Por culpa de quien no supo ser gobernador por inexperto, torpe e inútil, Veracruz ha quedado demasiado herido y por tanto volver a verte, inepto, incompetente y prófugo de la justicia, ni pensarlo, o tal vez sí, pero sólo en la cárcel. Es el sentir de la ciudadanía.
Enorme paquete del que el primero de diciembre tomará posesión pretendiendo ahora manejar la vida de los huastecos, de los chocos del sureste (Coatzacoalcos, Minatitlán, Cosoleacaque, etc.), de los hijos del sol, en Tierra Blanca, de los jarochos de la Cuenca y Alvarado, de los emblemáticos 30 caballeros y los chayoteros del Pico de Orizaba; y de los indios del Totonacapan, de Zongolica, los Tuxtlas, de Huayacocotla, de Soteapan y sontecomapan. Y en total de las siete regiones naturales en que está dividido el estado.
No aceptarán, ahora, ninguna intromisión del que intente amar a la gente con mentiras, porque hay demasiadas heridas que los hacen parecer gorriones sin alas, casi menos que la nada; como gaviotas que perdieron sus playas. Están demasiado heridos para estar conscientes de lo que les ha pasado con el tránsfuga de la justicia, que en sus arrebatos de inexperiencia hizo todo el daño que tenía que hacer al pueblo noble.
Demasiado herido está Veracruz para estar lúcido de lo que ha pasado y para estar planeando lo que hará mañana, porque con lo ocurrido, la vida no terminó. Y si en algún momento el fugitivo pensó en que nos borraría del mapa, se equivocó porque se empezará de nuevo esperando ver que pague la culpa, no ante Dios sino ante el pueblo herido.
Lo han escrito muchos comentaristas políticos y editorialistas que, el daño moral y social de Javier Duarte y su gavilla de maleantes, a Veracruz herido, no tiene cálculo. En lo económico lo dejó herido con una deuda calculada en más de ciento ochenta mil millones de pesos. Lo efectos de esta hecatombe de recursos se verán reflejados en los bolsillos de trabajadores de la burocracia, en los empleados de la educación: maestros, jubilados, pensionados; trabajadores universitarios y en toda la empleomanía de cualquier nivel estructural de la sociedad, principalmente entre los que no tienen trabajo, entre los jóvenes desertores de las diferentes escuelas de nivel medio y superior y especialmente en el campo, ahí donde viven los más jodidos.
Por otra parte, la herida más lacerante, aparte de la pobreza y la miseria, que tiene Veracruz, es la inseguridad que nos dejó como herencia maldita. Ningún veracruzano acepta que le secuestren y asesinen a alguien de los suyos, o de los vecinos, o amigos. Nunca se perdonará y olvidará esta pesadilla que como calamidad, Duarte en su llamado sexenio próspero, nos dejó como regalo siniestro. Esto aunado al saqueo, al enriquecimiento ilícito, el permiso a la delincuencia organizada para secuestrar, desaparecer y asesinar a los civiles.
Veracruz, está demasiado herido. Y como canta Paloma San Basilio: parecemos gorriones sin alas, casi menos que la nada. Como gaviotas que perdieron sus playas.
Mientras llegamos al próximo uno de diciembre no debemos dejar que se nos amargue la existencia. Deberemos confiar en las nuevas autoridades; en los nuevos legisladores, que a lo lejos se avisora un rayo de luz porque no hay mayoría priista y eso es buen signo. Se siente una nueva perspectiva consoladora. La Universidad Veracruzana hizo entrega al nuevo gobernador del Plan Veracruzano de Desarrollo. Ya se ha conformado el equipo de entre-recepción de los estados que guardan las diferentes oficinas de gobierno y eso es el principio de una secuela de acciones implementadas por alguien que sí conoce el oficio de la política.
Toda la cuestión será la de llegar hasta el nacimiento de ese esplendoroso uno de diciembre, que está muy cerca. No hay que perder la esperanza, esa, que en su momento, el sexenio próspero, la mató. Hay que recuperarla porque si no lo hacemos, perderemos todo.
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