Fueron demasiados años, ¡décadas! deseando con fervor llegar a la más alta investidura en su estado.
El sueño de Miguel Ángel Yunes Linares habrá de cumplirse el primero de diciembre… pero él ya no aguanta más, ya no puede esperar un minuto más.
Por lo pronto envió a sus huestes a tomar Palacio de Gobierno, ya quiere ese inmueble para él y no va a esperar otros 30 días. Él, quien se autonombra «gobernador» en sus comunicados, desesperado por llegar a la meta, ha decidido no esperar el mes que le falta. Si Palacio de Gobierno va a ser suyo, que lo sea de una vez.
Es una urgencia que raya en la locura. Formó ya su cuerpo policiaco personal, se mueve con una comitiva mucho más grande que la que utiliza el gobernador en funciones, todos tienen instrucciones de llamarlo «señor gobernador» y le «exige» al gobierno federal que ya, de una vez, le entregue a él cada centavo que esté destinado para Veracruz.
Ya la Sala Electoral de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ratificó su triunfo en las urnas, y es la hora en que el Presidente Enrique Peña Nieto no le habla, no lo recibe, no lo atiende. Eso, para alguien al borde de la locura, es inadmisible, y ante el temor de que no lo dejen llegar, decide tomar por asalto lo que la Constitución habrá de darle el primero de diciembre.
El diálogo con las autoridades de Veracruz está roto. La razón es muy sencilla: No quieren dialogar, saben que no hay forma de que les liquiden todo lo que les deben, y aunque así fuera, encontrarían otro pretexto, el caso es no soltar Palacio de Gobierno. Esa fue la instrucción que recibieron.
El alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga, les mostró otro camino a sus colegas. Los reunió en Palacio Municipal, firmaron un documento exigiendo al gobierno estatal el cumplimiento de sus obligaciones, y dialogaron -ellos sí- con el gobernador Flavino Ríos, con quien llegaron a acuerdos. Todo esto, con la presencia, el aval, de los dos senadores veracruzanos del PRI, Pepe Yunes y Héctor Yunes.
Y es que el gobernador Flavino Ríos y su secretario de Finanzas, Antonio Gómez Pelegrín ya lo admitieron: El dinero de las participaciones federales para municipios se lo gastó la administración estatal, cuando estaba Javier Duarte al frente. Fue ocupado para el pago de nómina y de pensiones.
Era algo que muchos suponían, pero que las autoridades estatales no habían admitido. Cuando la Auditoría Superior de la Federación (ASF) hablaba del desvío de miles de millones de pesos, a eso se refería.
La Secretaría de Hacienda enviaba recursos a municipios, o a la Universidad Veracruzana, por la vía convenida, la Tesorería del Estado, pero ese dinero no llegaba a su destino, se desviaba a una cuenta concentradora (la apodada «licuadora») y desde ahí era aplicado en otros temas.
La crisis política que hoy vive Veracruz tiene su origen en la opacidad de sus autoridades.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) dio a conocer su evaluación a las entidades federativas en materia de transparencia en el manejo de recursos federales. Doce estados arrojaron resultados reprobatorios. Entre ellos, claro está, aparece Veracruz.
El mismo hijo del gobernador electo, el alcalde de Boca del Río Miguel Ángel Yunes Márquez, terminó por admitir el motivo de esta irrazonable movilización de alcaldes y grupos de choque: No quieren que los pasivos que arrastra la administración estatal, le sean heredados a su padre.
Olvida que la deuda no es de Javier Duarte, ni de Flavino Ríos, la deuda es del gobierno de Veracruz, el mismo gobierno que a partir del primero de diciembre habrá de representar Miguel Ángel Yunes Linares.
Como ya se ha anticipado aquí, todo se trata de un teatro montado para justificar el incumplimiento de los compromisos hechos por el hoy gobernador electo durante su campaña.
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