Xalapa le dio a Rudyck Vidal todo lo que tenía que darle, agotado el plazo que tenía que estar aquí, cruzó la frontera para iniciar su etapa internacional. Hoy nos habla de todo eso
Yo ya me voy, / a El Paso donde se halla, / mi barca de oro
La etapa en Xalapa fue maravillosa, afortunadamente pude tocar con la mayoría de los músicos que estaban en la escena en esos tiempos, como también toco piano, pude tocar con muchos bajistas. Toqué con Sergio Martínez, Alberto Jiménez, Aleph Castañeda, Emiliano Coronel, Miguelito Cruz, Renato Domínguez, Tavito [Gustavo Bureau] Guerola, Tello Castillo, Alci Rebolledo, Humberto León, Édgar Dorantes, Raúl Gutiérrez, Alejandro Bustos, Nissiel Ceballos, Arturo Caraza, Vladimir Coronel, Guillermo Barrón, el Oaxaco [Gerardo García], con todos, fui muy afortunado pero en un momento sentí que ya no tenía que estar ahí, mis planes de vida se estaban moviendo para otro lugar, yo me iba a casar con Marilyn Castillo y el plan era que ella se fuera para Xalapa porque estaba terminando su carrera como cantante en El Paso, Texas y ya le habían dicho que iba a dar clases en JazzUV pero empezaron a pasar cosas extrañas en la escuela, dijeron que no se podía, se estaba poniendo raro y dije no, yo me voy para allá.
Vendí todo lo que pude, agarré mis cosas, algunos de mis bajos los mandé por correo, otros me los eché en la espalda y me fui para El Paso. Me quedé a vivir ahí durante dos años y conocí gente increíble, gente maravillosa, allí estaba uno de mis mejores amigos, Gabriel Balderas, fue saxofonista de Tzolkin durante mucho tiempo. Allá armé un grupo que se llamaba The evidence, yo tocaba el piano porque no había muchos pianistas allá, le daba clases de bajo a un amigo mío que se llama Héctor Olea y él lo tocaba, en la batería estaba mi gran amigo Laurence Brown, tremendo baterista, y Marilyn en la voz. Hacíamos más jazz que otra cosa y tocábamos en diferentes lugares de allá.
En El Paso me casé y me concentré en mejorar, en corregir muchas cosas que no había tenido tiempo de hacer, en tocar mucho porque en Xalapa sí toqué pero yo creo que me dediqué más a enseñar y ya quería tocar. Empecé a aprender a grabar, me hice de mis micrófonos y mis cositas, y empecé a resolver muchas cosas de mi forma de tocar el piano y el bajo.
Lawrence Brown es una biblioteca de la música afroamericana, no solamente de jazz sino que sabe mucho de hip hop y de R&B, a veces la gente que toca jazz no quiere meterse por allí pero es muy importante, tiene muchísimo que ver. Él me empezó a enseñar muchísimas cosas y mi forma de tocar y de componer cambiaron demasiado.
En El Paso también pude tocar con muchas personas, con un gran saxofonista que ahora vive aquí en Nueva York que se llama Abel Mireles, con Nico Perkins, un baterista de El Paso que toca increíble, con Shaun Mahoney, él es de New Jersey pero se mudó para El Paso y tocábamos y nos divertíamos. Al final hicimos un trío Shaun, Laurence y yo pero lo sonamos nada más como tres veces porque yo ya tenía planes de mudarme a Nueva York.
La experiencia de vivir en una frontera fue una de las cosas más fuertes que pasaron en mi vida, me gustó muchísimo, si en algún momento tuviera que regresar a algún lugar, yo creo que sería ahí porque me sentí muy a gusto. Marilyn y yo estábamos muy cómodos tocando en El Paso y Ciudad Juárez porque se vive muy bien allá pero había gente nos veía tocar y nos decía tienen mucho talento pero si se quedan aquí, nadie los va a escuchar, váyanse a Nueva York, entonces llegó el día en que dijimos vámonos. Vendimos absolutamente todo lo que teníamos, hicimos unas cajitas, metimos lo que pudimos en el coche, encargamos a los perros con unos amigos, agarramos carretera y nos fuimos manejando hasta Nueva York.
We’re gonna make a brand new start of it, in old New York
Llegamos a Nueva York y hacía un frío de los mil demonios, Osmany nos hizo el favor de hospedarnos en su casa durante un mes, eso se lo agradezco eternamente a él y a su esposa, Maricela Marmolejo. Encontramos un departamentito en el Bronx, muy cerca del estadio de Los Yankees. Cuando le decía a la gente dónde vivía, todo mundo me hacía cara y yo decía ¿pero por qué?, a mí no se me hace peligroso y me decían no, no es peligroso, es muy ruidoso.
Vivimos dos años ahí y, sí, es súper escandaloso, no podíamos dormir, a todas horas del día y de la noche había merengue, reggaetón, cláxones, peleas y todo lo que se pueda uno imaginar.
El primer año en Nueva York fue la etapa más difícil de mi vida, pasaron muchas cosas, cambió mi forma de ser y mi forma de tocar porque la ciudad te hace ser diferente, te hace acomodar cosas que tienes mal en tu vida porque hasta que no las tienes bien no puedes caminar y no puedes progresar. Pudimos salir adelante de muchas cosas gracias a Marilyn Castillo, ella es mi brazo derecho, es la persona con la que yo puedo llegar más lejos, no me casé con ella nada más porque está bonita, no, me casé porque es una gran mujer.
Cuando llegamos, durante un mes fui todos los días a Smalls Jazz Club a tocar en las jams y me la pasaba acompañando músicos y solistas de dos a cuatro de la madrugada con la esperanza de que alguien me escuchara y me llamara pero no pasaba nada, luego dije oye, espérate un momentito, a los jams nadie va a agarrar trabajo, eso es mentira, todo mundo va a practicar las cosas que quiere que le salgan, tengo que ir a donde están los hispanos.
Nightingale Sang In Times Square
Me empecé a mover, empecé a hacer contactos con cubanos, con peruanos, con colombianos. Osmany nos recomendó con un grupo que se llama YeraSon, hasta la fecha tocamos con ellos en la 46 y 7ª, en Times Square, ahí he conocido a muchos músicos muy buenos, seguido tocamos con Jimmy Bosch, con Miguel Valdés, que es un gran percusionista que tocó con Emiliano Salvador, una de las leyendas piano de jazz cubano. Hice una gran amistad con él y a la fecha tocamos juntos en proyectos suyos, en proyectos míos y de otras personas, me enseña muchísimas cosas, es un músico muy talentoso y una persona increíble.
También conocí a Arturo Ortiz, pianista que tocaba con Rubén Blades, y también hicimos muy buena amistad y a la fecha tocamos mucho juntos. Una persona que también me ha ayudado mucho aquí en Nueva York es el gran trombonista y pianista Rey David Alejandre, mexicano, también Felipito Fournier, él estuvo un rato en Xalapa.
If I can make it there, I’ll make it anywhere, / it’s up to you. New York, New York
Fui conociendo mucha gente, fui tocando puertas y haciendo fila porque uno no puede llegar y decir ya llegué, todo mundo me decía tocas muy bien, pero no me llamaban, claro, no me iban a llamar porque estaba en una lista de espera porque alguien llegó antes que yo y tenía que esperar a que esa persona se moviera.
A partir del segundo año se empezaron a arreglar las cosas, he tenido la oportunidad de tocar con gente increíble como Axel Tosca, con la big band de Gregorio Uribe, con Ari Hoening y el grupo Chonta, una vez llegó él en la batería y eso fue increíble, hicimos dos guisos con él. Con Arturo Stable, con Darwin Noguera, toqué el piano en el proyecto de Edward Pérez que se llama Festejation, que es de música peruana arreglada por él. Con Eric Kurimski, un guitarrista excepcional que toca con Eva Ayllon. Con Mino Cinélu, que es un percusionista que toca con Pat Metheny y con Vicente Amigo. Con Ariacne Trujillo, con Marvin Diz, con José «Pepito» Gómez, cantante de las agrupaciones Pupy y Los que son son. También toco mucho con un grupo que se llama Grupo Rebolú, es un grupo donde tocamos música del caribe colombiano, grabó con nosotros Edmar Castañeda que es un arpista increíble, Jim Bosch también está con nosotros. Pude grabar en último disco que hizo el grupo Rebolú.
Hoy día toco con Héctor Martignon, es un compositor colombiano fantástico que te vuela la cabeza cuando escuchas sus composiciones, también es un pianista fantástico. Grabamos un disco con su música que se llama Cita a ciegas y hemos hecho varios conciertos con Rudy Bird, que es un percusionista que tocaba con Miles Davis. Con Bill Ware, vibrafonista. Samuel Torres está en la percusión, a veces va a Christos Rafalides, otro vibrafonista griego, también muy bueno.
Cuando han venido músicos de México me han pedido que toque con ellos, como cuando vino Giovanni Figueroa a hacer un video para Congahead y me invitó a participar.
Esas son chontaderas
Tengo muchísimas anécdotas en Nueva York pero una que siempre cuento, porque fue muy impactante, fue cuando me llamó Diego Obregón para que tocara en un grupo que tenía que se llamaba Grupo Chonta.
Diego Obregón es un señor que toca la marimba, es del Pacífico colombiano, de un pueblito que se llama Guapí. Él hace sus arreglos, me invitó a tocar y me dijo:
-Nada más que no hay ensayos, necesito que llegues al lugar cinco horas antes para que revises la música
-Bueno
Dije ¡cinco horas antes!, fui y en el camino iba pensando no va a ser tan difícil, es colombiano. Yo pensaba que iba a tocar cumbias o vallenatos, ¡qué diablos!, cuando llegué me dijo mira esa es la carpeta, empecé a ver que todo estaba en 6/8 y había unas líneas de bajo que yo jamás había visto. Me empezó a cantar las canciones y yo decía ¿pero qué ritmos son éstos? y me dijo esto se llama currulao. Tenía la armonía toda volteada, toda desplazada y estuve cinco horas ahí, como un loco, tratando de estudiar su música.
Se hizo el primer set y yo estuve súper mal, estaba bien apenado, no pude hacer nada, me perdía, no entendía el ritmo y me acuerdo que en el descanso todos los músicos se me acercaron y me dijeron:
-Muy bien, lo estás haciendo muy bien
-No me digan mentiras, lo estoy haciendo muy mal
-Mira, no te preocupes, no eres el único, Diego nos ha hecho lo mismo a todos, así que agárrate y gózalo.
Vino el segundo set y fue igual de feo. El guiso fue en Terrazas 7, en Queens, cuando terminó fui y le dije:
-¿Sabes qué, Diego?, no me pagues
-¿Por qué no quiere que le pague, profesor?
-Pues porque hice una mierda
-No, yo le voy a llamar a usted de ahora en adelante pero usted tiene que estudiar esta música porque parece que es fácil pero no
-¡Qué va a ser fácil!, esta música es súper difícil
Ese ha sido el guiso más difícil para mí, más que el jazz, más que cualquier otra cosa.
Yo soy quien soy / y no me parezco a naiden…
Realmente, en Nueva York el jazz no me volvió loco, lo que me ha vuelto loco es conocer música de diferentes culturas, ahí está la profundidad, yo creo que eso es lo que hace grande a esta ciudad.
Aquí el jazz es solamente el dos por ciento de lo que está pasando, tú ves a los jazzistas metiéndose en donde están los latinos haciendo su folclor y eso los vuelve locos. Una vez me invitaron a tocar con unos peruanos, estaban tocando una versión rara de El rey y se me ocurrió tocar unas líneas de bajo tipo Los tigres del Norte y se volvieron locos, ¿por qué?, porque eso tiene muchísima fuerza y eso es lo que uno es.
Yo creo que Nueva York le enseña a cada persona a ser y a amar lo que es, eso a veces es difícil en México porque, como yo veo las cosas, allá la gente no quiere ser lo que es, no quiere ser mexicana, no ama su música; no todos, pero hay mucha gente que es así, que quiere ser lo que no es pero aquí eso no vende, aquí hay que ser uno mismo.
(CONTINUARÁ)
VER TAMBIÉN: Adderesound, un sonido hecho en molcajete
PRIMERA PARTE: Heart Of The Bass
SEGUNDA PARTE: Xalapa, entre renegados y picudos
CUARTA PARTE: Adderesound. ¿Cómo le hicieron?
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