierno y no exigir privilegios, sino el trato digno y respetable a que obligan sus años en la administración.
La burocracia estatal ya percibió que si se organiza, al margen de sus sindicatos, es capaz de cambiar el estado de las cosas. En muchos casos están arrepentidos de haber votado en contra del sistema –el candidato Héctor Yunes Landa fue el daño colateral-, confiando en la palabra de quien buscaba privilegiar la venganza política antes que la justicia laboral.
Hoy se han enterado que habrá más despidos, y quienes logren sobrevivir, tendrán que esperar a que se les pague bajo un esquema de calendario que nada garantiza. Pero para evitar la tentación de la protesta, el gobierno estatal ya les ha hecho sentir que la fuerza pública está para desalojar, ya no más para actuar como espectadores pasivos del caos.
El Gobernador Miguel Ángel Yunes ha trastocado la confianza no sólo de quienes le dieron su voto, sino de quienes en teoría trabajarían para él. La crispación al interior del gobierno crece silenciosa, de la misma forma que hace algunos meses. Muchos de ellos, reconocen que en el pecado han llevado la penitencia, pero no están dispuestos al purgatorio.
La del estribo…
¿Ultimátum a la Federación? ¿Saben de qué están hablando? La propuesta de excluir a Veracruz del pacto federal no habla más que de una desbordada ignorancia y una descocada intención de convertirnos en un virreinato bananero. No conocen de historia, no conocen de leyes… sólo conocen del ejercicio del “pinche poder”.