En los momentos más críticos de la negociación con los alcaldes que tenían tomado el Palacio de Gobierno, Flavino Ríos fue muy claro con su secretario de Finanzas, Antonio Gómez Pelegrín:
– Di la verdad. No más pretextos o historias fantásticas. Si se ha ocupado el recurso en otros temas, hay que decirlo claramente.
Y Antonio Gómez Pelegrín acató la instrucción, admitió que la insuficiencia financiera del Gobierno del Estado obligó a utilizar los recursos etiquetados a los ayuntamientos para el gasto corriente, el pago de nómina e incluso a pensionados.
Explicó que el Gobierno del Estado arrastra un déficit de flujo económico, por lo que los recursos se utilizan para cubrir dicho faltante.
“Traemos un tema grave en el estado, de una falta de flujo económico importante que implica cerca de 10 mil millones de pesos al año y para poder atender ese flujo, para atender el gasto corriente, para atender a los pensionados, para atender la nómina, tenemos necesidad y a veces obligación de hacer algunos movimientos económicos para poder pagar”, explicó.
Conforme avanzaron las negociaciones con los alcaldes, los representantes del gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares (verdadero promotor de dicha asonada) pusieron en la mesa otra demanda: La cabeza de Gómez Pelegrín.
La condición incluía la imponer a Clementina Guerrero para sustituirlo.
Tras dialogar con Gómez Pelegrín, el gobernador interino aceptó el trato.
Desde su llegada, y aun antes de meterse a revisar a fondo los números, Clementina Guerrero reconoció que los alcaldes tenían razón de preocuparse de que los recursos que llegaban a Sefiplan no les fueran entregados y de inmediato hizo un compromiso: “Garantizamos que los recursos que lleguen etiquetados para los municipios serán entregados”.
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El problema fue cuando se sentó en su nuevo escritorio y revisó el cajón. Confirmó lo que ya había anticipado su antecesor: No hay dinero para pagar las nóminas. Por fortuna para ella, el primer compromiso lo enfrentó a la mitad del mes, cuando no se incluye el pago de pensiones. Aún así, le tomó una semana poder juntar lo suficiente para cubrir todos los sueldos. Ni hablar de pagos adicionales, retroactivos o bonos. No alcanzaba para tanto.
Dicho retraso provocó movilizaciones, bloqueos de calles y toma de edificios públicos por parte de la burocracia.
Y sin embargo el gobierno salió adelante. Con mucho diálogo, con altas dosis de paciencia, y a pesar de los dolores de cabeza provocados a los sufridos habitantes de Xalapa, finalmente se completó para pagar las nóminas y a los ayuntamientos les dispersaron los recursos que llegaron etiquetados para ellos.
Clementina Guerrero aprendió en los hechos, la diferencia que existe entre ser borracho y cantinero. No es lo mismo estar de un lado exigiendo el cumplimiento de compromisos institucionales, que estar del otro, rascando el cajón para cumplir y evitar que el estado se incendie.
Veracruz padece desde hace al menos tres lustros un déficit presupuestal que -como bien lo dijo Gómez Pelegrín- anda por los 10 mil millones de pesos al año. Al menos tres gobernadores (Miguel Alemán, Fidel Herrera y Javier Duarte) conocieron este problema y no le dieron solución.
En cualquier empresa, cuando se gasta más de lo que ingresa, el destino es la quiebra. En los últimos 15 años la única solución que encontraron fue contratar deuda. Nadie se atrevió -por el «costo político»- a tomar severas medidas de contracción del gasto, y ahora estamos viendo las consecuencias.
Ese es el panorama que habrá de encontrar Miguel Ángel Yunes Linares, quien sigue esperando que sea la Federación la que entre al rescate de Veracruz. Ya recibió respuesta: Habrá apoyo, en la medida en que el propio estado ponga de su parte para abatir ese déficit.
Ahora él tiene la palabra.
Ahora a él le toca dejar de gritar como borracho y ponerse el mandil de cantinero.
Ojalá, por el bien de Veracruz, que asuma su papel.