Hace un par de décadas, una de las mentes más lúcidas del México contemporáneo, don Daniel Cosío Villegas, publicó una de sus obras más conocidas: El estilo personal de gobernar (Mortiz, 1974). A partir de su experiencia personal y el contacto que tuvo con el poder político de la década de los setenta, el historiador y politólogo partió de una hipótesis tan básica como profundamente compleja para explicar el sistema político mexicano.
Decía entonces –lo que echa por tierra la teoría de la transición democrática en nuestro país-, que una parte sustantiva de la política se explica más por las características personales de quien concentra y ejerce en grado desmedido el poder –él se refería específicamente al presidente-, que por las condiciones estructurales del sistema en que ese poder se ejerce.
Con un presidencialismo autoritario, Cosío Villegas no veía entonces un elemento endógeno que hiciera contrapeso a la voluntad del Presidente. Vaya, ni el difícil entorno en el que se podía ver envuelto. Sin embargo, una vez que llegó la transición y la competencia electoral, estas características, es decir, el estilo personal de gobernar, se trasladaron a toda aquella persona que ejerce autoridad.
Así, gobernadores y presidentes municipales convertidos en virreyes, confirmaron el hecho de que la esencia de la vida pública en México depende en gran medida de las características individuales y la personalidad de sus gobernantes.
La tragedia jarocha, la presente y tal vez la futura, no podría explicarse de otra manera. Durante más de una década, las instituciones fueron sometidas a la voluntad perversa de sus gobernantes. Desde Fidel Herrera y su maquiavélica expresión del ejercicio pleno “del pinche poder”, hasta la voracidad enfermiza, caprichosa e ignorante de Javier Duarte, los veracruzanos hemos estado sometido a la personalidad dislocada de sus mandatarios.
Y el futuro inmediato no parece ser mejor. Desde su campaña política, Miguel Ángel Yunes ha acreditado que su personalidad –y no las circunstancias imperantes o las formas políticas- sigue dominando sus decisiones.
Su carrera política ha estado marcada por el escándalo y la cólera política, sin embargo, al hacer corte de caja, la realidad podría concederle un poco de razón: hoy es un hombre inmensamente rico y poderoso, aun cuando para lograrlo no se haya detenido en cualquier cantidad de agravios. Y parece que ese será su estilo personal de gobernar Veracruz los próximos dos años.
La toma de palacio de gobierno es un ejemplo nítido de lo que nos espera. Para los Yunes –donde se incluyen sus hijos-, la política es simple: estás conmigo –sometido, cómplice o aliado- o contra mí. ¿Para qué dialogar si lo podemos resolver con el ejercicio pernicioso y autoritario del poder?
Resulta que el triunfo electoral no sólo les concedió la administración pública estatal, sino también la razón absoluta y las buenas conciencias. Quien piense distinto, está en un error imperdonable que sólo merece la burla, el escarnio y el descrédito político. Eso es lo que hoy ofrecen a los veracruzanos.
Azuzados por la nueva familia imperial, los presidentes municipales del PAN y el PRD se lanzaron a una demanda justa: la entrega de los recursos federales que por derecho les corresponde. Hasta ahí todo bien. La expresión solidaria al movimiento por parte del alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga, fue bien recibida incluso por ellos mismos.
Hasta que llegó el lunes. Al igual que los ediles paristas, Américo reunió a los presidentes municipales de su partido y entabló un diálogo directo con el gobernador interino Flavino Ríos, el mismo diálogo que habían demandado sus homólogos azulcremas. Es decir, unos y otros, estaban haciendo lo mismo.
Y se desató la ira. Al grito de solapadores y corruptos, Miguel Ángel Yunes Márquez se les fue con todo a los presidentes municipales que no se sumaron a su movimiento y a la estrategia de su papá. En cambio, los que sí siguieron sus órdenes, ya forman parte del exclusivo grupo de autoridades “que sí quieren hacer algo por Veracruz”. Desde hoy, justicia y gracia para ellos.
Que nadie se espante. Esa será la lógica de la próxima administración. Estás conmigo o contra mí; y quien opte por lo segundo, conocerá a un Yunes Linares remasterizado. Y esto aplicará lo mismo a autoridades municipales, legisladores, jueces, periodistas, empresarios y todo aquél que se interponga en su proyecto virreinal. Es el estilo personal de gobernar en su mejor expresión.
La del estribo…
Volvamos al origen. El periodismo es una actividad cuyo objetivo es informar a los ciudadanos. Utiliza un planteamiento objetivo y riguroso. Las fuentes informativas tienen que ser veraces y han de ser contrastadas con anterioridad por parte de los profesionales de los medios de comunicación. Luego entonces, lo demás es periodismo ficción o simple propaganda.